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Ota Benga fue un congoleño de 1.25 metros de alto que llegó en 1906 al zoológico de Nueva York; pasó la mayor parte de su tiempo como “empleado” en una jaula gigante en la sección de primates; los visitantes no estaban seguros de lo que era; parecía un hombre muy pequeño y oscuro con dientes grotescamente puntiagudos; dominaba el arco y las flechas y entretenía a la multitud disparándolas; hacía gala de su habilidad para tejer con hilo, ponía caras divertidas y bebía refrescos. Para animar el interés de los paseantes, los guardianes del zoológico colocaban huesos dentro de la jaula donde él pasaba su tiempo.
¿Por qué estaba Ota Benga en Nueva York? Él pertenecía a la tribu recolectora y cazadora de los mbuti o bambuti, que habitaban el Congo, África, cuando este país era considerado propiedad privada del rey Leopoldo II de Bélgica. Mientras reinaba en Bélgica, Leopoldo II se ocupó de convertir al Congo en un verdadero infierno.
A finales del Siglo XIX, el Congo era el principal exportador de marfil, que servía para la elaboración de mangos de navajas, peines, bolas de billar, anillos, broches y estatuillas. La caza de elefantes se convirtió en una eufórica y sangrienta práctica de emprendedores europeos y los nativos que comerciaban marfil. Como el territorio congoleño era “suyo”, Leopoldo lucraba con los impuestos; sangraba a los congoleños que, ante su incapacidad de pagar, se veían obligados a trabajar en una industria que se gestaba en el Congo: la del caucho.
La patente de la bicicleta incrementó la demanda del caucho en el mundo durante 1888, por lo que el Congo se convirtió en una zona productora más rentable. Hacia 1896, el caucho superó las exportaciones de marfil. Entonces Leopoldo instauró la Force Publique para obligar a los nativos a trabajar en tal empresa. Su tarea consistía en desplegarse por el territorio en busca de aldeas para secuestrar a cuantos hombres hallara y, una vez capturados, enviarlos a la producción de caucho.
Con la sangre de sus habitantes, las tierras del Congo se volvían mucho más productivas. Con mayor represión se obtenían mayores ganancias. Si los cautivos se rebelaban, los guardias tenían la orden de asesinar a quien se atravesara; tenían prohibido desperdiciar balas: la orden precisa era matar. Al final del día debían presentar sus armas y si faltaba alguna bala, debían entregar pruebas de la muerte: una mano de la víctima. Esta medida comenzó a aplicarse también para castigar a los congoleños trabajadores; pues era el mecanismo para imponer disciplina. Pero, ¿por qué las manos? Para prevenir la caza descontrolada de elefantes, negocio que debía ser exclusivo de Leopoldo y sus amigos. Los pueblos del Congo se convirtieron en pueblos de mancos de todas las edades y sexos, uno de ellos fue la tribu donde vivía Ota Benga.
Ota Benga fue vendido como esclavo y comprado por Samuel Verne, un antropólogo que viajaba para colectar “razas exóticas” para una feria de curiosidades internacionales en Estados Unidos (EE. UU.). Ota se convirtió inmediatamente en una sensación debido a sus rasgos físicos; pero Verne notó que lo trataban como prisionero, además de someterlo a un constante exhibicionismo; y se lo llevó de vuelta al Congo.
Mas la tribu de Ota estaba disminuida y dispersa, entonces Ota decidió seguir a Verne en sus expediciones. Regresaron a EE. UU., pero Benga no se sentía bien en el ambiente de vida estadounidense, no “encajaba”. Entonces Verne lo llevó al zoológico donde lo recibieron felizmente y lo colocaron en la jaula de los simios. Luego de protestas sociales de la comunidad afroamericana, dejaron a Ota salir de la jaula y pasearse por el zoológico; pero todos los traumas por los que pasó ya habían producido efectos negativos en su persona: se volvió huraño y violento. Ota comenzó a planear su regreso a casa, pero estalló la Primera Guerra Mundial y no pudo acceder a barcos comerciales que lo trasladaran a su hogar. En 1916 robó un arma, encendió un fuego ceremonial, se afiló de nuevo los dientes y se pegó un tiro en el corazón.
Descartes, fundamentalmente era un filósofo racionalista, llegó a escribir otras obras importantes, en 1641 escribió Meditaciones de Filosofía.
Los nuevos ambientes activan en nuestro organismo la producción de dopamina, sustancia que promueve el aprendizaje asociativo.
El movimiento pedagógico “matemática moderna”, de los años 50-60 del s. XX, trajo consecuencias funestas en la educación; por ello, en los años 70, matemáticos como Morris Kline, escribieron este libro que a nuestro juicio tiene actual vigencia.
Ahora se sabe que la homosexualidad está presente en todo el mundo natural, desde los seres vivos más sencillos hasta los más complejos. Protozoarios, algas, plantas, animales invertebrados y vertebrados poseen comportamientos homosexuales.
Muchas de las enfermedades “del mundo moderno” (cáncer, diabetes, hipertensión, asma, demencia) son producto de los “malos hábitos” alimenticios y falta de ejercicio.
La superación de la que habla Marx no niega por completo lo anteriormente construido por la tradición, sino que lo integra y, en algunos casos, lo supone. Aquí lo explico.
El androcentrismo es la palabra empleada para hacer referencia a la masculinización de lo cotidiano en las prácticas sociales, culturales y en el ámbito científico.
Todos los avances de la humanidad tendrán que dejar de ser coágulos de trabajo con plusvalía contenida y tendrán que pasar a ser simplemente bienes y servicios.
A través de milenios hemos inventado más símbolos, creado más conceptos y conexiones conceptuales; pero en esencia el lenguaje matemático es parcial, no puede describir sentimientos, emociones, alegrías ni la poesía.
Las buenas noticias disparadas desde Palacio Nacional, que pintan a un México próspero y “feliz”, parecen no corresponderse con las estadísticas del INEGI.
En febrero de 2001 se publicaron los resultados de casi una década de trabajo del prometedor programa de investigación genética: Proyecto Genoma Humano, el cual logró descifrar el 90 por ciento del genoma humano.
Marx incluyó en su obra El Capital las características de la agricultura capitalista, la cual extraía más nutrientes del suelo de los que le devolvía, dejando a las tierras infértiles.
Desde hace más de un par de siglos el electorado estadounidense está dividido en tercios: uno republicano inamovible, otro demócrata igualmente invariable y otro 33 por ciento inerte.
Su domesticación ha traído casi cien variedades de esta especie, dentro de las que se pueden encontrar plantas con las típicas hojas color verde y escarlata.
Invadiendo el mundo, es una cinta que exhibe con nitidez escenas racistas sobresalientes como la que provocó la muerte del afroamericano George Floyd en Minneapolis.
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Escrito por Citlali Aguirre Salcedo
Maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM. Doctora en Ecología por la Universidad de Umeå, Suecia.