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Jornaleros agrícolas
El desarrollo de la sociedad ha engendrado diversas clases sociales.
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El desarrollo de la sociedad ha engendrado diversas clases sociales. Algunas de ellas, después de su nacimiento, han desaparecido con el tiempo, mientras que otras han perdurado hasta nuestros días. En el campo, el surgimiento de clases sociales se debe fundamentalmente a la evolución de los instrumentos de trabajo para labrar la tierra y los equipos utilizados en la producción de alimentos. A medida que se desarrollaban estas herramientas, se transformaban tanto las relaciones entre los seres humanos y sus instrumentos de producción como las dinámicas sociales entre las personas, lo que dio lugar al surgimiento de distintas clases sociales.

Los orígenes del campesino como clase social se remontan a distintos momentos y circunstancias históricas, pero se manifestaron con mayor claridad bajo el sistema feudal. Durante este periodo surgieron los siervos de la gleba: trabajadores vinculados a la tierra sin ser propietarios de ella, quienes cultivaban parcelas para su subsistencia a cambio de entregar tributos al señor feudal y recibir su protección. Este sistema se basaba en una economía cerrada, donde la producción estaba destinada principalmente al autoconsumo y no existía un mercado propiamente dicho. 

En México, la transición del feudalismo al capitalismo se produjo a través del sistema de encomiendas. Durante la época colonial, la encomienda representó un sistema de carácter feudal, basado en el tributo que los indígenas entregaban a los encomenderos, con una producción a pequeña escala destinada al autoconsumo y sin una dinámica de mercado. Sin embargo, a partir del Siglo XVIII, las rentas generadas por estas encomiendas se convirtieron en capital inicial para el desarrollo de empresas mineras, industriales y agrícolas, marcando así el surgimiento de formas capitalistas en el campo.

Durante el Porfiriato, el desarrollo del capitalismo en el campo avanzó significativamente, aunque este proceso contaba con antecedentes importantes como las Leyes de Reforma, que permitieron la concentración de las tierras más productivas y fértiles, junto con los mejores recursos acuíferos, en manos de unos cuantos terratenientes. Fue así como se consolidaron las grandes haciendas y se acentuaron las diferencias entre las clases sociales del campo. Sin embargo, la dinámica de las haciendas aún presentaba características feudales. 

Posteriormente, la Revolución Mexicana logró el reparto de tierras, aunque no siempre de las más fértiles. Este proceso incrementó el número de campesinos, pero conforme se desarrollaba el capitalismo agrario, fue perfilándose con mayor claridad una nueva clase social: los jornaleros agrícolas. Estos trabajadores, despojados de sus tierras por el propio sistema capitalista, se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir.

En México, después de muchos años de instaurado el capitalismo y de oído las bondades de este sistema, tenemos que, según el Coneval (2022), seis de cada 10 jornaleros agrícolas (60.5 por ciento) viven en pobreza, y 20.1 por ciento (470 mil 224 personas) enfrentan pobreza extrema, cifras muy superiores al promedio nacional (36.3 por ciento y 7.1 por ciento, respectivamente). Esta vulnerabilidad se agrava por condiciones laborales inhumanas: 88 por ciento carece de acceso a seguridad social, 67.7 por ciento no tiene servicios de salud, y 54.1 por ciento vive en viviendas sin servicios básicos como agua potable o drenaje.

A ello se suma la explotación económica: el ingreso laboral promedio de un jornalero es de cuatro mil 129 pesos mensuales, menos de la mitad del promedio nacional (seis mil 568), y 71.4 por ciento no puede adquirir una canasta básica con sus ingresos. La situación para 360 mil 91 niños y adolescentes (de cinco a 17 años) es peor; trabajan como jornaleros, muchos de ellos en condiciones peligrosas, pese a que la ley prohíbe el trabajo infantil.

Geográficamente, la desigualdad es evidente: en regiones como Montañas (Veracruz) y Huasteca (San Luis Potosí), más del 85 por ciento de los jornaleros son pobres, mientras que en municipios indígenas como Ocosingo (Chiapas) o Papantla (Veracruz), la pobreza extrema supera el 50 por ciento. Además, 89.2 por ciento de los jornaleros no recibe apoyos de programas sociales, lo que profundiza su marginación. Ésta es la situación de los obreros del campo. 

 


Escrito por Bryan Alexis Domínguez López

Colaborador


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