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Cada año, cuando se acerca el Día de Muertos, las calles se llenan de un color naranja intenso acompañado de un envolvente aroma. Se trata de la flor de Cempasúchil, que se ha convertido en un símbolo icónico de esta festividad. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué el cempasúchil tiene ese aroma tan característico? Detrás de su belleza y significado cultural se esconde una interesante historia científica que explora los compuestos químicos y los procesos biológicos responsables de la “experiencia multisensorial” que ofrece esta flor.
El cempasúchil, científicamente conocido como Tagetes erecta, es una flor nativa de México y Centroamérica. Su historia se remonta a las antiguas civilizaciones de la América precolombina, como los aztecas y los mayas, que utilizaban la flor en ceremonias religiosas y como ofrenda a sus dioses. Con la llegada de los conquistadores europeos en el Siglo XVI, el cempasúchil se extendió por todo el mundo y se convirtió en un elemento esencial en las ofrendas del Día de Muertos.
En el continente americano se han identificado un total de 58 especies de cempasúchil; y México alberga la asombrosa cifra de 38 de estas variedades. No obstante, aunque su uso en México es mayormente ornamental, también tiene usos medicinales, tintóreos y como alimento de aves de corral. Incluso, tiene importancia como planta ritual en naciones de tradición budista.
Una de las características más distintivas del cempasúchil es su intenso y peculiar aroma. Cuando nos acercamos a un arreglo de cempasúchil, experimentamos ese olor dulce que llena el aire. Este aroma es fundamental en la celebración del Día de Muertos, ya que se cree que guía a las almas de los difuntos de regreso a la Tierra.
Pero, ¿cómo se produce este aroma y qué lo hace tan especial? El aroma del cempasúchil es el resultado de una compleja mezcla de compuestos químicos que interactúan en la estructura de la flor. Uno de los compuestos más importantes responsables de su olor característico es el beta-cariofileno, un terpeno que se encuentra en muchas plantas. El beta-cariofileno, conocido por su aroma especiado y atractivo, es uno de los compuestos responsables del aroma de otras plantas, como el clavo de olor y la pimienta negra. Además del beta-cariofileno, el cempasúchil también contiene otros terpenos, como el alfa-pineno y el limoneno, que contribuyen a su aroma. Estos compuestos se liberan lentamente desde las glándulas de la flor y se dispersan en el aire, creando ese aroma tan distintivo y agradable que asociamos con el cempasúchil.
Entonces, ¿por qué el cempasúchil ha desarrollado esta mezcla de compuestos aromáticos? La respuesta se encuentra en la biología y la evolución de la planta. El aroma del cempasúchil tiene un propósito biológico claro: atraer a los polinizadores, en su mayoría abejas y mariposas, que son esenciales para la reproducción de la planta. Los compuestos aromáticos actúan como una señal para los polinizadores, indicándoles que hay néctar disponible en la flor. Cuando las abejas y las mariposas se acercan a las flores de cempasúchil en busca de alimento, inevitablemente recogen polen y lo transfieren a otras flores cuando se mueven. Esta polinización cruzada es esencial para la fertilización de las plantas y la producción de semillas.
El cempasúchil, con su aroma embriagador y su rica historia cultural, es una joya de la naturaleza que ha capturado los corazones y las mentes de personas en todo el mundo. A medida que nos adentramos en el Día de Muertos, podemos apreciar científicamente la belleza de esta flor emblemática y su papel en la celebración de la vida y la memoria de aquellos que ya no están con nosotros. El cempasúchil nos recuerda que la ciencia y la cultura pueden estar entrelazadas de formas sorprendentes; y que a veces, un simple aroma puede evocar recuerdos y emociones que trascienden el tiempo y el espacio.
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Escrito por Neftaly Cruz Mireles
Columnista de ciencia