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Viva la juventud en lucha
Las protestas en EE. UU. no deben verse como un hecho aislado, sino como un síntoma de descontento en la sociedad estadounidense.
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Los jóvenes estudiantes representan el termómetro de la situación social en los países. Hay que recordar que, en 1968, el movimiento estudiantil de ese año se inició con una riña entre jóvenes de dos escuelas que días más tarde se convirtió en un movimiento contra el sistema social que puso en riesgo los Juegos Olímpicos que se inaugurarían el 12 de octubre de ese año; y que precisamente ese evento brindó al régimen la oportunidad de “justificar” la represión violenta y masiva del dos de octubre en la Plaza de Tlatelolco. Ese mismo año se produjo otro movimiento estudiantil muy conocido, el Mayo Francés, en cuyas revueltas los jóvenes protestaron contra la sociedad de consumo, el capitalismo y el imperialismo.

Otra movilización de triste memoria para la Ciudad de México fue la que suscitó el llamado “halconazo” o “masacre de Corpus Christi” el 10 de junio de 1971. En este movimiento, alumnos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) respaldaron una huelga de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y fueron atacados violentamente con armas de fuego. Tanto en 1968 como en 1971, el sistema capitalista reprimió a los jóvenes con la policía y el ejército por defender causas justas; aunque también intensificó su juego perverso de propagar el consumo de las drogas, el alcohol y la música sicodélica para atraparlos y alejarlos de las preocupaciones sociales y la búsqueda de un cambio social profundo.

Con la caída del bloque socialista a finales de los años 80, todo indicaba que no habría más movimientos estudiantiles, porque se había alcanzado la época de las libertades y de la democracia. Pero con el paso de los años, los imperialistas se quitaron la máscara y mostraron que no había dos opciones, sino solamente una, por lo que el mundo debía hacerse a su imagen y semejanza; nadie podría disputarles el poder, so pena de exponerse ante su poderosa fuerza militar y económica.

Pero la realidad, que siempre es más terca que las apariencias, mostró el error de los supremacistas y, con las mismas bases de la economía de mercado, tan defendida por Estados Unidos (EE. UU.), sobresalieron China, Rusia y, junto con otras naciones formaron un bloque de economías desarrolladas con capacidad para competir contra los imperialistas en el terreno militar y en la producción de mercancías. Es decir, la realidad ha cambiado y son otras las circunstancias; incluidas las que prevalecen en el interior de los países de Occidente. (Hoy, por ejemplo, a los gobernantes les cuesta más trabajo reclutar militares, principalmente en EE. UU., donde muchos ciudadanos están excedidos de peso o son drogadictos).

Los países imperialistas son víctimas de sus propias contradicciones, que los inducen al equívoco y a caer en las trampas creados por ellos mismos. ¿Por qué? En el caso de los supremacistas estadounidenses, porque han perdido el sentido de la realidad; sin renunciar a su política internacional de doble fondo; por un lado dicen estar “defendiendo la democracia” y por otro hacen negocios, como puede observarse en el conflicto artificial con Rusia, donde aventaron a la muerte a los ucranianos sin ensuciarse las manos, mientras les entregan armas que de ninguna manera son gratis.

La misma política siguen los estadounidenses en Taiwán, donde apoyan a los sectores más retrógradas para que se consideren país “independiente” a pesar de que la isla pertenece territorialmente a China, y con este estatus político es reconocida en los tratados internacionales, mismos que el gobierno de Washington violenta. Y la misma política insidiosa y genocida aplican los supremacistas gringos en Medio Oriente con el apoyo incondicional a Israel, enclave donde los otrora masacrados por los nazis en Europa ahora masacran y tratan como “raza inferior” a los palestinos.

El respaldo del presidente Joseph Biden al Estado de Israel en el conflicto contra Palestina ha incluido tanto apoyo militar como expresiones de respaldo político al ejército judío con tibias condenas, que únicamente han logrado estimular las acciones genocidas del ejército israelí y extenderlas a los inocentes niños palestinos; mientras condena y sanciona enérgicamente al pueblo ruso por defender su soberanía y no ejecuta una carnicería como la que ahora se produce en Medio Oriente.

Pero el genocidio en esta región del mundo ya generó descontento en EE. UU. y ha encontrado sus primeras expresiones, como era de esperarse, entre jóvenes estudiantes de las universidades privadas, que iniciaron acciones de protesta contra las decisiones de su propio gobierno; en algunos centros escolares, mediante la instalación de campamentos en el campus; en otros, con la toma de bibliotecas donde se atrincheraron. La respuesta de los gobiernos locales no se hizo esperar: represión policiaca con lujo de violencia.

Entre las universidades que han participado en las acciones de protesta, destacan el MIT-Instituto Tecnológico de Massachussets; la de Columbia y Nueva York (ambas en esta ciudad); la de Michigan; la de California en Los Ángeles; la de Yale y la de Princeton. Aunque Biden asegura que “respeta” la libertad de manifestación de los jóvenes, las palizas y las detenciones evidencian que el presidente estadounidense percibe que las protestas cuestionan su política de apoyo a Israel y que con ello lo están comparando con el engendro diabólico del nazismo: Adolfo Hitler.

Finalmente, resulta significativo que valientes jóvenes estadounidenses protesten en campus universitarios, se declaren en huelga de hambre o se atrincheren en bibliotecas y que, como ocurrió en el Universidad de Michigan durante una ceremonia de graduación, hayan llegado con banderas de Palestina exigiendo que se apruebe la creación del Estado palestino. Me da gusto, me parece bien, porque son actos que reflejan la existencia de descontento social en EE. UU. y todo esto no debe resultarnos indiferente, como ya empezaron a demostrarlo los jóvenes en plantón frente a la Torre de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Viva la juventud en lucha, valiente y decidida. Por fortuna, en México tenemos un movimiento estudiantil que cumple 25 años de lucha: es la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR).

Las protestas en EE. UU. no deben verse como un hecho aislado, sino como un síntoma de descontento en la sociedad estadounidense que puede ser el inicio de una serie de cambios profundos que reconduzcan al mundo, no a una debacle nuclear, sino a la construcción de un mundo multipolar, desarrollado y justo para todos. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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