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En el estado de Chihuahua, se tienen oficialmente registrados 192 sitios de arte rupestre, de los cuales, casi 100 se encuentran enclavados en tres municipios: Chihuahua, Guachochi y Juárez. No obstante, existen muchos más, tal vez cientos, que no han podido ser catalogados todavía por los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), pero son conocidos por los vecinos, así como por visitantes y senderistas.
El arte rupestre es un concepto alusivo a todas las expresiones que los pobladores originales del estado dejaron plasmadas en cuevas, rocas, así como en paredones rocosos, y que pueden verse como pinturas, o bien como petrograbados, es decir, dibujos cincelados sobre la superficie de la roca.
Estas representaciones de los pueblos originarios documentaron el paisaje antes de los europeos, pero el entorno ha cambiado. Por ejemplo, la minería de los conquistadores alteró mucho el ambiente, destruyó bosques, y el cazador-recolector sufrió con la escasez de agua. Son valiosas como testimonios históricos, entre otras de sus cualidades.
En Samalayuca, dentro del municipio de Juárez, entre las arenas del desierto, se conservan vestigios con 10 mil años de antigüedad. Se trata de un área que comprende más de 40 sitios y 21 puntos de manifestaciones rupestres. Aquí se conservan puntas de flechas que los primeros pobladores usaron para cazar mamuts, petrograbados que narran la existencia de clanes y pinturas rupestres hechas con hematita, un óxido de hierro que es la base para muchos de los tintes rojos.
“Cuando hablamos de Samalayuca, no hablamos de Teotihuacán, Chichén Itzá o Malinalco, sitios que ubicamos claramente, nos referimos a una región que abarca las dunas y la sierra llamada Samalayuca. Es decir, más de 12 kilómetros de largo, y a eso hay que agregarle todo el entorno de las dunas de arena”, explicó el arqueólogo Enrique Chacón Soria, adscrito al INAH.
Una representación grabada sobre la roca en Samalayuca, y que es una pieza de arte sobresaliente, muestra a un hombre que los expertos han nombrado El señor de cuello largo, tal vez un sacerdote, un chamán equipado con máscara.
El Doctor Arturo Guevara Sánchez, quien trabajó y dirigió el Centro INAH Chihuahua, estudió, registró y exhibió la existencia de la Cueva de las Monas para el público y la academia. En el estado de Chihuahua existen varios sitios con muestras del arte rupestre, entre los que destaca muy particularmente esta cueva de grandes dimensiones, conocida primeramente por los lugareños como la Cueva de las Monas. Este sitio se localiza aproximadamente a 44 kilómetros en línea recta al noroeste de la capital del estado, en las estribaciones de la Sierra de Majalca.
Las pinturas de Las Monas, con más de 600 años de antigüedad, son un tesoro invaluable de los chihuahuenses. Es el mayor mural prehispánico conocido en el norte de México y constituye lo que quizás es el conjunto más grande y complejo del arte rupestre de las culturas anteriores a la colonización europea.
Guevara escribió sobre la parte más grande de estos murales: “El grupo está compuesto básicamente por cuatro figuritas de hombres de pequeñas dimensiones, de color rojo, que muestran sus brazos abiertos en jarras y con los pies separados, el segundo de izquierda a derecha porta un objeto más o menos ovalado en la mano izquierda que quizá sea la estilización de un pescado”.
En Las Monas se conjuntan pinturas elaboradas antes de la llegada de los españoles y otras que se realizaron en plena Conquista, según su descubridor, quien las describió en el folleto titulado Algunos sitios arqueológicos en proceso de transculturación del centro del estado de Chihuahua.
En junio de 2015, arqueólogos y estudiantes de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM) visitaron el sitio Cañada El Café, del municipio de Aldama, Chihuahua, previamente registrado por el Arqueólogo Francisco Mendiola (INAH Chihuahua) en 1996. En esta visita constataron la existencia de siete conjuntos de pinturas que no habían sido previamente registrados en las paredes de este cañón de rocas sedimentarias. A partir de lo anterior, surgió el Proyecto Arqueológico Cañada El Café, que registró un número cercano a 600 pinturas, quince sitios arqueológicos y abundante material lítico a partir del cual se identificó un componente arcaico en los sitios y posiblemente en las pinturas. Con base en esas evidencias, se estableció una filiación del área con los grupos de la vecina región del cañón de Big Bend, en Texas, que está contigua a esta zona, durante el periodo prehispánico.
La Cañada El Café se localiza a unos 90 kilómetros al noreste de la ciudad de Chihuahua por la carretera federal número 16 rumbo a Ojinaga; al oeste se encuentra la Sierra El Morrión, al este colinda con la Sierra El Soldado y al sur con la Sierra La Gloria.
Bertrand Lobjois, profesor de Humanidades de la Universidad de Monterrey, invitó a dos especialistas a hablar del arte rupestre en Chihuahua para Raíces, un programa de radio desde Monterrey:
A Víctor Ortega León, Licenciado en Arqueología por la ENAH, Maestro y Doctor en Antropología por la Universidad Autónoma de México (UNAM), quien además de ser docente, ha publicado varios textos en Arte Rupestre; y a Francisco Mendiola Galván, Licenciado en Arqueología por la ENAH, con Maestría en Antropología Social y Doctorado en Historia por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Víctor Ortega se refirió a los sitios de arte rupestre catalogados en la entidad. Según los registros oficiales en resguardo del INAH, han sido contabilizadas, a la fecha, 192 de estas cuevas o paredes rocosas intervenidas por el arte antiguo en la entidad. Estos registros corresponden más o menos a la mitad de los municipios del estado de Chihuahua, pero sobre todo a tres, porque casi 100 de estos sitios están localizados en solamente tres municipios: Chihuahua, Guachochi y Juárez, en ese orden, de mayor a menor. “Es importante aclarar que estamos hablando únicamente de los sitios rupestres registrados hasta el momento por el INAH, no de todos los existentes.
“La verdad, sabemos que hace falta realizar más (estudios formales) en los demás municipios, porque tenemos conocimiento de que hay más sitios rupestres, ya sea porque los hemos visto, o porque hay informantes que nos platican al respecto”.
Bertrand Lobjois preguntó a Francisco Mendiola acerca del paisaje de estos sitios: ¿qué hay alrededor?, ¿cómo es o era el medio ambiente?, ¿qué nos puedes decir al respecto?
Mendiola respondió: “Es una interesante pregunta, porque tenemos una concepción moderna de estos paisajes, pero han cambiado mucho. Por ejemplo, la minería de los conquistadores, para empezar, alteró mucho el entorno natural, y se piensa que el cazador-recolector sufrió con la escasez de agua. Los cazadores-recolectores tenían un ciclo de recolección y de caza muy bien establecido, estacional, pero la minería acabó con la madera, con bosques que hoy en día ya no son visibles, que ya no existen como tales, y esto terminó con su modo de vida. Quedan las evidencias con las llamadas paleolagunas, por ejemplo, que son antiguos cuerpos de agua, y vemos una presencia constante de nómadas, cuya forma de vida se percibe en los campamentos estacionales.
En ese sentido, el paisaje de lo que ahora es el estado de Chihuahua es muy diverso, tenemos el desierto, tenemos los valles intermontanos, y la Sierra Madre Occidental (o Sierra Tarahumara). Entonces, eso implica una diversidad muy clara, y el arte rupestre la refleja bien. Tenemos una concepción de arte rupestre de agricultores, otra de trashumancia, otra de cazadores-recolectores, en fin. Estamos hablando de que ese paisaje está determinando una cosmovisión, una forma de representar biografías. Y en ese sentido, hay mucho que decir y mucho por investigar todavía, concluye Francisco Mendiola.
El conductor Bertrand Lobjois propuso adentrarse un poco en los estilos, particularmente en el llamado Estilo Paquimé, por su trascendencia en el mundo moderno.
Para Mendiola, el estilo Paquimé implica las siguientes características, que han quedado impresas en la creación y decoración de la cerámica, así como en la pintura, diseño y grabados diversos:
En primer lugar, el carácter naturalista de las representaciones, donde se encuentran los seres vivos, de donde se desprenden las subfamilias: antropomorfa, zoomorfa y fitomorfa (humanos, animales y plantas).
En segundo lugar, está el carácter abstracto geométrico, que se refiere a los signos, marcas y señales (geométricas). En él se observan claramente las formas rectilíneas, curvilíneas, mixtilíneas o combinadas, como las representaciones de armas o la riqueza que presentan las decoraciones cerámicas tanto por la simetría de sus elementos como el manejo de los colores (policromía).
La influencia del estilo Paquimé en la actualidad, se encuentra viva en la creación de la moderna cerámica de los artesanos del poblado de Mata Ortiz (en el municipio de Casas Grandes), que heredaron y desarrollaron el citado estilo artístico, y que lo han dado a conocer en el mundo entero.
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Escrito por Froilán Meza
Colaborador