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¿Es posible un mundo mejor, libre de pobreza y de egoísmo? ¿Es posible un mundo armónico y multipolar donde todas las naciones cooperen y promuevan el desarrollo científico, tecnológico, económico, educativo, cultural y deportivo? Sí, sí es posible ¿Qué lo impide? El egoísmo individualista y el afán bélico e impositivo de Estados Unidos (EE. UU.), cuya oligarquía cree que sin ella nadie puede proponer un mundo más equilibrado y mejor. El gobierno del Partido Comunista de China (PCCh) demuestra que existe la posibilidad de construir una sociedad mejor y libre de pobreza. Veamos por qué.
La revolución comunista en China triunfó en 1949; y desde ese año se inició una de las grandes transformaciones que consolidó el desarrollo del gran activo de la sociedad china: su población. Más tarde, mediante un congruente análisis marxista leninista de la realidad, sus dirigentes advirtieron la necesidad de abrirse al resto del mundo y combinar las inversiones capitalistas con la destreza y la gran capacidad de trabajo de su pueblo, sin abandonar su liderazgo sobre las áreas estratégicas del país. Esta política fue llamada “reforma y apertura”, que entonces (1974) lideró el presidente del Comité Central del PCCh, Deng Xiaoping y que, a partir de 2012, conduce Xi Jinping con un objetivo claro: desarrollar la tecnología para erradicar la pobreza extrema en China con base en dos premisas de la agenda 20-30: producir riqueza y redistribuirla equitativamente.
El PCCh llega a su XX Congreso con logros importantes: la erradicación de la pobreza absoluta o extrema y con un proceso de desarrollo tecnológico que permite conocer detalladamente, mediante el uso del Big Data, la ubicación y las características de las familias que han salido de esa condición social y darles seguimiento para que no recaigan en la pobreza. El PCCh también llega a su Congreso con grandes logros de cooperación internacional hacia su proyecto La Franja y la Ruta, con lo que ha puesto al servicio de otras naciones las experiencias del impresionante desarrollo económico, social y tecnológico chino; se trata, en rigor, de una oferta de colaboración internacional que contribuye a la creación de desarrollo multipolar.
Frente a este ejemplo de solidaridad internacional, el imperialismo estadounidense ha desplegado, con todas sus energías, una campaña propagandística sucia y anticomunista contra el socialismo, ya que lo asocia con una dictadura, la pobreza, pérdida de libertades y la imposibilidad de desarrollar capacidades individuales. Mentiras. Es una guerra de calumnias con la que pretende atemorizar a la sociedad hacia el socialismo o comunismo, y lo desconocido. Ése es el problema; corresponde a los revolucionarios del mundo la responsabilidad de abrir los ojos de los más necesitados para que sepan que el socialismo con características chinas ha logrado erradicar la pobreza extrema y que este hecho desmiente la propaganda del imperialismo estadounidense.
El informe que el Secretario General del partido gobernante de China fue muy relevador porque hizo un llamado a los más de 95 millones de integrantes del PCCh para que asuman el centenario del nacimiento de éste con más trabajo político esforzado y desprendido, con un estilo de vida modesto y pensando especialmente en el pueblo, porque los comunistas siempre deben poner a éste por encima de todo, además de dirigirlo, orientarlo, educarlo, convencerlo e invitarlo a que se sume a la transformación revolucionaria de la realidad.
El líder del PCCh insistió en que los militantes comunistas deben perseverar en el combate de la pobreza en general; y que como la pobreza extrema ya está erradicada, se debe profundizar en el conocimiento de la situación de las personas en esta situación mediante el uso de la tecnología de comunicación moderna para mantenerse en contacto permanente con ellas e inducirlas a su desarrollo integral. También hizo un firme llamado en favor de la defensa de la paz para el desarrollo, aunque destacó la necesidad de reforzar los mecanismos de defensa militar contra las naciones injerencistas que pretenden apropiarse de un territorio que no es suyo, y quieren violar el principio de “una sola China”. Es necesario, exhortó, asimismo, que los países progresistas del mundo cierren filas para frenar al imperialismo.
Felicitamos al PCCh porque su gobierno representa un ejemplo para los pueblos del mundo, porque muestra cómo debe construirse una sociedad modestamente desarrollada, acomodada, igualitaria, cooperativa y solidaria, a diferencia de los gobiernos belicosos que invaden, interfieren, matan y destruyen a otros países por el supuesto “bien de la libertad y la democracia”, pero que en realidad lo hacen para apoderarse de sus bienes naturales y sociales; y concentrar más su poder imperial.
Los regímenes beligerantes se presentan como salvadores del mundo; pero no vislumbran lo que ocurre en sus países, como es el caso de EE. UU., donde la riqueza de los multimillonarios aumentó de 2.9 billones de dólares (bdd) en marzo de 2020 a 4.7 bdd en junio de 2021 (hrw.org), mientras que el índice de pobreza se incrementó de 11.4 al 11.6 por ciento de 2020 a 2021 (Bloomberg). Es decir, ahora hay más de 38 millones de estadounidenses que viven en la pobreza; aun así, sus gobernantes envían a Taiwán millones de dólares en armamento en lugar de utilizar ese dinero para erradicar la pobreza en su propio territorio.
En México debemos combatir la pobreza siguiendo el ejemplo de China y no con regalos de dinero en efectivo; debemos combatir la pobreza con base en el uso del capital, como instrumento de desarrollo, en la creatividad laboral de nuestro pueblo y en el diseño de un modelo de “socialismo con características mexicanas”, como recientemente propuso nuestro secretario general, Aquiles Córdova Morán. Un México igualitario y justo es posible, pero debemos seguir el ejemplo del PCCh, porque su modelo se ajusta a la filosofía marxista leninista y ha sido exitoso en la construcción de una sociedad modestamente acomodada.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.