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“Los seres humanos observamos el mundo natural como reflejo de la organización social dominante en la realidad de nuestras vidas”. Esta premisa, enunciada por el biólogo estadounidense Richard Levins, hace eco de la crisis ambiental generada por el cambio climático. Las consecuencias son de magnitud global y varios expertos en ciencias biológicas coinciden en que nos enfrentamos a una sexta extinción masiva.
Con la finalidad de enfrentar la crisis ambiental, conviene rediscutir un viejo debate entre dos conceptos de la teoría evolutiva que aclaran la relación de los seres vivos con su medio ambiente: competencia y cooperación.
En su teoría sobre El origen de las especies (1859), Charles Darwin propuso que éstas evolucionan por selección natural, porque en las poblaciones de plantas y animales nacen más individuos de los que pueden sobrevivir, pues se enfrentan a un ambiente escaso en recursos. ¿Cómo afrontan los organismos esta limitante?
Aquí viene otra observación importante, siempre existe una amplia variación de características biológicas entre los individuos de una especie. Por ejemplo, el color del pelo en mamíferos, el número de semillas producidas por una planta o el tamaño del pico en aves. Cualquier organismo que varíe, por poco que sea, es provechoso para él frente a las condiciones adversas y cambiantes del ambiente, por lo que tendrá mayores probabilidades de supervivir, reproducirse y heredar sus características a la descendencia. Es decir, tal organismo será seleccionado naturalmente.
Dado que los seres vivos se enfrentan a un ambiente limitado en recursos, entonces “existe una lucha por la existencia entre todos los seres del mundo vivo”. Darwin toma los mecanismos de “lucha por la existencia” y “competencia entre individuos” de la teoría económica desarrollada por Thomas Malthus, uno de los principales autores de la economía clásica burguesa. El análisis maltusiano se basa en que la población de seres humanos crece más rápido que la cantidad de alimentos producidos.
La propuesta darwinista es un producto científico del desarrollo capitalista en la Inglaterra del Siglo XIX. Para buscar una alternativa, conviene preguntarse si existe otro país donde se haya concretado otro modelo económico. La respuesta es inevitable: Rusia a principios del Siglo XX. Durante esta época comenzaron los movimientos anarquistas y socialistas contra el zarismo. En este contexto, Piotr Alexéievich Kropotkin publicó La ayuda mutua en 1902, donde se introduce la noción de cooperación en evolución.
En sus expediciones a Siberia, Manchuria y a los glaciares de Suecia y Finlandia, Kropotkin observó que son tantos los organismos muertos por los severos cambios ambientales y la escasez de alimentos, que los sobrevivientes quedan exhaustos y sin energía para que ocurra esa “lucha por la existencia darwiniana”.
Las heladas y las tormentas de nieve acaban con millones de insectos y plantas pequeñas, cientos de aves y mamíferos, y la vegetación de mayor dimensión tiene poco tiempo para reproducirse. Con estos ejemplos, Kropotkin afirma que es la subpoblación, y no la sobrepoblación en el sentido malthusiano, lo que predomina en la naturaleza.
Para actuar contra las inclemencias del ambiente, no ocurre una “lucha por la obtención de recursos” entre los organismos, sino acciones colectivas de los miembros de una misma especie, que les permiten la supervivencia. Por ejemplo, la asociación en rebaños de los grandes animales herbívoros para viajar juntos y protegerse de los carnívoros, o el trabajo conjunto de los lobos para cazar.
Las propuestas de Darwin y Kropotkin coinciden en que los organismos se enfrentan constantemente a un ambiente limitado en recursos, que merma el crecimiento poblacional. La forma en que los seres vivos superan esta contradicción determina el camino evolutivo, del cual ningún organismo está exento, ni siquiera el ser humano.
Ante el actual embate del cambio climático, ¿cómo superará la humanidad dicha contradicción? ¿Mediante la competencia o la cooperación? Aquí la cultura inclinará la balanza en favor de una u otra.
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Escrito por Jorge Adrián Serrano
Colaborador ciencia