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Para muchas personas, el 8 de Marzo brinda una de tantas celebraciones anuales y no un día especial, en el que se reconoce la aguerrida lucha de las mujeres de vanguardia que a lo largo de los años han exigido respeto a sus derechos humanos y un trato digno e igualitario en los ámbitos familiar, social y laboral.
En una época confusa como la actual, cuando la lucha de las mujeres se ofrece como la simple defensa de sus derechos de género, muchas de ellas han ido más allá, han alcanzado mejores condiciones laborales y como compañeras, maestras y revolucionarias han contribuido al despertar de la clase obrera. Es por ello que desde 2018, cuando llegó al Gobierno Federal un supuesto partido de izquierda, se han manifestado en las calles para denunciar sus precarias condiciones de vida, la violencia delictiva y a gritar que la injusticia social y la pobreza subyugan todavía a México.
Sus protestas nunca fueron del agrado del expresidente morenista; y tampoco lo son para Claudia Sheinbaum Pardo, quien hasta ahora no se ha ocupado de mejorar la situación socioeconómica de las mujeres de las clases populares.
Las mujeres del pueblo mexicano entienden que nada ha cambiado y que, muy al contrario, viven en un escenario donde, para cubrir el gasto familiar, deben salir a trabajar como su pareja, o con amargura ven cómo sus hijos malgastan su vida en las fábricas o la pierden trabajando para el crimen organizado.
Algún despistado dirá que ahora hay oportunidades como nunca, pese a que aún está fresco el recuerdo de 2010, cuando seis empleadas de la empresa Coppel fueron encerradas durante un inventario y murieron durante el incendio en la sucursal de esa compañía comercial. Sí, ésas son las grandes “oportunidades” que ese tipo de empresas brindan a las mexicanas.
Y el gobierno hace muy poco para que en las familias exista un ambiente sano; sus promociones sólo propician la descomposición social. La ley de la selva rige en los hogares, se pavonea en las calles y las empresas, mientras los humildes se distraen en labores de sobrevivencia y los de arriba están tranquilos.
¿A quién le preocupa que no haya empleos y que éstos sean bien pagados? ¿Quiénes, si no los que menos tienen, padecerán los años de recesión económica que, según los expertos, afectarán a México? ¿Qué solución da el gobierno morenista a la deportación masiva de los migrantes, que se fueron al “país de las oportunidades” precisamente porque aquí éstas son el monopolio de los pudientes? No hay gobernante o clase empresarial que pueda ofrecer bienestar porque ambos son responsables de la pobreza y violencia que agobia a las mujeres. Por ello, su lucha merece aplausos, y, más que eso, la adhesión de cada ciudadano de bien dispuesto a sumarse a su causa, una odisea digna del canto revolucionario de los poetas.
En México, los jóvenes pasan más de ocho horas en Internet, aunque la mayoría busque información baladí en las redes sociales.
La discriminación, el maltrato, la agresión física hasta llegar a la violencia extrema son formas en que se presenta en muchos países el grave problema de la violencia contra las mujeres.
La falta de empleos y oportunidades no sólo debe interesar a los afectados, sino también a los gobernantes responsables que se ocupan en garantizar que en su población haya equidad.
El pueblo mexicano continúa con una fe ciega esperando que su suerte cambie.
El dicho popular “el Sol no puede ocultarse con un dedo” se refiere a un hecho por demás obvio: que la realidad no puede ser ocultada con mentiras, triquiñuelas y circo, porque más tarde que temprano la verdad sale a la luz.
El 26.1 por ciento de las mujeres de 15 años y más experimentaron algún acto de violencia en el trabajo.
Las investigaciones se realizan sin perspectiva de género, lo que agrava la situación.
Cada vez resulta más claro que el imperialismo yanqui solamente reacciona a la pérdida de su poder hegemónico en muchas regiones del mundo.
“Verde, vete a casa” es la traducción al español de la frase inglesa con la que los ciudadanos de América Latina rechazaban, según una añeja versión popular, a los soldados de Estados Unidos.
Este organismo autónomo se encargará de garantizar a las mujeres un acceso “real” a la justicia.
Gobernar bien no es cuestión de género.
En las últimas seis o siete décadas ha habido una enorme afluencia de la población rural hacia los entornos urbanos.
Esta situación exhibe la hipocresía del nacionalismo oligárquico local, discurso mentiroso del que también se vale para infundir sentimientos patrióticos en la gente y establecer normas para impedir que otros consorcios le arrebaten el privilegio de explotar y saquear.
Para millones de jóvenes no hay oportunidades laborales ni académicas porque viven en un país donde el modelo de desarrollo ha impuesto una estructura socioeconómica injusta.
¿Cómo no recordar el brevísimo cuento de Augusto Monterroso: “Y cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía ahí”? Sí, aplica perfectamente a la política mexicana.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA