Los bloqueos de carreteras que los productores agropecuarios marcan un punto de inflexión en la lucha del campo mexicano en contra del abandono en que los mantiene el Gobierno Federal.
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A finales de los años 80 y principios de los 90, México rompió con ese modelo nacionalista y se empeñó en obedecer los intereses de los norteamericanos mediante la incorporación del país al Tratado de Libre Comercio con América del Norte (el famoso TLCAN), que se nos presentó como el modelo de desarrollo y la panacea a todos los males. Así, con la firma de ese tratado, México alcanzaría la modernidad; sin embargo, con el paso del tiempo, se difundió que el TLCAN estaba bien, pero que se requerían las reformas estructurales planteadas por Peña Nieto. Lo cierto es que la clase gobernante obedeció los lineamientos provenientes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial; y nos convertimos en lacayos de los norteamericanos.
Desde Salinas hasta Felipe Calderón, los intereses de los grandes capitales industriales y los intereses de los norteamericanos estuvieron salvaguardados. Con la llegada de Peña Nieto, iniciaron las reformas llamadas estructurales que favorecían “al capital nacional” y al extranjero, pero agregaron una variante que no estaba contemplada por EE. UU.: el comercio con China. En 2013 se firmó un acuerdo de cooperación con el Presidente Xi Jinping. Los problemas iniciaron cuando Peña Nieto, sin permiso de EE. UU., se atrevió a visitar China e hizo un contrato con el país asiático para la construcción de un tren de alta velocidad de México a Querétaro.
La respuesta norteamericana no esperó mucho. El Partido Acción Nacional, la derecha, inició una recia campaña mediática contra Peña Nieto y Videgaray, en torno al escándalo de la “Casa Blanca”, con información proporcionada muy seguramente por los órganos de inteligencia norteamericana. El apretón norteamericano dobló a Peña y canceló los contratos con China ya firmados y aprobados legalmente, lo que representó un agravio para los chinos, pero mostró que, si Peña y Videgaray pretendían decidir independientemente, sin considerar los intereses de EE. UU., habría consecuencias. Algo parecido sucede hoy con el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo, que está cediendo a los intereses de EE. UU. y quiere imponer sanciones a las inversiones y mercancías chinas, grave error desde mi punto de vista.
La llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al gobierno arrebató el poder a Peña y a ese sector de los poderosos que, aunque no se oponían a los intereses estadounidenses, pues las negociaciones del Tratado México-EE. UU.-Canadá fueron realizadas por Peña con su gobierno, quisieron buscar una alternativa de desarrollo relativamente distinta, que los llevara a negociar con China.
Con la llegada de AMLO, los poderosos empresarios mexicanos, con Slim a la cabeza, ganaron fuerza y pudieron obtener contratos jugosos como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía, entre otras obras y desplazaron a otras empresas afines al equipo de Peña Nieto. Sin embargo, en una primera fase, los norteamericanos, en función de sus propios intereses, que no se veían afectados seriamente, optaron por “tolerar” a Morena. El mismo AMLO se encargó de señalar que a los poderosos en México (e incluía a los poderosos estadounidenses) “les había ido bien”, que no se podían quejar, que habían incrementado sus ganancias.
La llegada de Sheinbaum Pardo, “continuadora” de la “Cuarta Transformación” (4T) y primera mujer Presidenta en México, prendió las alarmas con la llegada de Trump, pues parece que no están muy conformes con su administración ni con la idea de que se perpetúe la 4T en el poder.
Por ello, ahora somos testigos de una serie de escándalos que reflejan la descomposición interior del gobierno morenista (escándalos que son responsabilidad de los morenistas, pues con el poder se han corrompido, y ahora muestran su verdadera esencia); y esa condición es simplemente la herencia directa del “paladín”, del luchador incansable contra la corrupción, quien no sólo no acabó con ella, sino que ahora sus propios hijos están involucrados en escándalos de corrupción. Ésa es la 4T.
Por eso vemos ahora ya abiertamente a las clases poderosas en campaña con un candidato avalado por EE. UU. y sus élites: Ricardo Salinas Pliego. No es la primera vez que las clases del dinero pretenden gobernar directamente a México, ya lo intentaron con Manuel Clouthier y no prosperó su intento. Van a aprovechar la infraestructura del poderoso Salinas Pliego para hacer campaña: toda la base de datos de la clase media y clase baja está en manos de la empresa Elektra; y ni se diga del Banco Azteca, desde donde los poderosos podrían dispersar dinero a cambio de votos. Ello se vio en la celebración de su cumpleaños, donde Salinas Pliego reunió a 20 mil personas.
De ello se deduce, claramente, que EE. UU., que representa a la derecha fascista, tiene el propósito de pelearle el poder a Morena. El peligro es ése, pues si la derecha gana las elecciones, tendremos un Milei o un Zelenski con características mexicanas, que obedecerá a los intereses de los poderosos, pero en detrimento de los más humildes y de las clases trabajadoras.
Es por ello que los trabajadores de México no pueden mirar pasivamente tales acontecimientos, pues de lograrse ese cometido por la derecha, la cuestión pintará mal, pero también con Morena las cosas están mal; así que sólo nos queda prepararnos, unirnos y organizarnos para tomar el poder político y gobernar esta patria. Debe haber un gobierno de los trabajadores en México y el peligro es que los graves errores y actos de corrupción de Morena le abran camino a la extrema derecha para que se haga con el poder y México caiga en manos de la reacción. Evitemos eso y hagamos crecer la fuerza que hará el cambio verdadero en México; el instrumento social para lograrlo es el Movimiento Antorchista Nacional.
Los bloqueos de carreteras que los productores agropecuarios marcan un punto de inflexión en la lucha del campo mexicano en contra del abandono en que los mantiene el Gobierno Federal.
La realidad presente y la historia nos alertan de que el peligro es real.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.