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¡Aguas con el dengue!
Hace un par de años tuve dolor muscular, cansancio, fiebre y malestar general; por los síntomas, pensé que era Covid-19; pero tras varias pruebas, el diagnóstico final fue dengue.
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Hace un par de años comencé a sentir dolor muscular, cansancio, fiebre y malestar general; por los síntomas, lo primero que pensé fue que me había contagiado de Covid-19, una enfermedad que en ese tiempo azotaba a la población. Sin embargo, tras realizarme una prueba diagnóstica descarté esa posibilidad; pero entonces ¿qué era lo que me causaba el malestar? Después de una serie de análisis clínicos y de descartar otras enfermedades, el diagnóstico final fue dengue.

Pero ¿qué es el dengue? El dengue es una enfermedad vírica causada por el virus del dengue, este virus es transmitido a las personas por la picadura de mosquitos infectados, aunque no todos transmiten esta enfermedad. Los mosquitos de la especie Aedes (Ae. aegypty, Ae. albopictus) son los principales transmisores (vectores); además del dengue, también pueden transmitir otros virus como el zika y el chikungunya, los cuales, al igual que el dengue, son de importancia médica; de estos virus hablaremos en otra ocasión. Existen cuatro serotipos diferentes de dengue (DENV-1, DENV-2, DENV-3 y DENV-4), algo interesante es que la infección por un serotipo no protege de la infección de otro serotipo diferente, de hecho esta segunda exposición al virus puede agravar la enfermedad, haciéndola progresar a una forma severa, que puede inclusive causar la muerte del paciente.

Los síntomas de la enfermedad suelen presentarse entre los cuatro y 10 días después de la infección, aunque también hay casos en los que puede cursarse de manera asintomática. En general, los síntomas son: fiebre mayor a 38° C, dolor intenso de cabeza, dolor detrás de los ojos, dolores articulares, náuseas y agrandamiento de ganglios linfáticos. En algunos casos, la enfermedad puede progresar a una forma grave, que se caracteriza por la presencia de dolor abdominal, vómitos persistentes, hemorragias en encías o nariz, presencia de sangre en heces y vómito; en algunos casos, la enfermedad puede provocar la muerte del paciente. La sintomatología puede confundirse fácilmente con otras enfermedades como la rubéola, sarampión, meningitis, la gripe o influenza, por lo que es importante que se diagnostique de manera oportuna.

Ante la presencia de síntomas es importante acudir al centro de atención médica más cercano y seguir las indicaciones de su médico. Actualmente no existe una vacuna o un tratamiento específico contra el dengue, por lo que solo se administran medicamentos que alivian el dolor y disminuyen la temperatura. En general, los médicos recomiendan no utilizar antiinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno o la aspirina, ya que estos medicamentos aumentan el riesgo de padecer hemorragias, agravando la enfermedad. Tampoco se deben utilizar antibióticos, ya que el dengue es una enfermedad causada por un virus y los antibióticos solo son efectivos contra las bacterias.

Las infecciones por dengue se presentan en regiones con climas tropicales y subtropicales, con una mayor transmisión en temporada de lluvias, alcanzando su máximo pico en los meses de agosto y septiembre. En México, los primeros registros de personas infectadas con dengue datan de 1941 con seis mil 955 casos confirmados. Al pasar de los años, el número de casos fue disminuyendo hasta llegar a su erradicación en 1963; sin embargo, a finales de los años setenta nuevamente se comenzaron a detectar casos de esta enfermedad y éstos han ido incrementando año con año. La Organización Panamericana de la Salud (PAHO) reportó que 2019 fue el año con más casos registrados, a pesar de las diferentes estrategias que se han implementado para combatir su propagación. En la actualidad, eliminar la transmisión del virus resulta casi imposible, ya que ahora existen condiciones muy diferentes a las de los años 60. Dentro de los factores asociados a la transmisión del dengue se encuentran el crecimiento poblacional no planificado, la urbanización, el acceso a fuentes y las prácticas de almacenamiento de agua; además, como consecuencia del cambio climático, el mosquito transmisor ahora puede reproducirse en regiones en donde antes no podía, lo que vuelve más complicado detener su propagación.

Si no hay un tratamiento específico ni vacuna contra este virus, ¿cómo podemos protegernos? Al ser un virus transmitido por mosquitos es necesario protegernos de su picadura; esto lo podemos hacer de manera personal, utilizando repelentes, colocando mosquiteros en las ventanas de las casas, vistiendo ropa que cubra el cuerpo y, de manera comunitaria, eliminando los lugares en los que el mosquito pueda depositar sus larvas; esto incluye eliminar los recipientes donde se acumule el agua, mantener limpios contenedores como tinacos y cisternas, evitar que se acumule la basura, así como utilizar insecticidas especiales que eliminen al mosco. En este caso, como en muchas otras enfermedades, la prevención es la mejor medicina.


Escrito por Dr. Joaquín Moreno Contreras

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