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Edgar Allan Poe
Es conocido por su narrativa de terror y su maestría en el relato de influencia gótica; se le considera uno de los grandes maestros de la literatura universal y padre del género detectivesco.
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Fue poeta, narrador, periodista y crítico literario americano, nació en Boston, Estados Unidos (EE. UU.) el 19 de enero de 1809. Es conocido por su narrativa de terror y su maestría en el relato de influencia gótica; se le considera uno de los grandes maestros de la literatura universal y padre del género detectivesco.

Huérfano de padre y madre, pasó por una educación irregular, viajando de su país natal a Escocia e Inglaterra, hasta su regreso a EE. UU., siguió estudiando en centros privados y asistió a la Universidad de Virgini; pero en 1827 su afición al juego y a la bebida le acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado asignado por su padre adoptivo y viajó a Boston, donde publicó anónimamente su primer libro: Tamerlán y otros poemas.

Se enroló luego en el ejército, en el que permaneció dos años. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al Aaraf, y obtuvo, por influencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que fue expulsado a los pocos meses por negligencia en el cumplimiento del deber. La relación con los Allan, padres adoptivos, quienes frecuentemente ignoraban sus llamados de ayuda, terminó por romperse y acabaron desheredándolo. Desde entonces, la miseria y el hambre lo acompañaron. Por apremios económicos pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; adquirió cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York.

En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, quien tenía tan sólo 13 años. En enero de 1845 publicó un poema que lo haría célebre: El Cuervo. Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. En 1849. aún hundido en la desolación, publicó su poema Eureka. Con la muerte de su esposa, el poeta quedó devastado y su vida se fue en picada. Falleció a los cuarenta años el siete de octubre de 1849 en la ciudad de Baltimore. Nunca se aclaró el motivo exacto de su muerte. 

Fue un autor muy fecundo, escribió alrededor de sesenta cuentos, además de una serie de poemas. También escribió novelas, ensayos y textos de otros géneros. Sus ficciones abarcan diversos temas como terror, aventura, ciencia ficción y detectivescos. 

 

Espíritus de los muertos

            I

Tu alma se encontrará sola

entre los pensamientos sombríos de la lápida;

nadie, de entre la gente, espiará

en tu hora secreta.

 

            II

Calla en esa soledad

que no es aislamiento, pues entonces

los espíritus de los muertos que vivieron

antes que tú de nuevo están

alrededor de ti en la muerte, y su poder

te eclipsará: estate quieto.

 

            III

La noche, aunque clara, fruncirá

el ceño y las estrellas no mirarán abajo,

desde sus altos tronos en el cielo,

con luz como esperanza para los mortales,

pero sus orbes rojos, sin brillar,

parecerán a tu fatiga

un arder y una fiebre

que quisieran asirte para siempre.

 

            IV

Ahora hay ideas que no desterrarás,

visiones que no se disiparán;

de tu espíritu nunca más se irán

cual gotas de rocío de la hierba.

 

            V

La brisa, aliento de Dios, está en calma

y la niebla en la colina

sombría, sombría, no se va;

es una señal, un símbolo.

¡Cómo pende sobre los árboles,

misterio de misterios!

 

Lucero de la tarde

Fue a mediados de verano

y mitad de la noche:

los astros, en sus órbitas,

pálidos brillaban, a través

de la luz más fulgente de la Luna,

en medio de planetas, sus esclavos,

alta en el cielo,

su luz sobre las olas.

Contemplé un rato

su fría sonrisa;

harto fría, harto fría para mí,

como un sudario pasó

una nube aborregada,

y me volví hacia ti,

orgulloso lucero de la tarde,

en tu gloria lejana,

y más precioso tu brillar será;

pues dicha para mi corazón

es el orgulloso papel

que representas en el cielo nocturno

y más admiro

tu fuego remoto

que esa luz más fría, inferior.

 

Un sueño dentro de otro sueño

Ten un beso en la frente,

y, al alejarme de ti ahora,

déjame confesar sólo esto:

no estás equivocada si piensas

que mis días han sido un sueño;

mas si la esperanza ha volado

en una noche o en un día,

en una visión o en ninguna,

¿acaso se ha ido menos?

Cuanto parecemos y vemos

sólo es un sueño dentro de otro sueño.

 

Estoy de pie, en medio del rugido

de una orilla herida por las olas,

y mi mano contiene

granos de la dorada arena.

¡Qué pocos! ¡Cómo se deslizan

entre mis dedos a lo hondo,

mientras yo lloro, mientras lloro!

¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar

uno tan solo de la inclemente ola?

¿Es cuanto parecemos y vemos

tan solo un sueño dentro de otro sueño?

 

El lago

En mi tierna juventud fue mi sino

frecuentar un lugar

de todo el ancho mundo

que no pude por menos que querer,

tan encantadora era la soledad

de un lago agreste rodeado de rocas

negras, y de pinos dominándolo.

Mas cuando la noche tendía su velo

sobre ese lugar, igual que en todos,

y pasaba el místico viento

murmurando melodías,

entonces, ¡oh!, entonces despertaba

al terror del lago solitario.

 

Pero el terror no era miedo,

sino un trémulo goce, un sentimiento

que una mina de piedras preciosas

no me enseñaría o sobornaría

para definir. Ni el amor, aunque fuese el tuyo.

 

La muerte estaba en esas ponzoñosas

ondas, y en su seno una tumba en consonancia

para aquel que podía hallar solaz

allí para su sola fantasía,

cuya alma solitaria pudo hacer

un edén de aquel lago apagado.

 

El valle de la inquietud

Una vez sonrió un silencioso valle

donde nadie habitaba;

se habían ido las guerras,

confiando a las estrellas de suaves ojos

cada noche, desde sus azules torres,

la vigilancia sobre las flores,

en medio de las cuales todo el día

la roja luz del Sol descansaba perezosa.

Ahora cada visitante confesará

la inquietud del triste valle.

Nada es allá inmóvil,

nada salvo el aire que cavila

sobre la mágica soledad.

¡Ah! ¡Ningún viento mueve aquellas nubes,

que susurran a través del sin-sosiego cielo,

inquietamente, desde la mañana hasta la noche,

sobre las violetas allí yacen

en incontables tipos para el ojo humano,

sobre los lirios que allí se agitan

y lloran sobre una desconocida tumba.

Ondean: de sus fragantes cabezas

el eterno rocío se derrama gota a gota.

Lloran: de sus delicados tallos

lágrimas perennes descienden como joyas.


Escrito por Redacción


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