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El futuro llegó de repente y aplastó brutalmente la tranquilidad de la burguesía digital. En 2024, las actualizaciones sobre el desarrollo de la inteligencia artificial de OpenAI, empresa estadounidense, no dejaron de fluir. Sin embargo, a China sólo le bastó con liberar un producto para echar abajo todo el humo que traía consigo la inteligencia artificial occidental.
Esbocemos breve y sencillamente qué es la Inteligencia Artificial (IA). La IA es una serie de modelos matemáticos aplicados en la computación que mediante un almacenamiento enorme de información permite tomar decisiones con base en indicaciones dictadas por humanos; es a través de las órdenes y la identificación de patrones en las órdenes e información generada por humanos como la IA esboza respuestas y toma decisiones. En síntesis, la IA es un conjunto de modelos matemáticos de computación, o algoritmos, en constante aprendizaje, todo con base en decisiones e información humana.
Las versiones de IA más básicas a las que el público tiene acceso son los llamados chatbots, algo muy parecido a las respuestas automáticas generadas por algunos negocios en WhatsApp, donde al recibir mensajes para consultar precios, horarios o detalles sobre algún producto se genera de manera automática una respuesta. Los modelos más avanzados pueden realizar respuestas más específicas a preguntas académicas, de salud o dudas cotidianas. Lo que nos debe quedar claro es que, desde sus versiones más elementales, la IA tiene cupo en la vida diaria.
Cabe destacar que, hasta febrero de 2025, las IA son una tecnología imperfecta, joven y en desarrollo, muchos países del mundo, sobre todo del bloque BRICS+, se han planteado preguntas en conjunto sobre la relación que la humanidad debe tener con ella; en esta discusión, sin embargo, los países de Occidente no han sido muy participativos.
Estados Unidos, por su parte, al ser la cabeza del viejo mundo occidental, ha sido la sede de cientos de ejercicios y emprendimientos en torno al desarrollo de la IA, todos ellos desde la iniciativa privada. Según la lista de Forbes, que reconoce a las 50 empresas de Occidente más destacadas en materia de IA, las tres iniciativas más destacadas son estadounidenses con sede en California: OpenAI con fondos por 86 mil millones de dólares (mmd) y fundada en 2015; Anthropic, con 18.4 mmd, fundada en 2020; y Databricks, con 43 mmd, fundada en 2013.
El auge de las IA occidentales no esbozaba siquiera un escenario posible tan disruptivo como el que se dio el pasado 27 de enero tras el lanzamiento de Deepseek. Las noticias desfilaban alertando sobre un hecho sin precedentes y las bolsas de valores, encabezadas por las estadounidenses, se teñían de un rojo muy parecido al de la bandera china.
Deepseek, la Inteligencia Artificial de China, llegó a territorios occidentales, a pesar de “La inútil guerra de EE. UU. contra China” de la que Nydia Egremy hablaba magistralmente en un reportaje para este medio en 2019.
Todo el mundo parecía sorprendido de la disrupción de la tecnología del gigante rojo, todos, menos quienes conocen y reconocen el valor de la industria china.
Pavel Durov, el empresario ruso dueño de Telegram y conocedor de las entrañas del negocio tecnológico, señaló lo siguiente: “El progreso de China en eficiencia algorítmica no ha surgido de la nada. Los estudiantes chinos han superado durante mucho tiempo a otros en matemáticas y programación en las olimpiadas internacionales. Cuando se trata de producir estudiantes destacados en matemáticas y ciencias, el sistema de educación secundaria de China es superior al de Occidente. Fomenta una feroz competencia entre los estudiantes, un principio tomado del modelo soviético altamente eficiente” (Hindustan Times, 30 de enero, 2025).
Como Durov afirma contundentemente, algo que los medios de Occidente no pueden, la raíz del éxito de Deepseek radica en la naturaleza de sus desarrolladores. La industria de IA en EE. UU. sirve a intereses comerciales y a la especulación, algo que no prioriza el desarrollo sano de la tecnología ni su aplicación en la resolución de problemas sociales, sólo comerciales. Por el contrario, los desarrolladores de China cuentan con una preparación muy superior, que aunque con menor presupuesto, está en condiciones de darle batalla a los grandes proyectos occidentales, que no son ni la mitad de eficientes, ni económicos.
Deepseek, es sólo una muestra del modelo económico chino ya en marcha, las primeras generaciones de profesionales formados después de la erradicación de la pobreza en China no sólo tienen niveles de competencia superiores, sino un sentido común al servicio del progreso humano. El nuevo mundo nace, la tecnología será clave, sí hay lugar para el optimismo.
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Escrito por Óscar Manuel Pérez
Licenciado en Comunicación por la UNAM.