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Los pecados de Albert Einstein
Albert Einstein es el físico más importante del Siglo XX, sus ideas profundas han revolucionado las bases de la física newtoniana, dejando estupefactos a los grandes físicos de su época.
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Albert Einstein es el físico más importante del Siglo XX, sus ideas profundas han revolucionado las bases de la física newtoniana, dejando estupefactos a los grandes físicos de su época. Estas ideas trajeron cambios profundos en la manera de concebir el Universo. En este artículo no comentaremos de estas ideas, sino de la faceta más humana de este genio del Siglo XX, como todo ser humano también tuvo errores y actos criticables, que llamaremos sus pecados. 

Su sonrisa era uno de sus pecados, sus biógrafos dicen que tenía una sonrisa insolente, burlona, sarcástica y molesta especialmente con sus profesores. Cuando asistía a clase sólo era para reírse de ellos, en alguna oportunidad uno de ellos le dijo “se sienta usted en la última fila y sonríe y su mera presencia erosiona el respeto que me debe la clase”. Era tanto el desagrado que sus profesores no se atrevían a recomendarlo para algún puesto de profesor universitario. Desde su graduación en la Universidad de Zúrich en 1900 hasta 1908, Albert Einstein sobrevivía con clases particulares o como funcionario en la Oficina de Patentes en Berna. Incluso en 1905 ya había realizado su primera publicación sobre su Teoría de la Relatividad, aún así no conseguía desarrollarse en alguna universidad. Su aceptación en el mundo académico fue lenta, y con reconocimientos importantes de físicos que no habían sido sus profesores. Pero esta sonrisa sarcástica no fue su mayor pecado, sus biógrafos dicen que su mayor pecado fueron las mujeres, y el machismo que revelan las cartas escritas por Albert a su esposa y amantes. Estas cartas han sido estudiadas con mucho detalle y analizadas para sacar algunas conclusiones de su personalidad.

Albert Einstein tuvo dos esposas legitimas, Mileva Maric y Elsa Einstein (como prima de Albert tenían el mismo apellido) y muchas amantes; se dice que se enamoraba con mucha facilidad, eso sí ,siempre privilegiando su libertad. La fama que fue adquiriendo a través de años, cuando su trabajo empezó a ser reconocido, conllevó una atracción de las mujeres hacia Albert, quien llegó a afirmar que “ni el hombre ni la mujer eran naturalmente monógamos”. Su primera novia fue Marie Winteler, una joven de 18 años, Albert tenía 16, no se sabe por qué terminaron, pero ella sufrió mucho. Albert conoció en Zurich, en el Politécnico, a una compañera de estudios, de quien se enamoró perdidamente, se llamaba Mileva Maric y era una joven talentosa para la física y la matemática, pero muy propensa a la depresión, de mal genio y con pocas cualidades físicas, que hicieron que los padres de Albert se opusieran a la relación; su madre llegó a decir: “Albert, tú necesitas una esposa y no un libro”. De esta relación prohibida, Mileva resultó embarazada de su primera hija, Lieserl, quedando en una situación precaria cuando ambos eran aún estudiantes. Albert Einstein no quiso asumir la responsabilidad y Mileva tuvo que hacerse cargo sola, mientras Albert estudiaba en Zurich. De esta primera hija de Albert se sabe poco, luego fue abandonada por su madre para regresar con Albert. La pareja se casó en 1903, quedando embarazada de Hans Albert, mientras el padre trabajaba en la Oficina de Patentes, sin un puesto académico y la pareja enfrentaba una situación económica muy comprometida. Los amoríos de Albert causaban celos a Mileva y empeoraban la relación. En Praga, Albert Einstein obtuvo un puesto académico. Cuando nació su tercer hijo, Eduard, ya era un físico reconocido; sin embargo, Mileva sólo quería regresar a Zurich, sin importarle que esto causara problemas conyugales. Para ese entonces, Elsa Einstein, quien vivía en Berlín, se convirtió en la confidente con la que Albert platicaba sus problemas matrimoniales.

Las ocupaciones académicas de Albert no lo ayudaron a ser un padre presente para sus hijos: Eduard padecía una enfermedad mental que requería atención médica y sólo contaba con su madre; Hans Albert siempre manifestó gran rechazo hacia su padre. La ruptura era definitiva: Mileva, Hans Albert y Eduard regresaron a Zurich. Se cuenta que Albert Einstein lloró desconsoladamente, fue duro para él, pero tomó la decisión de separarse y recibir el apoyo y tranquilidad que le brindaba Elsa. 


Escrito por Dr. Esptiben Rojas Bernilla

Colaborador


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