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Multimillonarios invierten en la destrucción del planeta
Las 125 personas más ricas del mundo emiten 393 millones de toneladas de dióxido de carbono, es decir, un millón de veces más que el 90 por ciento inferior de la humanidad.
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Hay un problema eminente en el mundo que se llama “calentamiento global”, un fenómeno provocado por las altas emisiones de metano (CH4), óxidos de nitrógeno (NOx), pero sobre todo por el dióxido de carbono (CO2) que alcanzaba hasta 2021 las 36 mil 300 millones de toneladas, el nivel más alto en la historia mundial, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Estas emisiones de gases provocan una enorme contaminación y un fenómeno particular llamado “efecto invernadero” que en pocas palabras permite que la energía térmica solar se quede retenida dentro de la atmosfera, y esto desestabiliza la temperatura del planeta, provocando que la flora y la fauna se extingan por la radiación solar registradas en su hábitat.

El problema radica en el modelo económico en el que vivimos. Los capitalistas empeñados en seguir produciendo mercancías no reparan o, mejor dicho, no quieren reparar en el problema ambiental; de acuerdo con un nuevo estudio de la coalición contra la pobreza Oxfam, las inversiones de las 125 personas más ricas del mundo emiten 393 millones de toneladas de dióxido de carbono, un millón de veces más que el 90 por ciento inferior de la humanidad.

Lo leyó bien: 125 personas emiten tanto carbono como Francia, Egipto o Argentina, no solo por sus automóviles de lujo, o sus Jets y yates privados, sino porque son dueños de los medios de producción, son ellos quienes invierten en la extracción de carbón, petróleo, metales pesados, etc. Y son ellos también quienes deciden qué producir y cuánto producir (lo que Marx llamó “La anarquía de la producción”). De acuerdo con el mismo estudio, los multimillonarios movidos por las tasas de ganancia más altas, invierten el 14% de su economía en industrias contaminantes, como la de energía con alto contenido de carbono, y para evadir el problema ocupan estrategias “descaradas”, maquillando con pintura vegetal verde “campaña, tras campaña”, “iniciativa tras iniciativa”, difundidas a través del internet, televisión, la radio y el periódico.

Las marcas como Coca-Cola sacan campañas publicitarias como “Hagamos esto juntos” o #MundoSinResiduos en las que promueven el respeto al medio ambiente y hacen uso de las falacias publicitarias, apelando a factores emocionales y no a datos y hechos contundentes.

Dos de las falacias más frecuentes son la falacia reductiva y la falacia de uso indebido de términos emocionales; la primera corresponde a un error lógico que “reduce” algo complejo a algo muy sencillo, como, por ejemplo, el argumento de que todo empieza por uno mismo “Levanta tu basura y salva al mundo”, “No uses popotes y así no matas a las tortugas”, cuando ese no es ni de cerca el problema principal de la contaminación y mucho menos de la muerte de las tortugas marinas.

La segunda falacia corresponde a un error lógico que se comete cuando se emplean palabras que tienen la intensión de ofuscar emocionalmente el problema, no contribuyendo a una clara reflexión. Por ejemplo, “Es tu deber salvar al planeta tierra, piensa en las especies en extinción, las jirafas, ¡Pobres jirafas! y las abejas, tan importantes para la polinización”, “Cuida a las abejas, ¿no quieres que se mueran o sí?”. Sin embargo, estas campañas llenas de mentira no solucionan el conflicto, sino que desorientan a la población amante de la Coca-Cola, por cierto.

Por eso es necesario que los gobiernos intervengan en el problema de la contaminación, que el Estado regule la cantidad de productos     que requieren sus gobernados, que se establezcan impuestos que permitan elaborar políticas de reforestación y que existan paraestatales que controlen el consumo de los recursos no renovables como el agua, por ejemplo.

En este sentido, la Oxfam ha estimado que cobrar un impuesto sobre el patrimonio a los superricos del mundo podría aportar hasta 1.4 billones de dólares al año a los países en desarrollo, así como a los más afectados por la crisis climática que podrían llevar a cabo una transición justa al uso de la energía renovable.

Sumémonos al llamado que hace el líder de cambio climático de la coalición contra la pobreza Oxfam, Nafkote Dabi quien advierte “no se les puede permitir esconderse o maquillarse de verde. Necesitamos que los gobiernos aborden esto con urgencia publicando las cifras de emisiones de las personas más ricas, regulando a los inversores y las empresas para reducir las emisiones de carbono, y agravando la riqueza”.


Escrito por Fernando Landeros

Periodista


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