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Brasil Acosta Peña
El gobierno de los trabajadores
Organizarse para la construcción de un cambio revolucionario en México es algo verdaderamente difícil, dado el atraso intelectual y cultural en el que tienen sumergido a nuestro pueblo.


Organizarse para la construcción de un cambio revolucionario en México es algo verdaderamente difícil, dado el atraso intelectual y cultural en el que tienen sumergido a nuestro pueblo. Para poder hacer una revolución, es necesaria una fuerza capaz de hacerla, pero tal impulso social debe estar consciente, claro, preciso, con visión de futuro y dispuesto a hacer lo correspondiente para cambiar efectivamente las cosas. Sin embargo, es ahí donde está el problema pues, lamentablemente, la gente con relativa facilidad es manipulada por los poderosos y difícilmente logran ver que ellos son la fuente de transformación revolucionaria.

Una educación profunda de las masas es, por lo tanto, la tarea fundamental que debemos realizar con tenacidad y persistencia para despertarlas. Por ello se requiere, al mismo tiempo, una fuerza consciente que cumpla con esta tarea; un ejército de educadores sociales y luchadores que despierten al pueblo, bien preparados y educados a su vez, que le enseñen a luchar y convertir la realidad social en México, de la descomposición en que ahora se encuentra, en un horizonte brillante y mejor para el mundo.

Las juventudes, en este sentido, deben iniciar un proceso de educación y transformación revolucionaria para convertirse en los futuros líderes que, a su vez, eduquen a las masas. La dificultad radica en que las juventudes no ven el problema así, no sienten la necesidad de educarse porque están controladas y manipuladas por la corrupción del sistema capitalista que induce a la gente a apreciar a sus explotadores, como entes superiores a quienes debe rendirles pleitesía; y eso es precisamente lo que debemos cambiar.

Efectivamente, la corrupción nacida de la injusta distribución de la riqueza representa el primer factor de contención frente a la organización de los jóvenes y los trabajadores por evitar que éstos efectúen la revolución. El sistema ha creado mecanismos muy eficientes para controlar la mente y el comportamiento de los trabajadores: la televisión, la radio, las series, las películas, los periódicos, los programas escolares acríticos y, sobre todo, el teléfono celular son mecanismos eficientísimos para controlar al pueblo.

Hasta dónde ha llegado el control de los poderosos en las mentes de los trabajadores, que no descubren siquiera la fuente de su explotación, el epicentro de sus males, que no es otra cosa más que la apropiación del trabajo ajeno, es decir, el trabajo que ellos realizan con su propio sudor y esfuerzo; pero son los patronos quienes realmente se quedan con la mayor parte de la riqueza producida por los trabajadores; y ellos se conforman (tal vez no de buena gana, pero después de alguna queja “en el aire”, fingen que nada hubiera pasado) con la mísera parte de la riqueza que producen y les dan. Peor aún, algunos trabajadores no ven en sus verdugos a gente mala ni de mala entraña; más bien, les resultan “paternales”, “buenos” o amables.

La gente agradece al patrón que la explote, que la obligue a trabajar muchas horas y que reciba unos cuantos pesos a cambio de toda la jornada laboral, en contraste con el esfuerzo que realiza. Se crea mucha riqueza con el trabajo del ser humano, pero se le retribuye muy poco para mejorar su suerte; y el obrero no protesta, está conforme (o si no lo está, no se rebela, pues pueden correrlo).

Por eso es que un gobierno de los trabajadores resulta urgente y necesario; un nuevo gobierno debe surgir de las entrañas del pueblo para que el mismo pueblo organizado, y con el poder en sus manos, gobierne con base en los intereses del propio pueblo. No se requiere que los ricos sean más ricos, se requiere que los trabajadores gobiernen para que ellos decidan con base en sus intereses y no por los intereses de unos cuantos; se requiere que los trabajadores generen la riqueza, gobiernen el proceso de distribución y transformen la realidad en una nueva y más desarrollada.

¿Qué harían los trabajadores si gobernaran a México? Con una visión científica de la realidad, con el estudio del marxismo-leninismo a profundidad, serían capaces de transformar la realidad efectivamente. Escribió Marx en su Tesis número 11 sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, es decir, que para transformar la realidad, no basta con usar la filosofía que deja las cosas como están, o aquellas que funcionan al estilo gatopardo: que “haya que cambiar algo para que todo siga igual”, se trata de que los creadores de la riqueza, es decir, los trabajadores de México, sean quienes real y verdaderamente encabecen la construcción de una nueva patria basada en sus propios intereses y no como hasta ahora sucede: que se gobierna a favor de los más ricos.

Los trabajadores sabrían gobernar, como saben conducir una fábrica (aunque ahora no es de su propiedad, pero saben más cómo se hacen las cosas en ella que su propio dueño), como quienes construyen los edificios, acondicionan las carreteras, los que barren las calles, atienden los hospitales, los comercios, los que limpian en las bibliotecas, etc., por su experiencia, saben hacer las cosas; sin embargo, se requiere una guía acertada de las masas para que esto suceda y la realidad cambie. Morena no es esa guía. Ninguno de los partidos políticos de México tiene las características para efectuar una transformación revolucionaria de México para bien de los trabajadores.

No obstante, ya existe el instrumento que podrá ayudar a los obreros a cambiar la realidad; y ese instrumento social, que debe crecer y convertirse en la fuerza de cambio, es el Movimiento Antorchista Nacional (MAN). Los trabajadores de México, para poder gobernar, deben organizarse, educarse y luchar para conquistar el poder político. Con el poder político iniciará un proceso de cambios profundos que no resolverán todas las dificultades de la noche a la mañana, pero se habrá despegado el potencial transformador del pueblo y con un proceso de educación permanente, trabajo constante entre las masas, de vigilancia para no desviarse del rumbo, el futuro luminoso llegará. Por ello, debemos trabajar para instruir a los educadores y convencer a los trabajadores de que se organicen en el MAN y juntos podamos construir una sociedad más justa y mejor para todos con un gobierno emanado del pueblo. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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