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El Secretario de Hacienda (SHCP), Rogelio Ramírez de la O, recomendó que México debe revisar su relación comercial con China porque “nos vende y no nos compra, y eso no es comercio justo… nosotros compramos a China 119 mil millones de dólares (mdd) por año y le vendemos 11 mil millones”.[1] Esta afirmación, que parece ajustarse a la verdad, es falsa y favorece a las recientes declaraciones del expresidente y candidato presidencial estadounidense Donald Trump: con las que amenazó imponer aranceles del 200 por ciento a los autos chinos fabricados en México. Este discurso de Trump, sobre que en México están construyéndose las plantas automotrices chinas más grandes del mundo, es también una calumnia.[2]
Lo único cierto en torno a estas declaraciones radica en que el Secretario de Hacienda se apega a las cláusulas perversas y venenosas del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) –la versión actualizada en noviembre de 2018 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN-1993– uno de cuyos artículos, el 32.10, establece que si uno de los tres países tiene la intención de negociar un acuerdo de libre comercio con una economía de no-mercado, debe notificarla a las otras partes tres meses antes del inicio de las negociaciones y darles oportunidad de revisar el proyecto de acuerdo bilateral, incluidos anexos e instrumentos paralelos, a más tardar 30 días antes de su firma para evaluar su impacto potencial en el T-MEC.”[3]
La balanza comercial de México con Estados Unidos (EE. UU.) ha resultado positiva para México porque le vendemos más de lo que le compramos; además, solamente le importamos piezas de los automóviles que armamos acá y después se los exportamos con valor agregado: en 2023, empresas líderes como Ford Motor Company, Dekalb Farmers Market y Chiquita estuvieron a la vanguardia en el criterio de bienes de exportación de México a EE. UU. Entre enero y junio del año pasado exportamos 241 mil mdd al país vecino e importamos 129 mil mdd, una balanza comercial positiva de 112 mil mdd. En ese mismo lapso, importamos de China 55 mil mdd y únicamente exportamos cinco mil mdd. Es decir, nuestras ventas a EE. UU. son 48 veces superiores a las que tenemos con China; y ésta es la razón por la que nuestro país está “enchufado” con el comercio estadounidense y por la que, si intentáramos suscribir un acuerdo económico con China, se nos aplicaría el Artículo 32.10 del T-MEC y se nos acabaría el comercio con el país vecino.
En 2022, China exportó 55 mil mdd a México y la mayoría de productos fueron piezas de máquinas de oficina (7.98 mdd), equipos de transmisión (6.38 mdd) y vehículos de motor; piezas y accesorios (3.57 mdd). Entre 2017 y 2022, las ventas chinas a México pasaron de 387 mdd a 55 mil mdd, un incremento con una tasa anual del 169 por ciento. En 2022, México exportó a China 8.01 mdd y los principales productos exportados fueron cobre (2.9 mdd), vehículos de motor; piezas y accesorios (2.64 mdd) y metales preciosos (987 mdd).
En mayo de 2024, China exportó ocho mdd e importó 1.83 mdd de México, por lo que el país asiático tuvo un balance comercial positivo de 6.18 mdd. Entre mayo 2023 y mayo 2024, las exportaciones chinas reportaron un incremento de 812 mdd (11.3 por ciento, al pasar de 7.2 mdd a 8.01 mdd; mientras que sus importaciones (desde México) registraron un incremento de 2.9 mdd (18.9 por ciento) porque pasaron de 1.54 mdd a 1.83 mdd.
Como puede advertirse, en estos datos y estas cifras, México exporta vehículos, pero ninguno es de diseño, fabricación y marca mexicana porque somos maquiladores de automóviles extranjeros. En otras palabras, somos como los calentadores, que “hierven agua para que otros se bañen”; y estos otros son los empresarios estadounidenses que nos ponen a armar sus vehículos para mandarlos a China. Además, podemos ver claramente la falta de desarrollo tecnológico propio en nuestras exportaciones; porque lo que enviamos a China son materias primas: cobre y metales preciosos.
Esto se debe, así como nuestra dependencia económica integral hacia EE. UU., a la falta de inversión pública para apoyar a las pequeñas y medianas industrias y al abandono en que se halla el campo, donde la mayoría de los agricultores labran para su autoconsumo. Por ello podemos concluir que el problema no está en que, como dice el Secretario Ramírez de la O, China no nos compre, sino en el hecho de que no tenemos qué venderle, porque estamos “enchufados” con el comercio estadounidense.
En China, las fuerzas productivas empezaron a modernizarse a partir de 1995, cuando compartía con México el mismo nivel de producción de riqueza medido por el Producto Interno Bruto (PIB). Pero hoy en día, China produce 13 veces más riqueza que México, lo que evidencia que el modelo de desarrollo basado en el “libre comercio” con EE. UU., y nuestra condición de país maquilador sin desarrollo industrial y científico-tecnológico, nos obligan a operar como “el cabús económico” de las dos potencias comerciales de Norteamérica. Por ello, si no hay comercio justo con China, como difunde Ramírez de la O, la responsabilidad no es de China, sino de México.
En EE. UU., la capacidad de compra se está deteriorando mientras que en China está surgiendo una clase media con capacidad de compra que en México debería percibirse como una oportunidad para exportar mucho más al gigante asiático; pero para ello hay que ponerse a trabajar más y mejor, revisar la política industrial, impulsar el desarrollo científico tecnológico, rescatar al campo del abandono, revisar el T-MEC para quitar el Artículo 32.10, ver qué quieren comprarnos los chinos y no mentir como lo hizo hace unos días Ramírez de la O.
Insisto, y no nos hagamos: el problema no está en China, está en México y en nuestra permanente actitud agachona frente a EE. UU.
Sustentada en la conferencia sobre el tema que el Ingeniero Aquiles Córdova dictó a jóvenes en 2015, en la obra el autor usa el análisis marxista-leninista, con el cual sus deducciones se han comprobado una a una con el paso de los años.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.