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Los soviets fueron consejos de obreros, campesinos y soldados formados originalmente en Rusia durante las revoluciones de 1905 y 1917. Estos soviets fueron una forma de organización, deliberación y autogobierno espontáneo de los trabajadores. Los primeros de ellos, como el soviet formado en la zona textil de Ivánovo-Voznesensk en mayo de 1905, iniciaron sus actividades como comités de huelga, pero rápidamente excedieron tales funciones, adquiriendo un carácter más político y ayudando a encabezar la lucha de los trabajadores contra el gobierno zarista.
Recordemos que, recién en 1904, el anterior zar, Alejandro III, había fallecido por una enfermedad, cediendo el trono a su hijo, Nicolás II, quien se caracterizó por ser particularmente despótico e incompetente para enfrentar los grandes retos que implicaba el gobierno ruso. A esto hay que agregar que, en ese mismo año, Rusia entró en guerra con Japón, situación que sólo elevó las inconformidades y malestar entre la población.
El nueve de enero de 1905 hubo una manifestación encabezada por el Padre Gapón, un clérigo que convenció a un nutrido grupo de campesinos de dirigirse hacia el Palacio de Invierno para externar su inconformidad ante el zar y solicitar su intervención para remediar los problemas del pueblo. Sin embargo, antes de que los manifestantes pudieran llegar siquiera a su destino, fueron interceptados por la policía y el ejército, quienes dispararon contra la multitud, dando origen al “domingo sangriento”.
Este evento socavó la confianza en el zar y motivó importantes huelgas y protestas de trabajadores durante los meses siguientes. En mayo se formó el ya mencionado soviet de Ivánovo-Voznesensk y, en octubre, el soviet de San Petersburgo, seguido del soviet de Moscú y otros más en al menos 28 ciudades y provincias de todo el imperio ruso (Los Soviets: Su origen, desarrollo y funciones, Nin, 1932).
Sin embargo, la reacción contra los soviets no se hizo esperar. El mismo mes en que se fundó el soviet de San Petersburgo, Nicolás II promulgó el “Manifiesto de octubre”, en el que se comprometía a elaborar una constitución, así como a otorgar libertades civiles a la población y convocar a elecciones para la formación de un parlamento (la Duma).
La proclamación de este Manifiesto vino acompañada del surgimiento de partidos de derecha, como el Partido Democrático Constitucional (Kadete) o el partido Unión del 17 de Octubre (Octubrista). Estos partidos tenían el objetivo deliberado de preservar la monarquía, aunque bajo una forma liberal (constitucional y parlamentaria).
Asimismo, y con la venia del gobierno, proliferaron agrupaciones conservadoras sumamente violentas conocidas como “Centurias Negras”. Estas Centurias estaban conformadas por distintas agrupaciones, algunas previas a 1905. Sin embargo, todas ellas tenían algo en común: actuaban de forma violenta para desarticular grupos opositores al zar y amedrentar a poblaciones étnicamente minoritarias.
Las proclamas liberales de Nicolás II eran una farsa, un intento de apaciguar la inconformidad popular, mientras conseguía desarticular a la oposición. En estas circunstancias, el 22 de noviembre de 1905, varios miembros del soviet de San Petersburgo, junto con su presidente, fueron detenidos. Ante la ilegalización de los soviets, hubo intentos de mantenerlos en la clandestinidad, pero fracasaron. A inicios de 1906, la reacción zarista había logrado frenar a los soviets.
Entre 1906 y 1914 hubo muchos cambios políticos. Las primeras dos dumas fueron disueltas a los pocos meses de su creación (en 1906 y 1907), dejando claro que el zar sólo toleraría un parlamento dócil a su mandato. Así, la tercera y cuarta dumas estuvieron presididas y conformadas en su mayoría por miembros de los Kadetes o los Octubristas. Sin embargo, a partir de 1910, empezó un nuevo periodo de ascenso del movimiento obrero, situación que sólo se intensificó con el ingreso de Rusia a la Primera Guerra Mundial.
A decir del historiador Orlando Figes, Rusia no estaba preparada para participar en una guerra como la de 1914: no contaba con la tecnología militar, la dirección adecuada ni la administración pertinente para sostener el conflicto. Después de un año de relativos avances y retrocesos, hacia finales de 1915, Rusia comenzó a perder la guerra. Para 1916, las derrotas, las bajas y la carestía crecientes ya habían generado importantes inconformidades entre los soldados, la burocracia, la burguesía y los trabajadores.
En febrero de 1917, tras un periodo con protestas intermitentes y en medio de un invierno particularmente crudo, el gobierno anunció una política de racionamiento del pan. Las mujeres de Petrogrado no lo toleraron más. El 23 de febrero (ocho de marzo en el calendario gregoriano) salieron a protestar para exigir pan para sus hijos. Por la tarde, los hombres se unieron a las movilizaciones.
En los días 24, 25 y 26 de febrero las protestas escalaron, las huelgas se generalizaron y el conjunto de la sociedad rusa entró en crisis. El día 27, los representantes de la Duma formaron un Comité Provisional para reestablecer el orden del país. Ese mismo día resurgió el soviet de Petrogrado y en las semanas siguientes lo harían los de muchas otras ciudades y pueblos de Rusia.
El 1ro de marzo, miembros del Comité Provisional interceptaron a Nicolás II y le sugirieron la abdicación con el objetivo de convocar a una Asamblea Constituyente y restituir a la dinastía Romanov en la figura del Duque Mijaíl, hermano menor de Nicolás. Este último aceptó y el dos de marzo presentó oficialmente su abdicación. El Comité Provisional, con el visto bueno del soviet de Petrogrado, se erigió en Gobierno Provisional, pero bajo la condición de no actuar en contra de los intereses de los soviets.
En abril, Lenin volvió de su exilio con la consigna de entregar todo el poder a los soviets, terminar con la guerra y atender la carestía de alimentos. Durante estos meses, los soviets siguieron reapareciendo por toda Rusia, de tal modo que para junio fue posible realizar su Primer Congreso Panruso. Este evento resulta notable porque, aunque los soviets parecían no advertirlo, en los hechos, habían logrado conformar una estructura organizativa para el autogobierno de los trabajadores. Esto lo tenía claro Lenin quién, por lo mismo, consideraba absurda la idea de entregar el poder a una Asamblea Constituyente.
Entre junio y julio hubo nuevas protestas de los trabajadores rusos enarbolando la consigna leninista de “todo el poder a los soviets”, por lo que el Gobierno Provisional decidió levantar una orden de arresto contra el líder bolchevique, quien tuvo que exiliarse en Finlandia. Durante julio de ese mismo año, el Gobierno Provisional, presidido por Kerensky, intentó inútilmente una nueva ofensiva militar contra Alemania. En agosto, el general Kornílov intentó dar un golpe de Estado para instaurar una dictadura militar, pero también fracasó.
Para septiembre, tanto el Gobierno Provisional como el ejército, habían quedado desprestigiados, lo que se tradujo en un creciente apoyo a los bolcheviques. Ahora las condiciones eran propicias. El 10 de octubre, el partido bolchevique, junto con Lenin, que había regresado clandestinamente al país, decidieron destituir por la fuerza al Gobierno Provisional. El momento elegido fue la madrugada del 25 de octubre, antes del Segundo Congreso Panruso de los soviets.
No era coincidencia. Los bolcheviques tenían claro que el poder político debía descansar en la fuerza y organización de los soviets, por lo que su golpe de Estado debía ser respaldado por el Congreso, y así fue. Ese mismo día se formó un Consejo de Comisarios del Pueblo para ejercer el nuevo gobierno, con Lenin a la cabeza. Sin embargo, aún en este momento, los soviets seguían contemplando la idea de hacer una Asamblea Constituyente, situación que sólo se revirtió en enero de 1918, en el Tercer Congreso.
Es sumamente remarcable el papel de los soviets en la consecución de la revolución rusa. Es cierto que el partido bolchevique jugó un rol decisivo: (1) permitió que el poder de los soviets prevaleciera por sobre el Gobierno Provisional, (2) evitó que el poder fuera entregado a una Asamblea Constituyente mayormente integrada por grupos liberales y monárquicos, (3) logró negociar la salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial y (4) permitió superar la ulterior guerra civil, además de (5) coordinar la reconstrucción del país durante la década siguiente. Sin embargo, el partido bolchevique no podría haber logrado esta influencia si, previamente y de manera simultánea, los Soviets no se hubieran erigido como una organización autónoma, con una importante presencia en todo el país y con un congreso nacional que permitiera tomar acciones coordinadas de forma conjunta.
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Escrito por Pablo Bernardo Hernández
Licenciado en psicología por la UNAM. Maestro y doctor en ciencia social con especialidad en Sociología por el Colegio de México.