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Ante la pandemia, el imperio sin máscara
La causa de la crisis sanitaria en el país más rico es consecuencia de la excesiva concentración de la riqueza, ocasionada por un modelo basado en el fundamentalismo de mercado.
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Estados Unidos (EE. UU.) es hoy epicentro de la pandemia. Las cosas se han complicado, primeramente, porque por mucho tiempo el gobierno desestimó la magnitud del mal. Así lo denunciaron autoridades médicas como Anthoni Fauci (jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas), el mayor experto en infectología, y hoy bajo amenaza de despido. También Alex Greninger, virólogo de la Universidad de Washington y Ashish K. Jha, director del Instituto de Salud Global de Harvard. Se pretendió minimizar la pandemia porque venía a poner en predicamento el arreglo institucional económico y político vigente, particularmente en su salvaje versión Trump, y a poner en jaque al desmantelado sistema de salud; cerraban los ojos ante una realidad amenazante, en espera, quizá, de un milagro. Muy probablemente, también en sus cálculos estaba que el Covid quedara reducido a un problema local en China y que frenara su economía. Pero las cosas no ocurrieron así.

El virus mata a miles de norteamericanos, pero hay en el fondo una causa que creó las condiciones para su propagación: un esquema económico que hizo altamente vulnerable a la sociedad, reduciendo el presupuesto a salud pública y delegando la responsabilidad federal en mayor medida hacia estados y condados. Dijo Joseph Stiglitz el nueve de marzo: “... como señala Linda Bilmes de la Escuela Kennedy de Harvard, la administración Trump ha propuesto recortes al financiamiento de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) año tras año (10 por ciento en 2018, 19 por ciento en 2019). A comienzos de este año, Trump, dando muestras del peor sentido de la oportunidad imaginable, exigió un recorte del 20 por ciento del gasto en programas para combatir enfermedades infecciosas y zoonóticas (es decir, patógenos como los coronavirus...). En 2018, eliminó la junta directiva de seguridad sanitaria y biodefensa global del Consejo Nacional de Seguridad”. Esto no es obra del virus, sino de intereses económicos y políticos muy concretos.

Se ha empobrecido a la población y aumentado la desnutrición y la falta de sanidad en las viviendas. Se fue privatizando el servicio de salud, dejándolo en manos de los corporativos empresariales, cuya razón de ser, no olvidemos, es la máxima ganancia. Al respecto nos advierte David Harvey: “Las grandes farmacéuticas rara vez invierten en prevención (...) Les encanta proyectar curas. Cuanto más enfermos estemos, más dinero ganan. La prevención no contribuye al valor para los accionistas”. Se configuró así un sistema de salud pública mediocre e ineficiente, que abandona progresivamente a la población, y un sistema privado, el más caro del mundo (BBC News). El ideal del Estado pequeño en todo su esplendor.

Suman 27.8 millones de habitantes sin seguro de salud (Oficina del Censo). Más de 44 millones tienen “seguro insuficiente”. “Una encuesta realizada en 2019 por Gallup y West Health indicó que el 26 por ciento de los estadounidenses había pospuesto tratamientos médicos en los últimos 12 meses debido a los costos y el 19 por ciento había dejado de comprar los medicamentos indicados por iguales motivos” (BBC). “... en Estados Unidos, 37 millones de personas regularmente padecen hambre” (Joseph Stiglitz). Solo en dos ciudades, los homeless suman decenas de miles: en Nueva York hay más de 60 mil personas viviendo en las calles, y 55 mil en Los Ángeles. En tales circunstancias, la necesidad de atención médica enfrenta hoy una estructura incapaz, diseñada para generar ganancias, y reticente a responder eficaz y coordinadamente; mientras, fiel a su credo, el gobierno salvó, antes que nada... la bolsa: con un programa de dos billones de dólares... para “mitigar efectos económicos del Covid”, en beneficio de las grandes empresas; pero no logra contener precisamente al virus, con lo que la economía se complicará de todas formas.

En el plano global, cuando la necesidad exige una respuesta coordinada, más evidente se hace la falta de voluntad norteamericana para colaborar en pie de igualdad y respeto con otros países. La competencia capitalista se impone al drama que vive la humanidad. En marzo, el FMI negó a Venezuela un crédito por cinco mil millones de dólares, porque su gobierno no está “reconocido por la Comunidad Internacional” (léase EE. UU.) y bloqueó otro a Irán, país afectado por la pandemia. Trump exigió a la empresa 3M, de Minnesota, no vender a Canadá y Latinoamérica mascarillas N95, las más eficaces (sobre todo para seguridad del personal médico). “Nosotros necesitamos las mascarillas. No queremos que otras personas las consigan, dijo Trump el sábado en una conferencia de prensa” (BBC News Mundo, 11 de abril). En medio de la pandemia se exaltan la xenofobia y los crímenes de odio y continúan las redadas y deportaciones de inmigrantes: 10 mil desde el 20 de marzo.

En lugar de la vital cooperación, EE. UU. literalmente arrebata equipo médico a otros países. Perú expresa su temor en ese sentido. Francia y Alemania denunciaron “piratería moderna”: en aeropuertos, agentes del gobierno norteamericano ofrecen sobreprecios y desvían cargamentos médicos hacia EE. UU. (BBC). Países pobres y pequeños se quejan de abandono. Y continúa la agresión a los insumisos. Este mes, anunció el despliegue en el Caribe de barcos de guerra para “detener el narcotráfico”, y ofrece recompensa para detener al presidente Nicolás Maduro. Se refuerzan sanciones económicas contra Irán; también el bloqueo a Cuba. En días pasados, el gobierno de La Isla solicitó a 60 empresas norteamericanas le vendieran medicinas y material médico... todas se negaron. El gendarme del mundo repartiendo toletazos en medio de la desgracia.

En marcado contraste, más de 45 países solicitan a Cuba el interferón, efectivo antiviral, muy exitoso en China, y encuentran apoyo. Solidariamente recibió a las mil personas a bordo (varias de ellas infectadas) del crucero británico MS Braemar que, rechazado en varios países, arribó el 17 de marzo al puerto de Mariel. La mayoría fueron evacuados a Inglaterra, y los enfermos recibieron atención médica. Por otra parte, desde China sigue llegando personal y equipo médico a muchos países. A petición del gobierno de Serbia, el siete de abril, Rusia envió 11 aviones y 90 médicos; también apoya a Italia. ¡Estados Unidos mismo está beneficiándose! “La experta Samantha Vinograd, en una entrevista concedida este domingo a la cadena estadounidense CNN, ha criticado a la Administración de Donald Trump (...) que, en un giro irónico, se ha visto obligada a recurrir a China (...) para abastecer sus necesidades médicas en su lucha contra el nuevo coronavirus...” (HispanTV, seis de abril).

La causa de la crisis sanitaria en el país más rico es consecuencia de la excesiva concentración de la riqueza, ocasionada por un modelo basado en el fundamentalismo de mercado, centrado en la ganancia, donde el gasto público, más que a la protección social, se aplica a propiciar la acumulación. Y esto se traduce a las relaciones internacionales, confrontando a Estados Unidos con el mundo y amenazando con un grave debilitamiento de su hegemonía. 

 


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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