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Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el mundo existen siete mil 800 millones de habitantes, de los cuales el 50.5 por ciento son hombres y el 49.5 por ciento son mujeres. Mientras que en México existen aproximadamente 126 millones (Inegi 2020): 48.8 por ciento hombres y 51.2 por ciento mujeres. De este último, la Academia Mexicana de la Ciencia (AMC 2021), dice que el 25 por ciento participan en el área del conocimiento científico y tecnológico, pese a la población de mujeres en el país.
Algunos de los factores que determinan la poca participación de las mujeres en la ciencia responden a aspectos educativos y a estereotipos sociales. La falta de educación de calidad desde los niveles básicos provoca trabas para el ingreso de estudiantes a las universidades y, los y las que ingresan, muchas veces no cuentan con los conocimientos básicos de todas las disciplinas científicas. Pero quizá la principal causa sean los estereotipos de género que imperan en la sociedad y que dictan que las mujeres no cuentan con la capacidad o el derecho para hacer investigación, que su papel ha de reducirse a ser madres o esposas sumisas y obedientes. A esto se suman los raquíticos recursos económicos que se dedican a la ciencia y tecnología, pues la economía es clave para realizar investigaciones de calidad y los escasos programas de promoción científica para niñas y jóvenes que pudieran resarcir en alguna medida el problema.
Pero a pesar de los obstáculos que han sufrido a lo largo de la historia, las mujeres han hecho aportaciones importantes a la ciencia en México y el mundo. Dichos descubrimientos siguen vigentes; desde Marie Curie (1867-1934), descubridora de los fenómenos de radiación y de dos elementos de la tabla periódica (radio y polonio); Mae Jemison (1956) primera mujer en viajar al espacio; Rosalind Franklin (1920-1958), descubridora de la estructura del ADN; Tu Youyou (1930), ganadora del premio Nobel en Medicina por incorporar la medicina tradicional china a la ciencia tradicional y así obtener artemisina (familia de fármacos) que se usa actualmente para curar la malaria; Margaret Hamilton (1936), desarrolladora del software de navegación para el programa espacial Apolo, siendo una de las primeras mujeres en trabajar en la NASA; Ada Yonath (1939), primera israelí en ganar un premio Nobel al explicar la estructura de los ribosomas; Frances H. Arnold (1956), pionera en ingeniería genética mediante la evolución dirigida para crear enzimas (catalizadores biológicos que aceleran procesos celulares). En fin, una lista interminable.
En México también destacan las contribuciones de las mujeres en el terreno científico. Por ejemplo: Janet Gutiérrez, por sus investigaciones en biología, biotecnología, desarrollo sostenible y ecología, con logros científicos que la hicieron acreedora al Premio de Investigación 2020 de la Academia Mexicana de Ciencias; Rocío Ortiz, especialista en el estudio molecular de enfermedades que aquejan a la población femenina, cáncer de mama, cáncer cérvico uterino, entre otras; Itzel Lara, investigadora en la aplicación de fármacos en un chip para buscar tratamientos eficientes contra el cáncer con menos efectos adversos a la salud. Judith Zavala, quien busca cultivar células para recrear el tejido de la córnea, necesario para un trasplante en pacientes con ceguera. A muchas más que se omiten por falta de espacio.
Para hacer descubrimientos y contribuir al desarrollo de las distintas disciplinas científicas no hay un género selecto o privilegiado, todos tenemos las bases biológicas requeridas para practicarlas y generarlas, solo hacen faltan las condiciones y los medios. La ciencia ha sido y será parte importante del motor de desarrollo de todos los países del mundo y por ello todos debemos de contribuir en su descubrimiento, desarrollo y aplicación. Avanzar en esta dirección permitirá un mejor país y una sociedad más justa.
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Escrito por Daniel Mendoza
Colaborador