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En 2018, la coalición Juntos Haremos Historia, integrada por los partidos Movimiento Regeneración Nacional (Morena), del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES), no solo ganó el Poder Ejecutivo sino también el Legislativo. Aunque la mayoría de los mexicanos estaban hartos del sistema político mexicano, no puede negarse que la figura de su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), influyó en la orientación del voto.
Morena es un partido con una institucionalización interna débil porque depende mucho de la figura y las decisiones de AMLO, cuya autoridad cuenta con el reconocimiento y la obediencia de los militantes y dirigentes secundarios, quienes además solo compiten entre ellos para ganarse el beneplácito de “su amo y señor”; y quizás también para llenarse los bolsillos mientras estén en posiciones de partido o gobierno.
La legitimidad de Morena tiene un problema de fondo: que puede perder terreno con la misma rapidez con que se desgasta su figura estelar, debido al paso del tiempo, a sus tropiezos frecuentes y a la ausencia de sustitutos con personalidad propia. La falta de este “ingrediente” político se evidencia en el constante ridículo, en que incurren las llamadas “corcholatas”, a quienes no importa rebajarse hasta el suelo con tal de ganarse la bendición del Presidente.
Con esta actitud servil, los precandidatos de Morena creen que con el beneplácito de AMLO ganan también el voto de militantes y simpatizantes; pero pierden de vista que este triunfalismo les impide advertir que su partido no cuenta hoy siquiera con la mitad del apoyo que tuvo en los comicios pasados pese a que ganó cuatro de seis gubernaturas; que en 2021 perdió nueve de 16 alcaldías de la Ciudad de México (CDMX); que la consulta del 10 de abril no tuvo participación ciudadana y que la reforma eléctrica promovida por AMLO fue derrotada en la Cámara de Diputados.
Es importante considerar la opinión de quienes fueron compañeros de AMLO cuando éste decía buscar la democratización del país. A una pregunta de prensa que le hicieron en Madrid al excandidato presidencial perredista Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, si veía a Morena como un partido de izquierda, respondió: “no lo veo”, para luego aclarar que no sabía dónde ubicarlo ideológicamente. “A mí me preguntan qué es la 4T y yo no sé qué responder”.
Por su parte, el expresidente morenista de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, en su intervención en la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal), afirmó en referencia a AMLO: “El Presidente va a terminar su periodo, la pista ya se le está acabando”. Tanto Cárdenas como Muñoz Ledo coinciden en que su excompañero asume actitudes autoritarias y que su llamada “Cuarta Transformación” no tiene ni pies ni cabeza.
Sin embargo, es necesario considerar que, a pesar de la catastrófica administración pública de AMLO, los descalabros políticos de Morena y sus luchas internas, este partido parece no tener un contrincante serio en el ámbito electoral. Considero que hay dos razones principales:
1. La alta aceptación pública de AMLO. Mucha gente sigue creyendo que los culpables de la situación actual no son parte del gobierno actual, sino de las administraciones pasadas, los agentes externos, incluso de funcionarios que “no le hacen caso al Presidente”; sin olvidarnos que los programas sociales, cuyos apoyos monetarios de entrega directa desempeñan un papel determinante para él y su partido.
La aceptación de AMLO sigue arriba, pero no se compara con la que tuvo al inicio del sexenio; y que ya refleja el alejamiento de algunos sectores de la población. Según la encuestadora Enkoll, en mayo tuvo una aprobación del 61 por ciento, lo que implica una recuperación de siete puntos con respecto a febrero (54 por ciento); pero no alcanzó el nivel que tuvo el mismo mes de 2021 (64 por ciento), alejado también de su máximo histórico en febrero de 2019 –previo a la pandemia de Covid-19– cuando llegó al 85 por ciento.
2) La falta de una oposición con la suficiente fuerza y autoridad para señalar los errores y el camino a seguir. Los dirigentes de la oposición partidista y las organizaciones no gubernamentales (ONG) se han limitado a criticar sus errores y tonterías; a seguir su agenda respondiendo acusaciones y a no proponer un proyecto alternativo en favor de las mayorías. Esta anemia política se refleja en la encuesta que la empresa Buendía & Márquez elaboró para el diario El Universal, la cual revela que Morena cuenta con el 45 por ciento de las preferencias electorales; que el Partido Acción Nacional (PAN) está en segundo lugar con el 19 por ciento de las intenciones de voto, seguido por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con el 17 por ciento.
Estos números reflejan el vacío que existe en la vida política del país. El abstencionismo creciente no se explica más que por el hartazgo de la gente hacia la clase política, mientras la inseguridad pública, la pobreza, los recortes presupuestales y un largo etcétera galopan en todo el país. Y ante esta situación, uno se pregunta: ¿qué hacer?
La inacción no es la respuesta y la inconformidad no basta. El pueblo de México debe tomar conciencia de su situación, organizarse y luchar por un destino que esté en sus propias manos y no en las de los partidos y políticos que, con frecuencia, cambian de color. Hace falta que desde las entrañas del pueblo se construya un proyecto de nación con un movimiento capaz de encabezarlo y llevar a buen puerto a este país tan rico como golpeado. ¿Quién dijo yo?
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Escrito por Ignacio Mejía López
Colaborador