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La señora Guadalupe Osuna Ceseña camina en una de las avenidas más transitadas de Los Cabos, El Tamaral. Hizo el mandado y se dirige a su casa para preparar lo que denomina “los sagrados alimentos”. Mientras anda, como si de una postal se tratara, empapan sus mejillas los luminosos rayos solares, últimos del día, que dan paso a un atardecer gélido y arrebolado. Al fondo, a su diestra, aparecen cientos de casas de cartón, madera, lámina o cualquier otro material de desecho, todas empapadas por lo que parece una lluvia de polvo, como si de una erupción volcánica se tratara, todos los hogares están cubiertos por un manto grisáceo, parecido a la ceniza y casi tan dañino como ésta.
Ella vive en una de las “casas” –si así se puede llamar al lugar cubierto con trapos podridos, trozos de madera, cartón, plásticos de todo tipo y techo de hule, donde pernocta– de la Colonia Unidad López Obrador, una invasión más, que augura varios decenios sin servicios.
Esto no es extraño, sino sumamente común en esta zona de Los Cabos, uno de los cinco municipios de Baja California Sur donde existen bolsones de pobreza y pobreza extrema conviviendo con todas las calamidades que éstas traen consigo. Familias de todo el país han adoptado este sitio, “donde concluye la tierra”, como su hogar, porque alguna persona les dijo: “aquí sí hay trabajo”.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), entre 2015 y 2020 arribaron a esta entidad 72 mil 475 personas; de cada 100, 27 provienen de Guerrero; 10, de Sinaloa; siete, del Estado de México; siete, de Veracruz; y seis, de Ciudad de México; los demás del resto del país. Pero no todo es miel sobre hojuelas: solo en 2020 salieron mil 998 personas de Baja California Sur a otro país, ¿la principal causa?, buscar trabajo; 67 de cada 100 se fueron a Estados Unidos, lo que evidencia que el flujo migratorio es constante.
Y es que, si bien existen empleos, principalmente en el sector terciario de la producción, contrasta con la vida, “que es muy cara”. Los precios de los alimentos básicos de los sudcalifornianos aumentaron casi en un 300 por ciento a inicios de 2021, según informó Lorena Hinojosa Oliva, dirigente estatal de la Cámara de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) y, a inicios de este año, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) indicó que, si bien el Estado de México y Baja California tenían la canasta básica más cara del país, con mil 37 y mil 23 pesos respectivamente, la entidad no estaba muy lejos, porque los precios iban de los 890 a los 996 pesos.
Un estudio de campo del Diario El Independiente, correspondiente al primer trimestre del año, da cuenta de cómo en dos supermercados de Los Cabos, los precios fueron de 922 y 956 pesos, respectivamente. Cabe destacar, según el diario, que en la selección de los productos se evaluó la variedad de marcas y se eligió la de menor costo, dado que con la mayor hubiera superado los mil 20 pesos. En el municipio no hay Central de abastos donde pudiera existir mayor competitividad de precios, incluso en el mercado municipal, el costo de los 21 productos antes referidos se elevaba en un 10 por ciento.
La señora Osuna Ceseña vuelve triste a su hogar, con una pesadez emocional, con poco mandado, con el camino escabroso y la lluvia de polvo que simula el Sahara entre un río de autos que levanta una cortina inmensa de algo parecido a una nube fantasmagórica. Vuelve inquieta a enfrentarse a su realidad, esa terrible que le tocó vivir.
Tiene 38 años, es sudcaliforniana por nacimiento, aunque de padre michoacano y madre guerrerense; ha trabajado de sol a sol en el campo, piscando tomate, fresa, melón chino, especias, etcétera; en la ciudad ha sido garrotera en los comercios, trabajó fregando pisos en los hoteles y como pepenadora de aluminio. Sus manos gruesas, lastimadas por el sol y el trabajo, su mirada compasiva y temerosa, su postura encorvada, su andar lento y su inseguridad –que se revela a cada paso–, evidencian la difícil vida que le ha tocado, los tragos amargos, las escasas alegrías y las nostalgias incontables. Todo eso junto no ha bastado para desaparecer cierto porte femenino que aún conserva y en sus labios se advierte, sorpresiva, una sonrisa. Nunca ha tenido acceso a una vivienda digna como lo marca la ley y quizá ni siquiera tenga noticias de este derecho constitucional.
Es ésta una de las contradicciones más escandalosas de Baja California Sur. La vivienda popular es muy cara, comparada con otras entidades del país. Según datos de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), Baja California Sur fue la entidad con el segundo mayor aumento en vivienda de todo el país, solo detrás de Quintana Roo; en Baja California Sur existe un déficit de 17 mil viviendas –dato reconocido por la titular el INVI, Fernanda Villarreal–, de las cuales, casi la mitad, esto es, cerca de ocho mil 500 familias se encuentran habitando una vivienda irregular, rentan o viven en casa de los suegros. En días recientes, el subdirector de Protección Civil de Los Cabos, Francisco Cota Márquez, reveló que hay unas 45 mil personas que viven en zona de riesgo y alto riesgo, pero esto no solo ocurre en Cabo San Lucas o en San José del Cabo, en la zona rural también hay familias que se quedan incomunicadas cuando llueve.
Baja California Sur cuenta con 73 mil 909 kilómetros cuadrados, es la novena entidad federativa más grande del país, la habitan 798 mil 447 personas –según el censo del Inegi en 2020–, es la segunda entidad menos poblada y la primera menos densamente poblada, es decir, cuenta con mucho territorio y con pocos habitantes, lo que genera una contradicción irritante para los que no tienen un pedazo de patria.
“Se me hace injusto, aquí hay mucha tierra, a nosotros nos ofrecen las inmobiliarias una vivienda pequeña en más de medio millón de pesos; el gobierno no nos da facilidades, siempre dicen, como si no supieran decir otra cosa: ‘no hay reserva territorial’, entonces no nos dejan de otra más que ocupar terrenos irregulares, sin servicios, en cerros o a la orilla de arroyos, donde sufrimos mucho”, comentó para buzos, doña Lupita como le dicen de cariño sus vecinos.
El contraste
Como si de dos caras de una moneda se tratara, la falta de vivienda de las mayorías coexiste con un paraíso. En Los Cabos hay un oasis que solo disfruta la gente rica. Bellos rascacielos les dan la bienvenida, hoteles con acabados de lujo, habitaciones cómodas, aclimatadas, amplios jardines, acogedoras terrazas, bufets con los manjares más deseados, barra libre con bebidas internacionales, cientos de trabajadores a su servicio, seguridad pública y privada cuidándolos las 24 horas del día, divirtiéndose con deportes impracticables para la gente humilde: surf, golf, pesca, entre otros; visitando los centros turísticos más exclusivos, los dólares les rinden siempre más de lo previsto, alguien ha dicho que ‘el dinero no es la felicidad’, pero no hay uno solo que no disfrute su estancia en este edén.
La visita de turistas de todo el mundo genera una explosión económica en la entidad, principalmente en Los Cabos. “El turismo es el motor económico de sudcalifornia y avanza de manera sostenida, presentando cifras favorables de recuperación”, expresó Maribel Collins, titular de la Secretaría de Turismo y Economía (Setue), luego de destacar que en lo que va de este año los tres principales aeropuertos de la entidad superaron los dos millones de visitantes, por lo que se estima cerrar el año superando la expectativa de tres millones.
Lo anterior, dijo, implica el aumento de la infraestructura hotelera, la cual también está creciendo, estimando que actualmente en BCS se ofertan 27 mil 740 cuartos de hotel. Además, Los Cabos es el primer destino turístico del mundo en recibir el distintivo Queer Destinations, por su capacidad de atención hacia la comunidad LGBT+.
La derrama económica generada por el turismo de septiembre de 2021 a agosto de 2022 se colocó en más de 24 mil millones de pesos, lo que significó un incremento del 44 por ciento. Finalmente, la presidenta ejecutiva de la Asociación de Hoteles de Los Cabos, Lilzi Orcí Fregoso, mencionó que el mercado estadounidense representa un 70 por ciento de los viajeros que visitan Los Cabos, y el resto sería del turismo nacional y de visitantes de otros países que empiezan a frecuentar este paradisiaco polo de sol y playa, mostrando además que se está recuperando gracias a la promoción que se expande y a la apertura de nuevas rutas aéreas.
El Fideicomiso de Turismo de Los Cabos (Fiturca) prevé que la ocupación hotelera en este invierno llegará al 90 por ciento; hoy, Los Cabos cuenta con más de 500 vuelos semanales que conectan con 26 ciudades de Estados Unidos y siete de la República Mexicana; la tarifa diaria hotelera promedio de 455 dólares, la más alta del país; crecimiento cercano al 80 por ciento en las llegadas de viajeros internacionales por medio de aviación privada en 2021, en comparación con 2019, lo que representa el 26 por ciento de toda la actividad de viajes aéreos.
En marzo de 2022 se recibieron más de 92 mil viajeros nacionales, 31.5 por ciento más que el mismo periodo de 2019. Uno de los atractivos turísticos más importantes es el golf, la pesca, los deportes acuáticos y sin duda, las playas de distintas tonalidades y arena blanca que atraen tanto a los turistas.
Pero este paraíso para extranjeros no “gotea” ni por equivocación a los más pobres, quienes sufren en comunidades sin agua, luz, ni el “lujo” de tener drenaje, entre calles sin pavimentar, con trabajos en los que les pagan el salario mínimo, servicios de salud deficientes y una inseguridad que crece todavía silenciosamente, pero crece.
Hasta ahora, ni el profesor Oscar Leggs, ni Víctor Castro, presidente de Los Cabos y gobernador respectivamente, han tomado acciones concretas que beneficien de fondo a los más pobres. Según el Coneval, en 2018, ocho mil 900 personas se encontraban en pobreza, sin embargo, durante 2020 esa cifra llegó a 23 mil 400 personas y, para mediados de 2022, se estima que 82 mil 100 personas se hallarán en condición de pobreza.
Además, 51 por ciento de la pobreza se encuentra en los Cabos –Inegi, 2020–. Todo ello a pesar de la recuperación, cual ave fénix, del turismo en el municipio. La situación se agrava por la terrible inflación del ocho por ciento, los 20 mil empleos perdidos en 2020 que todavía no terminan de recuperarse del todo y, finalmente, con los gobiernos morenistas sin auxiliar en la infraestructura social, la vivienda pública, educación y salud, la crisis no se ha hecho esperar y organizaciones sociales reclaman de manera cada vez más constante y con más fuerza una mejor repartición de la riqueza social.
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Escrito por César Palma
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