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El mundo diseña la nueva economía de la era postcovid-19
La pandemia de Covid-19 ha puesto en jaque al sistema capitalista y, con diferencias de matices y medidas estatales, los países industrializados y emergentes enfrentan el porvenir global con incertidumbre.
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La pandemia de Covid-19 ha puesto en jaque al sistema capitalista y, con diferencias de matices y medidas estatales, los países industrializados y emergentes enfrentan el porvenir global con incertidumbre. La catástrofe sanitaria enseña que es necesario crear un nuevo modelo económico centrado en los derechos básicos de las personas. No hacerlo aumentará exponencialmente la amenaza de que el modelo económico ya no pueda superar sus profundas desigualdades.

A casi 10 meses de declarada la pandemia por Covid-19, la mayoría de los 189 países del mundo son víctimas de la crisis sanitaria por el virus que, hasta ahora, ha contagiado a más de 60.5 millones de personas, cobrado la vida de 1.4 millones y damnificado económicamente a la mayoría de sus habitantes.

La pandemia de Covid-19 ha generado una nueva fase de acumulación capitalista internacional y todos los pronósticos advierten que la respuesta a esta crisis serán más guerras, mayor explotación laboral (el incremento del teletrabajo redujo costos a las empresas y los traspasó al trabajador), más despojo y expoliación.

A la conmoción por el riesgo de perder la vida se han sumado la inflación, el déficit fiscal y la recesión. El confinamiento ha acentuado la vulnerabilidad de la clase trabajadora y profundizado las desigualdades del capitalismo, que pauperiza a las naciones tras imponerles endeudamiento masivo y relaciones comerciales inequitativas.

Mientras escalaban los contagios por Covid-19, los gobiernos neoliberales solo vieron como solución reiniciar sus políticas de recortes y privatizaciones, a costa de profundizar la dependencia. En Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE) se decretó el adiós al Estado de bienestar, ahí y en el sur, millones de desempleados compran alimentos a cuentagotas.

Los capitales internacionales fueron los primeros en abandonar los mercados emergentes y, con ello, naciones dependientes como México, Brasil, Argentina y Filipinas recibieron, de modo implacable, el impacto económico de la emergencia sanitaria.

Desempleo

Los analistas financieros afirman que el ritmo de este abandono no se había visto desde la crisis de 2008. Le siguió la depreciación de las monedas al grado de que, en solo dos meses, la inversión neta de 70 mil millones de dólares (mdd) salió de China, India, Sudáfrica y Brasil, indica el Instituto de Finanzas Internacionales (IFI).

A este diagnóstico se suma la ausencia de una izquierda eficaz y congruente. Los partidos políticos parecen incapaces de contender contra la bien organizada estructura de las multinacionales. Este orden económico desigual no puede sobrevivir en la nueva normalidad.

Al combinarse los efectos de la pandemia con la endémica crisis económica de países dependientes, se formó “la economía pandémica”. Esta perversa asociación provocó el endeudamiento público por el aumento en el gasto fiscal destinado a la salud pública, al respaldo a víctimas y a pequeños empresarios para evitar el cierre de sus negocios.

Pero la creciente deuda es un lastre letal, cuyo alivio se intentó pactar en la cumbre virtual del G-20, efectuada el 22 de noviembre. Renuentes a perdonar a sus deudores, las potencias que lideran ese bloque cedieron y, en junio próximo, aplicarán la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda.

Esto significó el rechazo a la prórroga de un año en el pago de la deuda de los países más pobres, que pedía la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los países ricos no aceptaron el uso de los Derechos Especiales de Gyro, un tipo de moneda de urgencia creada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para apoyar a países en dificultades.

Fieles a su natural avaricia, los organismos financieros internacionales consideraron que la deuda apenas afecta a un puñado de países, cuya situación revisarán en los próximos meses. Entretanto, mantendrán sus exigencias de pago a países de ingresos medios como Líbano, Argentina y México.

Nueva economía postcovid-19

El economista Santiago Niño Becerra anticipa seis grandes cambios en la economía del futuro próximo, que con mayor o menor rapidez permearán en los países industrializados y los del tercer mundo.

1. Concentración del capital

Las grandes corporaciones serán más poderosas cada vez; y su tendencia irá hacia la construcción de oligopolios. De esta forma, se rebasará toda idea de competencia, tal como hasta ahora se concebía y, por tanto, desaparecerán muchas pequeñas y medianas empresas o serán absorbidas como satélites por las corporaciones.

Es indudable que la pandemia supone la acelerada concentración de capital, pues para enfrentar el impacto multidimensional de la emergencia, se requiere un resguardo sustantivo de capital, del que no todos disponen, en contraste con las empresas más grandes.

En el primer semestre de 2020, Foment// estimó que podría desaparecer hasta el 40 por ciento del pequeño comercio debido a su baja productividad.

2. Estados pierden peso estratégico

La naturaleza prospectiva de las multinacionales supera la visión de corto plazo en algunos Estados; de ahí que el segundo gran cambio en la economía postcovid-19 sea la acelerada pérdida de su poder e influencia ante las corporaciones. Las ventajas de estas entidades son su capacidad para actuar de forma global, su multiplicación y diversidad especial, así como sus enormes recursos.

“El sistema nos lleva hacia la importancia de los clústers (grupos de empresas de un mismo sector industrial que colaboran con objetivos estratégicos). Hace 20 años dominaba la falacia de que todos juntos (un país, una región o un continente) podrían salir adelante. Eso ya no opera”, advierte el analista.

3. Insiders contra outsiders

El acceso y dominio de las nuevas tecnologías marca una veloz división de la sociedad en dos grupos: personas esenciales, verdaderamente imprescindibles y calificadas como insiders: poseedoras de información privilegiada que desarrollaron destrezas y habilidades para usar y lucrar con ese conocimiento.

Del otro lado están los outsiders, personas ajenas a una comunidad cuyos miembros son necesarios y privilegiados. Es inevitable que estén condenados a la marginalidad en la sociedad y en la economía, pues “es parte de la evoluciónˮ, aunque suene apocalíptico, admite Niño.

4. Más teletrabajo

Desde el primer cuatrimestre de 2020 se generó otro cambio: el de la expansión del trabajo en casa. Con esta práctica, las empresas logran ahorros impensables, entre ellos el que se da con la reducción en la movilidad urbana y una mayor conservación ambiental. Se estima que, por cada trabajador, ahorran, en promedio, hasta 65 por ciento de los costos.

5. Sin libertad individual

Como si el capitalismo, en su etapa imperial, no fuera ya suficientemente enajenante, la pandemia ha aumentado el control de las condiciones laborales y productivas a distancia; pues termina con la relación entre asalariado y empleador en el mismo espacio.

Ese dominio telemático de la población se logró con la instalación de múltiples aplicaciones, que todos aceptan y descargan para facilitar desde la detección de un contagio, que podría ser viral, hasta mejorar su desempeño cotidiano.

Sin embargo, con el aumento de la seguridad personal y colectiva, domina el riesgo de una mayor pérdida de las libertades individuales.

6. Fin de derechos laborales

La era Covid-19 supuso cambios radicales en la jornada laboral. Los turnos de ocho horas dieron paso a jornadas de cuatro horas por seis grupos o por suplencias. Esto implica también el fin de los sindicatos y sus reivindicaciones conocidas hasta ahora. Tras este cambio, el trabajo se hará “por necesidad, cuando se necesite y de la forma en que se necesite”, explican los expertos.

La exigencia de la banca mundial ya causó una debacle en países como Zambia, que se convirtió en el primer país obligado a congelar el servicio de su deuda y a declararse en moratoria. Bolivia advirtió que también considera la posibilidad de suspender temporalmente el pago de su deuda hasta que mejore su economía, explica el analista económico Michael Roberts.

Economía anticapitalista

El futuro económico se interpreta desde dos perspectivas: una, que será como un tsunami y cambiará todo lo existente y otra, que nada cambiará, pues el capitalismo solo se transforma para su beneficio.

El filósofo Gilles Lipovetsky, afín a esta vertiente, estima que la era Covid-19 “predice grandes transformaciones, pero no revoluciones”. Considera que la globalización no desaparecerá, aunque se acentuarán las críticas en su contra luego de ver “que tratar la salud como negocio nos llevó al desastre”.

Sin embargo, a la idea de que predominará el capitalismo bárbaro, se opone otra que propone una forma de neocomunismo. Reconoce que la pandemia auspició nuevas formas de solidaridad.

La necesidad de controlar al poder oligárquico crea un nuevo tipo de sociedad, asegura el filósofo Slavoj Zizek. Alude a las políticas económicas de urgencia que adoptaron, en esta crisis, los gobiernos conservadores, y que podrían interpretarse como socialdemócratas o de izquierda.

Por ejemplo, el primer ministro británico Boris Johnson nacionalizó temporalmente los ferrocarriles; la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron emprendieron medidas económicas que pueden interpretarse como planes sociales.

Población

En EE. UU., cuando el cierre de miles de negocios y fábricas dejó sin ingresos a millones de trabajadores, Donald Trump tuvo que transferir miles de mdd a los ciudadanos para paliar los graves efectos de la pandemia.

También, de forma inédita, se pidió, a la iniciativa privada, coordinarse con el sector público en el suministro de equipos e insumos médicos. La presión económica llevó a gobiernos conservadores como el de EE. UU. y Brasil a tomar decisiones antes impensables, como subsidiar a los sectores más desprotegidos.

Si Barack Obama hubiese adoptado esas medidas, lo habrían acusado de comunista y habría estallado la ira. Sin embargo, estamos ante una situación inédita, porque hoy se vive un momento histórico único que “nos lleva a inventar una nueva forma de vida”, revela el pensador esloveno.

Se impone la renta básica

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que la pandemia ocasionó la pérdida de 195 millones de empleos en el mundo. Por su parte, la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (CBCD) prevé una pérdida global en ingresos de dos billones de dólares.

A su vez, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) prevé que, por esa causa, habrá 35 millones de nuevos pobres extremos en la región. Solo en febrero, China registró pérdidas manufactureras por 50 mil mdd.

Esas cifras justifican la asignación de un ingreso suficiente para cubrir sus necesidades básicas a cada ciudadano del mundo, lo que parecería una revolución en pleno capitalismo imperialista.

Paradójicamente, cada vez más voces influyentes en distintos ámbitos respaldan la asignación estatal de esa Renta Básica Universal (RBU). Fundadores y ejecutivos de Facebook, Microsoft, Amazon, coinciden con el anticapitalista griego Yanis Varoufakis y el pensador estadounidense antihegemónico Jeremy Rifkins, en respaldar esa renta. Incluso han lanzado ensayos locales para medir el comportamiento de tal contribución.

La RBU sería un gran salto cualitativo en la recuperación económica, mientras la inteligencia artificial y la mecatrónica acaban con los empleos

Sin embargo, nada garantiza que en América Latina y en regiones dependientes, la izquierda esté conteniendo al extractivismo, una expresión muy agresiva del capitalismo corporativo. La megaminería continúa, pese a la pandemia, en Colombia, México, Perú, Bolivia y Argentina.

Persistirán las prácticas salvajes del agronegocio y el monocultivo en Brasil y Uruguay; la intensiva extracción de petróleo en Ecuador e Irak; así como la expoliación de comunidades indígenas por órdenes de las empresas multinacionales, explica el analista Darío Aranda.

En este panorama complejo, urge que las izquierdas participen en el diseño del nuevo orden de la era postcovid-19. Hoy parecen incapaces de controlar la situación actual debido a que los partidos de esa corriente viven su propia crisis; sin embargo, son capaces de plantear un efectivo plan anticapitalista, confía el analista Wolfgang Streeck.

Médicos

 

Sin luz al final del túnel

El impacto de la pandemia en la economía mexicana ha sido dramático. Al cierre de empresas y la pérdida de empleos se ha sumado la caída en el precio mundial del petróleo y del flujo de turistas, la primera fuente de ingresos del país. Fuentes especializadas estiman que el Producto Interno Bruto (PIB) de 2020 será -9.8 por ciento, con una leve recuperación del 3.4 por ciento en 2021.

La austeridad en el gasto público impuesto un año antes por el Gobierno Federal para contener el avance de la corrupción, no fue suficiente para paliar los efectos más depredadores de la debacle económica. El resultado fue mayor informalidad laboral, precariedad en los nuevos empleos y menor recaudación fiscal.

Este panorama negativo se reflejó en la caída del peso frente al dólar, que se cotizó en casi 21 pesos, con una depreciación superior al 10 por ciento desde que inició el año. La noticia buena es que las inversiones mostraron una recuperación comparada con otros países emergentes, según el análisis de noviembre del banco BBVA. A ello se suma que las remesas ya son la primera fuente de ingresos para miles de mexicanos.

Sin embargo, no existe una propuesta de corto o mediano plazo para cambiar el modelo económico dependiente de la exportación de hidrocarburos y la inversión extranjera. Esto significa un déficit en las arcas de un país urgido de más y mejor remunerados empleos, de mayor cobertura en apoyos sociales y más y mejor infraestructura médica, cuando suman más de un millón 110 mil los contagiados y se han registrado más de 106 mil decesos.

 

 


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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El consumo resultó afectado debido a la contingencia sanitaria, las medidas de confinamiento y distanciamiento social, así como por la reducción del empleo.

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