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Reportaje Especial
Palestina de pie pese al neofascismo israelí
Tras la operación Tormenta de Al Aqsa de Hamás, el siete de octubre de 2023 y el exterminio de Israel, el mundo ya identifica la resistencia palestina con su bandera que por décadas el ocupante prohibió izar.


Ésta fue una campaña de conmoción y pavor imperialista que usó al neofascismo israelí para reconfigurar Medio Oriente al consumar la ocupación de Palestina. El régimen sionista embistió a Líbano, Siria, Irán, Yemen y hasta a Qatar; pero hoy millones exigen el fin de su impunidad, las corporaciones lo abandonan y sus aliados se deslindan.

Tras la operación Tormenta de Al Aqsa de Hamás, el siete de octubre de 2023 y el exterminio de Israel, el mundo ya identifica la resistencia palestina con su bandera que por décadas el ocupante prohibió izar. Millones saben que la sandía simboliza esa causa, que se defiende desde Alaska a Pretoria y de México a la Patagonia.

Ese espíritu por la autodeterminación intenta borrar el “Plan de Paz Eterno” de 20 puntos del líder de la superpotencia militar mundial que, una vez más, urdió sin consultar con los palestinos y que perpetúa la visión colonialista neofascista.

Está diseñado para consumar someterse a un virrey, probablemente el exprimer ministro británico Tony Blair, que confirmaría que el criminal siempre retorna al lugar del crimen. Y su objetivo es esfumar a la resistencia palestina, en particular de Hamás.

Tanto para Israel como para Hamás, ésta es una guerra de supervivencia que no pueden dejar de ganar.

A dos años de la Tormenta de Al Aqsa, vale recordar que el grupo combatiente lanzó su operativo en respuesta a décadas de colonialismo y Apartheid sionista sobre más de dos millones de gazitanos. Fue el ¡Ya basta! de palestinos condenados a muerte que sorprendió al ocupante con la toma de 250 rehenes y se saldó con mil 200 muertos.

De ahí la saña del ocupante al bombardear Gaza hasta hacerla inhabitable, asesinar a más de 200 mil personas (muchos cuerpos aún bajo escombros en los barrios de Sabra, Tel Al-Hawa, Sheik Radwan y Al-Nasser), herir y mutilar a 168 mil 162 personas y su lógica de limpieza étnica.

Tan asimétrica represalia plantea la cuestión: ¿dónde se traza la línea de guerra y exterminio? Abandonar y negar derechos vitales al otro es la punta del iceberg de la barbarie del perpetrador.

Pero esa ofensiva sionista ha sido fallida. El Ejército invasor admite que, inadvertidamente, su masacre agotó sus fuerzas, le hizo perder el apoyo internacional y proporcionó recursos a Hamás, concluye el documento. Su informe agrega que el ataque gestó una reacción inversa a su objetivo y “aumentó la conciencia y activismo internacional por la autodeterminación palestina”, reveló el Canal 12 News.

Por ello y pese al gran perjuicio que el ocupante les infligió, a partir del siete de octubre los palestinos vieron nacer una nueva era de resistencia contra el neofascismo israelí. En cambio, disminuye el apoyo –al menos abierto, hacia el régimen sionista–.

Esa nueva era se caracteriza por la creciente solidaridad por Palestina. Así se entiende el arropamiento desde el bloque de los BRICS que anunció el presidente de China y la ofensiva mundial que, por primera vez coincide en frenar la barbarie al aislar a Israel política, cultural, deportiva, comercial y económicamente.

Israel depende de gobiernos, empresas, ONG e instituciones para sostener su neocolonialismo. Y el boicot a productos y servicios cobra ímpetu, al igual que la distancia del gran capital hacia Tel Aviv y sus masacres: Microsoft anula sus contratos de inteligencia y el Ministerio de Defensa de España revoca la compra de armas.

Las marchas de apoyo en México y el mundo acompañan a decenas de miles de universitarios en EE. UU. y Europa que desde sus campus impusieron el lema: “¡No al Genocidio!”.

Millones siguieron el curso hacia Gaza de 51 barcazas de 44 países de la Flotilla Global Sumud (en árabe: firmeza ante la adversidad). Estibadores advirtieron que si Israel causaba un daño irreversible a la Flotilla, suspenderían su labor de carga en todo el Mediterráneo.

Como amenazó Israel, la noche del dos de octubre, sus fuerzas interceptaron a la Flotilla en aguas internacionales y retuvieron, ilegalmente, a 457 sus integrantes, entre ellos seis mexicanos: Ernesto Ledesma, Arlin Medrano, Laura Vélez, Carlos Pérez, Sol González y Diego Vázquez.

Al cierre de esta edición, cuatro secuestrados fueron liberados y 453 esperaban su traslado al centro de detención de Saharonim, acusados del “delito” de intentar llevar ayuda humanitaria a Gaza tras 18 años de bloqueo. La cancillería mexicana informó que sus funcionarios en la embajada ante Israel verifican que se respete la seguridad e integridad de los connacionales, cuya liberación inmediata exigió el gobierno mexicano.

Entretanto, trabajadores portuarios  españoles, italianos, griegos, argelinos y franceses se niegan a cargar armas y suministros para Israel. 

En Italia sindicatos y organizaciones estallan la huelga general, titulada “Denunciar el Genocidio en Gaza”, Universidades anulan pactos con Israel y aficionados exigen expulsar a Israel del Mundial de futbol y Eurovisión, entre otros.

El ascendente respaldo a Palestina nutrió el espíritu de decenas de delegaciones extranjeras que vaciaron la Sala de la Asamblea General de la ONU cuando Benjamín Netanyahu habló. Fue el rechazo al ente que, desde su creación en 1947 aterró, humilló y reprimió a los palestinos y se fortaleció confiscando sus tierras, acuíferos, gas y plantas eléctricas.

Por ello, Israel tiene más Resoluciones en contra de la ONU que otras naciones, pero sigue impune por el veto de EE. UU. En 2004, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) exigió a Israel devolver tierras, huertos, olivares, bienes inmuebles y muebles y ordenó no reconocer el ilegal muro en Cisjordania.

El ocupante no acató ese fallo y lucra con recursos palestinos. En 2023 taló ocho mil olivos (cada temporada, cada uno produce nueve kilos de aceitunas que generan hasta dos litros de aceite y que vende el ocupante), denunció la Universidad de Yale. Además, convirtió a Palestina en laboratorio de su Apartheid tecnológico: crea software de vigilancia y armas que lo hicieron el 10º mayor exportador global del sector.

Epicentro de la barbarie

Tras el siete de octubre de 2023, un general israelí amenazó: “Les vamos a hacer pagar un precio insoportable”; Así fue. Y llegó al genocidio.

Israel ha usado el hambre como arma de guerra para doblegar a los palestinos. En Gaza consolidó su sistema de tortura colectiva al acentuar la escasez de alimentos, la inanición, desnutrición y deshumanización.

La Fundación Humanitaria de Gaza (FHG) distribuye la “ayuda”; antes de 2023 lo hacía en 400 puntos de entrega y hoy sólo en cuatro; además, impone trámites que retrasan el acceso a los alimentos.

Por 24 meses, Israel obligó a los gazitanos a malcomer poco; mujeres, lactantes y adultos han perdido de 10 a 15 kilogramos a falta de alimentos suficientes. La tarea de conseguir el sustento la asumen los más resistentes y ágiles –adolescentes y jóvenes–, que alcanzan vehículos con “ayuda”, mientras francotiradores sionistas les dispararan desde lo alto, en brazos, piernas, abdomen, cabeza o los asesinan cuando hacen las filas del hambre. Por eso los gazitanos están exhaustos e incapaces ante la expulsión, describe el informe de Médicos Sin fronteras (MSF) en voz de Aitor Zabalgogeazkoa, testigo del horror.

Los mecenas de Israel ignoran esos crímenes. Incumplen su obligación de proteger a la sociedad civil palestina bajo el Cuarto Convenio de Ginebra, describe el exRelator Especial de la ONU para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados (2008-2014), Richard Falk.

A dos años de esos crímenes de guerra, Israel destruyó Gaza como nunca antes sufrió otra ciudad. La consigna fue hacer inhabitables los territorios ocupados con su carnicería sobre recién nacidos, adolescentes, asesinato selectivo de médicos, alumnos y profesores, denuncia el líder de Ecologistas en Acción, Agustín Moreno.

Las muy “calificadas” fuerzas israelíes torturaron a muerte a prisioneros cuyos cuerpos aún tenían los flejes con que se les maniató, rompieron dientes y asfixiaron a una persona al meter en su boca una bomba destapacaños; dejaron que un perro de ataque asesinara a un joven con síndrome de Down.

Alardeando de su poder, esas tropas se visten con ropa íntima de las mujeres que huyeron de sus casas ante los bombardeos.

Algo es claro: los muertos no participaron en su propia matanza, sentencia Omar el Akkad.

¿Qué reconocer?

En ese contexto, aliados de EE. UU. e Israel “reconocieron” un Estado palestino el 21 de septiembre; pero soslayaron que desde 1947, la Resolución 181 establecía dos Estados en tierra palestina: el de Israel –con 55 por ciento de terreno– y el palestino, que nunca se creó.

Por más de 76 años, en respaldo a Israel, EE. UU. impidió ese Estado usando su derecho de veto en el Consejo de Seguridad. No obstante, 150 países reconocen ya a Palestina, representada en la ONU.

No hay lugar al entusiasmo. Esos países son parte de la estrategia de parecer “humanitarios” sin cambiar la situación. Saben que, objetivamente, no hay condiciones para crear un Estado palestino, pues carece de territorio, fronteras reconocidas, capital o Ejército.

El problema de hoy lo creó en 1917 Reino Unido al prometer a la élite judía (políticos, financieros, comerciantes y prestamistas) un Estado en tierra palestina, entonces habitada por 94 por ciento de palestinos árabes y sólo seis por ciento de judíos árabes.

Para incumplir con la Resolución 181, Reino Unido, EE. UU., Alemania y Francia, incitaron la inmigración judía masiva para cambiar la demografía en Palestina. Así lo denunció el emblemático líder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, quien logró incluir la causa de un Estado propio en los Acuerdos de Oslo de 1993.

El entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin, dijo que lo más que tendrían los palestinos sería una “entidad”. Pasados 32 años, Benjamín Netanyahu comparte esa visión al afirmar que permitirá un “Estado menor”.

Esa doctrina neofascista va contra su interés: se niega a coexistir con un Estado palestino aunque ello implique reducir el apoyo a Hamás, que propuso una tregua de cinco años a cambio de un Estado para 5.5 millones de palestinos.

Para la dupla Trump-Netanyahu y el imperialismo, el plan es acorralar a los palestinos para que establezcan su eventual Estado en Sudán u otro país. Por ello no tiene sentido reconocer un Estado palestino si persiste la idea de destruirlo.

Hoy, 45 kilómetros separan a Cisjordania (al oriente, con 5 mil 960 kilómetros cuadrados) de Gaza (al occidente, con 365 kilómetros cuadrados). Israel escala su ocupación en Cisjordania con asentamientos ilegales y el muro que aleja a los palestinos de sus recursos. Uno de cada 10 israelíes vive en esas colonias; son funcionarios del gobierno, altos militares y magistrados.

Desde 2001 Israel retrasa el debate sobre el estatus de Jerusalén (Al Quds, en árabe), no quiere que sea capital de Palestina. Además, Gaza es inhabitable, pero las FDI dan cobijo a miles de colonos judíos para asentarse.

Es la estrategia de simulación del ocupante: finge negociar un terreno donde construye día a día, describe el académico israelí Avi Shlaim.

Dilema: ANP-Hamás

La acción del siete de octubre revivió las diferencias entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el acotado gobierno en Cisjordania que le delegaron los Acuerdos de Oslo; sin embargo, no logra contener la violencia de los colonos israelíes, explica el periodista Khaled Hroub.

Ante esa pésima situación emergió Hamás (acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica), que brindó ayuda material y logística a más de dos millones de gazitanos.

La ANP reconoce al ocupante israelí, con el que se coordina en el ámbito de seguridad en una tensa relación. Hamás recurrió a la resistencia armada y combate al ocupante, para restituir la soberanía palestina.

Ambos fracasaron en alcanzar un acuerdo de gobernabilidad y un frente común de resistencia ante la ocupación. La brecha se amplió en 2006, cuando Hamás ganó las elecciones generales palestinas; EE. UU. e Israel repudiaron el resultado y bloquearon Gaza para perjudicar al grupo.

Hamás fue el único capaz de gestionar bancos de alimentos, medicinas, vivienda y transporte a cientos de miles de desplazados, hasta su operación del siete de octubre. Paradójicamente, ello aumentó su prestigio.

Por ello, EE .UU. y Tel Aviv asesinaron a su líder en Teherán, Ismail Haniya en 2024 y el pasado nueve de septiembre, atacaron en Qatar el sitio de reunión de la cúpula de Hamás que negociaba el alto al fuego. Muchos se salvaron.

En ese contexto el presidente de la ANP, Mahmoud Abbás pretendía dar su discurso en la Asamblea General de la ONU; y aunque el gobierno de Donald Trump revocó su visa, lo hizo el 24 de septiembre por videoconferencia y aseguró que no permitirá la anexión de Cisjordania.

Abbás agradeció el masivo reconocimiento a un Estado palestino y afirmó que está preparado para asumir la gobernanza del mismo. Aseguró que Hamás “no tendrá ningún papel en el Gobierno de Gaza” y el grupo lamentó que él apoye al ocupante, que ese día aniquiló a 83 palestinos.

En cambio, el primer ministro de Israel gozó de visado y recepción diplomática en Nueva York. Siguió una ruta larga para no sobrevolar países europeos que podrían detenerlo. como reclama la Corte Penal Internacional; dio su arenga ante menos de la cuarta parte del quorum, pues la mayoría abandonó la Sala. 

 

Geopolítica contra resistencia

En esta región pugnan por influencia: EE. UU., Rusia, la Unión Europea, Arabia Saudita con las monarquías del Golfo Pérsico, Irán y Turquía.Esa red de intereses genera tensión en Gaza y Cisjordania, convertidos en campos de batalla geopolíticos. Ahí opera Israel, que hoy protege a corporaciones extractivas e inmobiliarias.

Desde una perspectiva geopolítica, evitar que se perpetúe ese conflicto pasa por sanar la injusticia a los palestinos y gestionar los intereses estratégicos de esas potencias; ello significa frenar el demencial ideario del resort en Gaza de la dupla Trump-Netanyahu.

En cambio, EE. UU. y sus aliados proponen un Plan de 21 puntos. Su objetivo es debilitar a la resistencia armadapalestina al revivir la visión colonial de una Palestina dividida como la Alemania de la Posguerra.

Minar esa lógica de ocupación sólo vendrá desde el Sur Global, con las economías emergentes del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y sus nuevos socios). Ahí se incluye que varios Estados árabes detuvieron su acercamiento reciente hacia Tel Aviv y frenaron el proceso de normalización de relaciones entre países árabes con Israel, lo que fue uno de los logros del siete de octubre, afirma el sociólogo Hanafi.

 

 

Potencias: la balanza decisiva

Por ser un campo de batalla geopolítico, este conflicto involucra a China, que hoy invita a Palestina a los BRICS. Analistas como Razan Shawamreh le reprochan su “distancia estratégica” del genocidio en Gaza y estiman que Beijing, siendo del Sur Global, pudo retirar a su embajador de Israel o bajar el nivel de la relación.

China no está distante: ante la Corte Internacional de Justicia defendió el derecho a la resistencia armada de los palestinos y negoció el pacto entre Arabia Saudita e Irán (2023) que trastocó el plan israelí de atraer a los sauditas y enfrentarlos con el Estado persa.

Caso semejante es el de Rusia, que adoptó una postura neutral. Aunque proyectó su diplomacia proactiva y política de equilibrio en la región para minimizar pérdidas civiles y evitar la violación de derechos soberanos de los palestinos.

La posición rusa en Medio Oriente se fortaleció con la expansión de los BRICS y su presidencia en 2024, al estrechar vínculos con Arabia Saudita, EAU, Egipto, Irán y Turquía, cita el Centro Primakov.

Y no menos interesante es el rol de los hutíes, cuyas operaciones militares han sido la gran sorpresa geopolítica tras el siete de octubre. Para debilitar al movimiento Ansar-Alá y sus constantes ataques, Israel asesinó al líder hutí Ahmed Ghaleb Nasser al-Rahawi en la capital yemení a fines de septiembre.

 

 

Escenarios de un exterminio

A dos años de la Operación de Hamás, se perfilan tres escenarios a corto plazo:

1. Israel podría perder. Posee la más formidable fuerza de combate regional y tiene dos prioridades: recuperar el apoyo internacional que perdió en Gaza; y fortalecer a la ANP para separar a Hamás de la población. Su fortaleza radica en su doctrina, organización, entrenamiento, liderazgo y apoyo de Occidente.

Pero Gaza podría ser su derrota, pues aunque ha ganado todas las guerras convencionales (1949, 1967 y 1973), ésta la primera que libra dentro de sus fronteras, ilustra el analista pro-estadunidense Jon Alterman.

2. Victoria de Hamás. Su visión es lograr resultados políticos a largo plazo, no la victoria en un año o cinco, sino incluso en décadas. Esa capacidad de resistencia y lucha aumenta la solidaridad palestina e internacional, aísla más a Israel y apura el colapso del gobierno de la ANP, vista como apéndice del ocupante.

En este escenario, los Estados árabes se alejan de Israel y el Sur Global fortalece su vínculo con Palestina. En EE. UU. la presión interna al bipartidismo desarticula el apoyo a Israel y la Europa comunitaria se distancia de las masacres del sionismo.

Consciente de lo que ocurre en el exterior y de su falta de poder bélico, Hamás apuesta a resistir. Sabe que perderá batallas a corto y mediano plazo y que es remoto que recupere Jerusalén, pero trabaja en ello e inspira a las próximas generaciones mientras se mantiene firme y aprovecha el aislamiento de su adversario.

3. Israel y Hamás se juegan el todo por el todo. El sionista, con su poder bélico-tecnológico asesinará a más palestinos y los hará pasar como terroristas para ganar en la narrativa. Sabe que en un momento se retirará de Gaza y necesitará de Arabia Saudita, Jordania y Egipto para reconstruir su enclave.

En contraste, Hamás subrayará la narrativa de la barbarie del ocupante y mantendrá su mira en la política interna de Tel Aviv y Washington.

 

 

 

 

 

 

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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