El canon económico clásico postula que el mercado es modelo de equilibrio y que en caso de desbalancearse se ajustará solo, sin intervención del Estado.
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“Hacer futuro, a pesar de los ruines del pasado y los sabios granujas del presente, es lo que les queda a los jóvenes”, escribió Mario Benedetti, en alusión a los jóvenes del mundo. La juventud es la edad que precede a la madurez, y a la que se asocia con energía, pujanza, rebeldía, etc. Es, sin duda, la etapa en la que se sientan las bases de la vida futura. En México, sin embargo, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda que en 2020 aplicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Estado tiene en el olvido al 30 por ciento (37.8 millones) de la población juvenil.
¿Por qué hacer futuro? Porque en unos años más, serán las manos y mentes que moverán el aparato productivo, político y social del país. ¿Por qué sostengo que el Estado mexicano tiene en el olvido a la juventud? Porque no crea las condiciones para que los jóvenes desarrollen todas sus habilidades académicas, deportivas, culturales y laborales. No hay políticas públicas que impulsen a la juventud al deporte, a la cultura, a la ciencia, a la política, a soñar y construir un México mejor. Entonces, a falta de oportunidades, ¿qué hacen los jóvenes?; ¿todos están preparándose en las aulas? El índice de cobertura educativa revela que en el ciclo escolar 2022-2023, el 5.3 por ciento de los jóvenes en edad de asistir a la secundaria no lo hacían (Expansión, 2023); alrededor de 900 mil en edad de cursar el bachillerato están fuera de las aulas (La Jornada, 2023); en el nivel universitario hay mayor acceso en comparación con las generaciones anteriores; pero en 2022, sólo el 18 por ciento de los jóvenes concluyó una licenciatura. El Estado tiene un reto mayúsculo para lograr que al menos todos concluyan su nivel bachillerato y que, como mínimo, el 36 por ciento de los jóvenes logren terminar una licenciatura, que es el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
¿Y cuál es la calidad de educación que reciben los jóvenes? La situación es alarmante: sólo el 16 por ciento de los estudiantes de secundaria tienen un buen conocimiento en matemáticas (IMCO, 2023). La prueba PISA 2018 reveló que únicamente el 55 por ciento de los estudiantes de 15 años pudo identificar la idea principal de un texto de longitud moderada, y solamente el uno por ciento mostró comprensión de textos largos (OCDE, 2019). La misma prueba 2022 nos reprobó nuevamente y confirmó que nuestro país lleva 15 años con disminución en los conocimientos y habilidades de matemáticas, lectura y ciencias (Animal Político, 2023). El sistema educativo no provee a la juventud mexicana con los conocimientos básicos en las materias fundamentales para su formación futura.
¿Y cuál es la situación de los jóvenes que trabajan? A pesar de la mayor preparación respecto a las generaciones pasadas, no se refleja en mejores oportunidades para obtener un buen empleo; la tasa de desocupación de este grupo poblacional es mayor (6.4 por ciento) al de la tasa nacional de desempleo (3.5 por ciento); y, peor aún, no significa un mejor salario: el 49 por ciento de los más de nueve millones de jóvenes económicamente activos (que trabajan o buscan empleo), labora entre 35 y 48 horas a la semana; y el 44 por ciento tiene un salario máximo de cinco mil 200 pesos mensuales (IMCO); su situación empeora si vemos la tasa de informalidad en los jóvenes, que corresponde al 67 por ciento; mientras a nivel general es de 55 por ciento (ENOE, 2023). Es decir, el primer empleo se genera en la informalidad, que causa graves consecuencias en su vida laboral futura. Los bajos ingresos impiden que adquieran bienes de alto valor como vivienda, automóviles, terrenos, etc. Para los jóvenes, obtener un patrimonio significa un sueño casi inalcanzable.
¿Deben conformarse con el estado de cosas actual; dejar que el crimen organizado los emplee; que las drogas consuman sus años mozos; que las redes sociales enajenen su mente y espíritu? ¿Deben los jóvenes aceptar las becas como panacea a sus problemas? No. Les queda exigir un país que les ofrezca las condiciones económicas, sociales y políticas idóneas para desarrollarse y edificar su futuro.
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Escrito por Jorge López Hernández
Columnista colaborador