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La marcha feminista, indignación justificada y provocación
En México, la crisis económica ha amplificado la ancestral explotación que soportan mujeres de todas las edades en las entidades más pobres
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¿A quién convenía dinamitar esa manifestación y tildarla de violenta? ¿Por qué crear la percepción de que el repudio a la violencia de género se tornó agresiva porque “están locas”, “son unas rijosas” y “son peores que los hombres”? La acusación de “vandalismo” de autoridades, líderes de opinión y medios de comunicación, eclipsó las causas justas de la manifestación.

Es indudable, hay razones para protestar. Pero el debate en los últimos días se centró en las formas de la protesta. El Estado debe garantizar la integridad de todos sus ciudadanos, impedir ese abuso agresivo que produce feminicidios, violaciones, acoso y discriminación. De ahí el reclamo de una sociedad cada vez más decepcionada contra instituciones fallidas en el cultivo de una cultura de “cero impunidad” y en la sanción de esos delitos. Esta negligencia costó ya la vida de mujeres y niñas de este país, vulnera y marca psicológicamente a un sector clave de la sociedad mexicana. Cada vez que se tolera la agresión, la impotencia transmuta en reclamo, en ira.

De ahí el reproche contra servidores públicos, legisladores y jueces que incumplen con su misión de llevar ante la justicia a los agresores, quienes actúan con una especie de autismo cómplice y simulación judicial que se remonta a décadas. Desde la óptica de los derechos humanos, esa intimidación cotidiana contra mujeres es una profunda injusticia y un obstáculo para su pleno desarrollo.

En México, la crisis económica ha amplificado la ancestral explotación que soportan mujeres de todas las edades en las entidades más pobres. En la metrópoli, millones de ellas son desbordadas por dobles jornadas de trabajo y están lejos de acceder al “empoderamiento” o a la “emancipación”. En su camino para ganarse la vida e ir a la escuela o a su casa están el feminicida, el violador, el acosador y el secuestrador.

Ante los impunes ataques contra mujeres, colectivos de mujeres en la Ciudad de México (CDMX) crearon el hashtag #NoNosCuidanNosViolan y convocaron a una concentración de protesta el 16 de agosto en la Glorieta de Insurgentes a las 18:30 horas. Las crónicas relatan que una vez ahí, grupos de manifestantes bailaron, entonaron lemas contra la violencia machista y exigieron seguridad en cartulinas.

protesta

Llamativa cobertura mediática desde un principio, especialmente si se toma en cuenta que apenas eran algunos cientos las asistentes –aunque algunos medios hablan de más de mil– y procedían de distintos niveles socioeconómicos: adolescentes, estudiantes, empleadas del sector privado, artistas, profesionistas, integrantes de la comunidad Lésbico Gay Bisexual Transexual Intersexual y Queers (LGBTIQ), entre otras. El luto que casi todas vistieron denunció el asedio y muerte que las persigue.

En la procesión se leyeron cartulinas con estas leyendas: “Nos matan, nos violan y el Estado está ausente”.  “El verdadero problema es la violencia machista que se sabe impune”. “No me cuidan, me violan”, “Justicia”, “Tocan a una, tocan a todas”. Al aumentar las asistentes, muchas optaron por tomarse de las manos y formar vallas con cuerdas y lazos para mantenerse unidas.

Mientras en pequeñas fogatas, algunas quemaban brassieres, otras manifestantes hacían pintas en estatuas y pisos que rezaban: “No olvidamos ni perdonamos”. “Abajo el patriarcado que va a caer, arriba el feminismo que va a vencer”.

En un momento, una de ellas leyó el manifiesto que declaró: “Todas vivimos en constante peligro, las autoridades nos causan el mismo temor que la delincuencia organizada y estamos aterradas de vivir en este país”.

De pronto subió la tensión. Un grupo de mujeres, con el rostro cubierto con paliacates y chalinas impidió el paso de hombres en el sitio. Para lograrlo, usaron lo que tenían a la mano para romper vidrios y carteles publicitarios de la estación del Metrobús y arrojaron esos escombros contra los usuarios.

En el metro también impidieron transitar a los pasajeros masculinos. Sin embargo, algunos hombres se movían con plena libertad entre las centenas de mujeres iracundas. Uno de ellos, captado por las cámaras de la prensa, se alineó deliberadamente contra Juan Manuel Jiménez, reportero de ADN 40 y lo golpeó.

¿Por qué actuó así y quién se lo permitió? ¿A cambio de qué? ¿A quién convenía dinamitar esa manifestación y tildarla de violenta? ¿Por qué crear la percepción de que el repudio a la violencia de género se tornó agresiva porque “están locas”, “son unas rijosas” y “son peores que los hombres”?

 

¿Qué pedían?

El motivo de la protesta fue la inacción del Gobierno Federal y el gobierno de la Ciudad de México ante las denuncias por violación de policías capitalinos contra tres mujeres en distintas ocasiones: el 10 de julio contra una víctima de 27 años en un hotel de la colonia Tabacalera. Hay dos procesados. El tres de agosto, cuatro policías violaron a una joven de 17 años en una patrulla en Azcapotzalco. No hay detenidos. El ocho de agosto, un agente de la Policía Bancaria e Industrial violó a una joven de 16 años en el Archivo de la Fotografía. Fue detenido.

Desde que salieron a la luz estos hechos, las organizaciones civiles de mujeres y víctimas de violencia han exigido cuatro puntos: disculpa de la autoridad por la violencia histórica contra mujeres; castigo a policías violadores; justicia por las que ya no están, y fin al acoso y la violencia.

 

La extendida acusación de “vandalismo” de autoridades, líderes de opinión y medios de comunicación, eclipsó las justas causas de la manifestación. En actitud defensiva, la Jefa del Gobierno de la CDMX habló de provocación y anunció que no utilizará la fuerza pública “pues es lo que están buscando”.

Hoy la sociedad agraviada –mujeres, niñas y hombres honestos– se preguntan en qué terminará esta situación. La violencia siempre divide y polariza, mientras que los agresores –que se ríen de sus condenas, como el asesino de Sofía– destrozan al país y los vínculos humanos. Urge una acción coherente del Estado.

 

Voces y sentimientos

A 12 horas de los sucesos:

Académico y defensor de derechos humanos: “Se propaga el odio rápidamente. Y no es buen asesor”.

Miembro del Instituto de Investigaciones Sociales: “Desde luego que el pueblo tiene que luchar para alcanzar su objetivo. Sin embargo, esa necesidad no justifica usar los métodos del opresor”.

20 de agosto:

Licenciada en política y administración pública por el Colegio de México: “Habría que indagar qué instancia o individuo financia al grupo porril Los Claudios y los instruyó para alborotar en la protesta feminista. No entiendo cuál fue el objetivo de esa agresión”.

Egresado de Comunicación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): “Recurrieron a un grupo de choque, vinculado con el narcomenudeo. Uno de ellos atacó al reportero de ADN 40; resulta extraño que lo hiciera ante las cámaras como si pretendiera que lo grabaran”.

Profesionista de Medios: “Bueno, ya tienen limpio y funcional su Metrobús. Pero no hablan de que en este país desde ese día hasta hoy han asesinado a 20 mujeres. ¿Ya entendieron por qué la rabia?

Maestra de Literatura en la Universidad Autónoma de México-Xochimilco (UAM-X): “Entiendo las causas de la protesta, pero creo que deben buscarse formas más efectivas que la protesta airada para que cambie esta situación. ¿Qué sigue después de esos ataques a estaciones de transporte? El gobierno abrió mesas de diálogo, ¿pero realmente sirven?”.

Muerte de mujeres en el mundo

La expresión del feminicidio no ha sido eficiente, desafortunadamente, para reducir la incidencia de este crimen de violencia de género en países desarrollados y en desarrollo. En 2012, fueron asesinadas en el mundo 43 mil 600 mujeres y niñas por sus compañeros, exparejas o familiares. Esa cifra supera a las víctimas del conflicto armado en Afganistán ese mismo año. El 11 por ciento de las víctimas denunciaron previamente a sus victimarios ante las autoridades, según el estudio Combatiendo la violencia contra las mujeres, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En 14 de los 25 países de América Latina, los índices de feminicidios son muy altos, y el 98 por ciento de esos casos no llega a proceso judicial. Los países con la mayor tasa en este delito son El Salvador y Honduras, con 14 y 11 asesinadas por cada 100 mil mujeres, respectivamente.

marcha

En 2018, México ocupó el sitio 23 en prevalencia de este delito con una tasa de tres mujeres victimadas por cada 100 mil personas, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Sin embargo, cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revelan una tasa de 4.4 asesinatos por cada 100 mil mujeres. La incidencia mayor se registra en Colima, Guerrero, Zacatecas, Chihuahua, Morelos, Baja California y Tamaulipas.

El maltrato, agresión y muerte de mujeres también se expresa en naciones industrializadas como Estados Unidos (EE. UU.). En la superpotencia mundial una de cada cuatro mujeres es víctima de violencia doméstica, el abuso intrafamiliar no se reporta, las víctimas experimentan miedo de perder la vida o que sus hijos sean lastimados, admite el Centro de Control y Prevención de Enfermedades del Departamento de Salud.

En ese país más de mil 600 mujeres fueron víctimas de violencia de género en 2017, según el Centro de Política de Violencia. En 2018, EE. UU. figuró entre los diez países más peligrosos para las mujeres. Tan intolerable es la situación, que incluso llega a provocarles la muerte, advirtió la Fundación Thomson Reuters.

En 2018, el país europeo con más feminicidios de pareja fue Chipre; la mayoría de víctimas fueron trabajadoras domésticas extranjeras. Le siguieron Austria, 9.4; Finlandia, 9.3; la República Checa, 8.5; Croacia, 7.4; Estonia, 6.3; Hungría, 5.9; Francia, 5.2; Luxemburgo, cinco y Reino Unido 4.2.

El Informe Internacional Violencia Contra la mujer en Relaciones de Pareja, de la Universidad Internacional Valenciana, revela que en España aumenta la tasa de feminicidios en parejas o familiares. Ante la Eurocámara el Lobby de Mujeres europeas denunció en enero pasado que cada semana mueren 50 mujeres en Europa víctimas de violencia doméstica.

Resistencia civil y protestas

20 DE JUNIO DE 1917. Sufragistas rodean la Casa Blanca. Ese día, una delegación rusa visita la residencia y ellas muestran una pancarta con el lema: “Nosotras, las mujeres de EE. UU. podemos afirmar que EE. UU. no es una democracia. A las 20 millones de mujeres que aquí vivimos se nos niega el derecho al voto”.

16 DE JUNIO DE 1976. Estudiantes del barrio negro de Soweto, Sudáfrica, protestan por la ley que obligaba a dar la mitad del curso en lengua afrikáans (de la población blanca). El gobierno asesina a cientos de manifestantes; así comenzó la lucha contra el Apartheid.

2003. Mujeres de Liberia protestan por 14 años de guerras que causaron desplazamientos masivos y violencia de género generalizada. Así nació el movimiento civil que puso fin al conflicto en ese país.

15 DE MAYO DE 2011. Nace el movimiento de Los Indignados en España, cuando decenas de personas acampan en la Puerta del Sol. Se oponen al dominio del capital financiero y corporativo; piden una democracia más participativa lejos del bipartidismo Partido Socialista Obrero de España-Partido Popular. Su impacto llegó a EE. UU. como el movimiento Occupy Wall Street.

Por estas alarmantes y críticas cifras, la Relatoría de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) admitió que ningún país miembro está en condiciones de alcanzar la equidad de género en el plazo previsto. Esa devastadora conclusión demuestra que la protección a millones de mujeres no es prioridad para ningún gobierno.

¿Qué más hacer?

El desdén del Estado mexicano y la sociedad ha influido en la impunidad de la violencia de género contra las mujeres. Las denuncias y las investigaciones impedirían al asesino seguir matando, violando, golpeando, secuestrando; pero como no las hay o las pocas no derivan en averiguaciones, es difícil promover acciones comunitarias. Por ello, los expertos proponen lo siguiente:

Abordar este grave abuso en el entorno familiar, llevarlo a la comunidad y cruzar su debate en los ámbitos social, político y religioso, así como con el mundo empresarial y académico para impactar en la sociedad de forma relevante. Escuchar a las sobrevivientes e integrantes de organizaciones y movimientos feministas para analizar estrategias y soluciones. Garantizar financiamiento y apoyo a esas organizaciones para continuar con su trabajo.

Hombres contra el acoso

Además de practicar el respeto con el ejemplo para eliminar expresiones machistas que alienten la violencia contra las mujeres, también deben promoverse representaciones positivas de lo masculino. Esa práctica debe ser cotidiana en escuelas, lugares de trabajo y hogares.

 

 

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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