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El estancamiento económico en México no es algo nuevo, porque ha persistido desde la aplicación a rajatabla del modelo neoliberal. Con todo esto, el incremento ha correspondido, en promedio, al dos por ciento. Hay crecimiento económico cuando la producción avanza en las ramas productivas, se generan empleos y, por lo mismo, menos personas se desplazan a otros países, porque en su casa encuentran lo necesario. Esto no implica mejor distribución de la riqueza, porque el reparto de ésta depende de la organización de las masas y que, a su vez, éstas se hallen suficientemente educadas para mantener una lucha constante y aguerrida para lograr mejores condiciones laborales. La cuestión del desarrollo resulta crucial para cualquier nación, porque, para que haya distribución de la riqueza, ésta primero debe generarse.
Los individuos ven lejos sus expectativas de bienestar cuando la nación se convulsiona en una crisis económica sin precedentes. En la campaña política de 2018, el gobierno fallido de la “Cuarta Transformaciónˮ (4T) ofreció un crecimiento económico arriba del cuatro por ciento; pero desde el primer año, ante la imposibilidad de lograr este objetivo pues el crecimiento económico descendió bajo cero, cambió el discurso para salir con la barbaridad de que “el crecimiento económico no era una variable importante” y que propondría un nuevo índice para medir la felicidad de las personas. En eso llegó la pandemia y la caída fue más pronunciada: el 8.5 por ciento. Ante este nuevo descalabro, aumentado debido a su inacción, su único argumento ha sido la mentira, a la que recurre una y otra vez cuando insiste en que ya estamos en franca recuperación, mientras el desempleo y la carestía se resienten en cada hogar mexicano.
Los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revelaron que, durante el primer trimestre de este año, la inflación fue del 4.8 por ciento, la más alta en dos años. Para los trabajadores que viven al día con su salario, es una calamidad el hecho de que los productos básicos suban de precio. La canasta básica ha crecido al doble y los servicios del gas y la luz eléctrica han aumentado el 17 y el 12 por ciento respectivamente. Los datos oficiales contrastan enormemente con los que tiene la gente, ya que en la compra de las mercancías, que habitualmente adquiere, desembolsa más del 20 por ciento en promedio, y esto se agrava en el caso de quienes se han quedado sin empleo.
Las autoridades reconocen que se han perdido unos 12 millones de empleos, entre formales e informales. Los datos sobre este rubro en el primer trimestre de 2021 no reflejan las penurias que hay en los hogares, porque en la población que trabaja, tres millones no reciben ninguna remuneración; 10.6 millones ganan menos de un salario mínimo y 20 millones perciben entre 141 pesos y 182 pesos al día. Supongamos que en una familia de cuatro miembros haya ingresos de 150 pesos, lo cual significa que cada una de estas personas satisface sus necesidades con menos de dos dólares diarios. Pero hacen una comida austera, por ejemplo con la adquisición de un kilo de carne, cuyo precio es de 80 pesos; un kilogramo de tortilla con valor de 15; verduras y especias de 30, y gas y electricidad 20 pesos, con lo que el salario de un día de trabajo se gasta en una comida. Pero a este costo hay que sumar los impuestos a principios de año, calzado, educación, vestido, salud, recreación, transporte.
Los mexicanos han sido pacientes en estos años; pero la pandemia del Covid-19, con las políticas fallidas y reaccionarias de la 4T, los ha llevado a una situación de sobrevivencia. Para entender la gravedad de la crisis hace falta ponerse en los zapatos de los miembros de las familias que sufren esta situación cada día; porque a quienes viven de manera holgada con el empobrecimiento del pueblo, éste les tiene sin cuidado y optan por jugar con la paciencia y pobreza de las personas. Éstas, por necesidad, acuden a las urnas a depositar su voto con la esperanza de que su situación cambie, sin comprender que, en un mundo globalizado como el actual, los pobres no tienen posibilidades de mejorar sus condiciones a menos que tomen en sus manos las riendas del país.
“No hay condiciones para el desconfinamiento”, aseguró el alcalde de Chimalhuacán, quien recordó que los contagios aumentan todos los días.
La agraviante pobreza y el desempleo se expanden y la riqueza se concentra en unas cuantas fortunas.
Aun con los "históricos" al SM en los años recientes, éste no alcanza todavía el nivel decoroso, digno para que los trabajadores vivan mejor… dichos aumentos no se han visto reflejados en los CCT; al mismo tiempo, se incrementaron la informalidad y la pobreza laboral.
Muy pocos jóvenes transforman la realidad que les toca vivir; la mayor parte se conforma con la vida que ésta le impone y acepta el camino ya trazado: convertirse en mano de obra barata y exportable a las ciudades del país y de Estados Unidos.
Durante el sexenio de AMLO surgieron 12 nuevos ultrarricos.
Morena, congruente con su ideario político, lo que pretendía y logró fue: mantener la pobreza subsidiándola. No hubo ninguna sola reforma que atentara contra la desigualdad, todas estaban encaminadas a sostenerla.
Ésta es la vida de los de abajo y a estas desgracias se han agregado dos calamidades más: el gobierno de la 4T y el Covid-19.
Para AMLO, el principal problema es la corrupción, por lo que dedica gran parte de su discurso y acciones a combatirla. Error. La corrupción no es la raíz del problema, sino la injusta distribución de la riqueza.
San Cristóbal de las Casas es famosa por su turismo, pero también porque es la región con mayor consumo de Coca-Cola en el mundo.
Las concesiones a particulares para la explotación del agua nacional suman muchos miles en lo que va de un siglo hasta nuestros días.
La presidenta del Movimiento Nueva Aztlán, Rita Cecilia Contreras, lamentó que ninguna autoridad elabore y difunda un programa de abasto para ayudar a las familias de escasos recursos.
Raynel Ramírez Mijangos y su familia han gobernado durante 22 años al frente de seis administraciones, caracterizadas por actos de corrupción, prepotencia y violencia física en procesos electorales.
La desigualdad en el mundo se hace más profunda, la brecha entre ricos y pobres continúa y los más perjudicados son los más pobres.
Aunque el hambre puede evitarse, en 2020, más de 690 millones de personas la padecieron y, este año, en plena era Covid-19, habrá más de 330 millones de hambrientos, privación que se opone a las multimillonarias ganancias de trasnacionales de la industria
Las políticas gubernamentales han seguido la misma tónica de otros sexenios: sin resolver ni reducir la brecha económica existente entre privilegiados.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA