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Cómo impactarán los aranceles de Trump en las exportaciones mexicanas
La asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos (EE. UU.) significa una sacudida para todo el continente.
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La asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos (EE. UU.) significa una sacudida para todo el continente. A la vez que concreta sus amenazas en contra de la sufrida y enorme población inmigrante “ilegal” en ese país. El 1º de febrero dio luz verde al cobro de aranceles a los productos que se exportan de México a EE. UU. con una tasa de 25 por ciento, aunque al cierre de esta edición, la medida fue “pausada” un mes más, tras una llamada telefónica entre el magante y la presidenta Claudia Sheinbaum.

El 29 de enero de 2025, Karoline Leavitt, vocera presidencial de EE. UU., dijo que a pesar de haber visto un “nivel de cooperación histórico por parte de México”, la iniciativa de fijar aranceles a las exportaciones mexicanas “está en el calendario para el primero de febrero”. Y así fue.

Un arancel es un impuesto por entrar a un mercado ajeno, distinto al mercado en el que se produjo una mercancía,  provocando que el precio del producto aumente. Por ejemplo, un refrigerador con un costo de mil dólares, con el 25 por ciento de arancel, tendría un precio para el comprador, en EE. UU., de mil 250 dólares. Un precio más alto, a su vez, hace que la mercancía tenga menor capacidad para competir con otras de su misma especie que resultarían más baratas porque no tienen arancel, dado que se manufacturan en EE. UU. Un arancel, pues, puede condenar a una empresa a la quiebra porque no puede seguir vendiendo en el mismo mercado que sus competidores. Tiene, además, un efecto inflacionario en el mercado en el que se venden las mercancías, sobre todo si éstas no tienen competidores que puedan sustituirlas en el otro mercado.

México tiene firmado con EE. UU. un acuerdo de libre comercio, el Tratado México- EE. UU.-Canadá (T-MEC), acuerdo vigente desde 2021; pero en 1995 existía uno similar, el TLCAN. Un acuerdo de libre comercio debería permitir que las mercancías circulen libremente, es decir, sin aranceles, en los mercados de los países asociados. Pero este acuerdo ha resultado insustancial ante la embestida proteccionista de estos tiempos.

El Presidente Trump justifica esta arremetida arancelaria porque, por un lado, dice que tanto México como Canadá no han hecho su parte para combatir la migración irregular y el tráfico de fentanilo; y por otro, porque tanto el T-MEC como su versión anterior, “el peor acuerdo comercial de la historia” como lo citó en su momento, dañaron a la economía norteamericana provocando el desplazamiento de su industria y la explosión del déficit comercial de EE. UU., es decir, que ahora el saldo entre lo que vende y compra a Canadá y México le sale a deber a EE. UU. por culpa del acuerdo de libre comercio.

Estas amenazas se habían minimizado. Primero desde la Presidencia de la República, que repitió hasta el 31 de enero que “confiaban en que no ocurriría”. En noviembre de 2024, el doctor en Economía Gerardo Esquivel, miembro del equipo de la Presidenta para la formulación del Plan de Desarrollo, consideró que “debemos entender que es muy difícil que ocurra (la imposición de aranceles) porque tendría efectos muy negativos para todas las economías involucradas”, en virtud del alto grado de interdependencia de las tres economías. Por tanto, dice, las amenazas son poco creíbles. Una afirmación que ha resultado falsa.

¿Cómo afectaría esta nueva política comercial a la economía mexicana? Para estimarlo con más elementos hay que conocer la pauta del comercio de México a EE. UU., saber qué tan expuesta está la economía mexicana al comercio con EE. UU. y qué tan frágil es la posición de la industria mexicana de exportación, fundamentalmente en las cadenas globales de suministro.

La de México, una economía muy abierta

En 2023, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el grado de apertura económica de México era de 73 por ciento; este indicador es el cociente de la suma de las exportaciones y las importaciones entre el Producto Interno Bruto (PIB) del país o región de que se trate. Este indicador pondera el peso que tiene el comercio internacional en la actividad económica del país. El grado de apertura de México es, entre las economías más grandes de América Latina, el primero, el más grande: casi triplica el de Argentina (26 por ciento), es más del doble que el de Brasil (33 por ciento) y un quinto mayor que el de Chile (61 por ciento). El grado de apertura de México dio un salto vertiginoso en 1995 luego de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Entre 1994 y 1995, el índice aumentó de 29 a 44 por ciento y desde entonces, no ha dejado de aumentar, aunque registre caídas pasajeras en los años de crisis de la economía estadounidense.

El comercio exterior constituye uno de los motores más potentes y dinámicos de la actividad económica en México. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), este sector concentra hasta 3.3 millones de empleos directos, esto es, cinco por ciento del total de la población ocupada. Mientras que el PIB creció en 2024 en 1.4 por ciento, las exportaciones lo hicieron en dos por ciento y sólo las manufacturas, en 3.4; las importaciones crecieron en 6.7 por ciento, espoleadas por el alza de los productos petroleros. A finales de 2024, el saldo de la balanza comercial en México fue deficitario. Es decir, el valor de las mercancías importadas fue mayor al de las exportaciones.

Un mayor o menor grado de apertura de una economía no es por sí mismo una ventaja o desventaja para las economías nacionales. Los países venden mercaderías al mundo para comprar otras que requieren y no producen. Así, el comercio internacional puede ser beneficioso porque podría atender más necesidades del aparato productivo y de la gente de una nación. La economía mexicana depende en gran medida del comercio exterior, pero para valorar en concreto la situación del comercio internacional de México hay que considerar qué hay detrás de su comercio exterior.

El declive de las exportaciones petroleras

En la canasta de exportaciones de México, por cada 10 dólares que se cuentan en ella, nueve son manufacturas y el dólar restante se divide en: productos de la minería (0.68) y agropecuarios (0.32). Esta canasta es muy distinta a la que había hace un par de décadas. El petróleo crudo fue durante muchos años el principal producto de exportación de México. En 1982, hasta 80 por ciento de las exportaciones eran por la venta de productos petroleros; desde entonces, éstas han ido perdiendo importancia. A decir del Observatorio de Complejidad Económica (OEC), entre 2013 y 2018, el peso de las exportaciones de petróleo crudo y gas natural en el valor total de las mercancías que México vendía al exterior se redujo casi la mitad hasta llegar a ser, en 2023, sólo de 5.4 por ciento –no obstante, constituyen casi 70 por ciento de las importaciones totales de las refinerías de EE. UU. En tanto, las exportaciones de coches, computadoras, así como de piezas y accesorios para vehículos motores crecieron en torno al 50 por ciento. 

Algunos reportes reconocen a México como una potencia exportadora de algunas mercancías agrícolas, por ejemplo, es el primer exportador de frutas tropicales y tomates; pero los productos agrícolas tienen un peso pequeño en la canasta de exportaciones. No obstante, constituyen casi 60 por ciento de las importaciones de productos frescos de EE. UU.

El mercado exterior de México es mayoritariamente el de EE. UU.; ha sido así por décadas. Desde 1995, más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas iba a ese país y, según el Banco de México, en 2023, 83 por ciento de las exportaciones tiene ese mercado por destino. Esto es así a pesar de que, sobre todo desde 2010, China se consolidó como el tercer receptor de exportaciones mexicanas, sólo después de Canadá. Pero el peso de estos dos países es todavía pequeño. El valor de las mercancías vendidas a China (nueve mil millones de dólares), representa apenas la quinta parte de lo que México le vende a EE. UU.

Ahora bien, la canasta de importaciones de México está integrada por petróleo refinado, vehículos de motores, piezas y accesorios, piezas de máquinas, chips o circuitos integrados, así como equipo de transmisión. Históricamente, los vehículos de motores, piezas y accesorios fueron los productos más importados entre 1995 y 2007; a partir de 2010, el petróleo refinado comenzó a ganar mayor relevancia. El resto de los productos ha sido consistentemente importante en las importaciones mexicanas, junto con los automóviles. Éstos constituyen más genéricamente insumos y maquinaria para producir los bienes que se exportan.

En 2022, los principales países proveedores de México fueron EE. UU. (55.6 por ciento), China (17.2) y Alemania (3.18). Hasta 2002, Japón ocupaba el segundo lugar como proveedor de productos a México, pero fue superado por China; en 2001, las importaciones chinas representaban sólo el 1.8 por ciento del total, desde entonces su participación ha crecido significativamente.

El comercio exterior de México está altamente concentrado en un doble sentido; por un lado, el mercado de destino y origen de las mercancías que vende y compra es el de EE. UU.; por otro, estas mercancías son mayoritariamente manufacturas. El tipo de exportaciones de México es de manufacturas ensambladas en plantas a base de insumos importados, exportación de maquila con mayor o menor complejidad.

Un ejemplo de esto es el sector automotriz. En México hay tres mil 146 unidades económicas relacionadas con el sector automotriz: tres mil 73 corresponden a autopartes y 73 son de industria terminal de autos; el 33 por ciento de los insumos de esta última proviene de la industria de autopartes y el ocho por ciento de carrocerías. Sin embargo, en la rama de autopartes, el 61.3 por ciento del valor de la producción corresponde a insumos importados y en la carrocería, el 70. En general, el 52.6 por ciento de los insumos de la producción de camiones y automóviles fue importado. Esto significa que importamos para exportar.

En México no se han creado encadenamientos con las empresas nacionales para que éstas abastezcan a las grandes ensambladoras de automóviles destinados a la exportación. Adicionalmente, varios investigadores coinciden en que el dinamismo de la industria automotriz depende casi exclusivamente de la demanda del mercado estadounidense, lo que genera una alta volatilidad sensible al ciclo económico de EE. UU. Con esta estructura de comercio exterior podemos afirmar que las ventajas con las que cuenta México son la proximidad al mercado estadounidense y el ahorro en costos, tanto operativos como laborales, rentas del suelo y precio de la infraestructura y servicios a la producción.

Áreas de exportación en México

La producción para la exportación está altamente concentrada en algunas ciudades del Norte del país; es ahí donde se han situado las principales empresas multinacionales. El Inegi reporta que, en 2023, Chihuahua fue el estado con más exportaciones (13.1 por ciento del total nacional), seguido por Coahuila (12.2), Nuevo León (10.5) y Baja California (10.1). Esta concentración se debe, sustancialmente, a la cercanía con EE. UU., éste es el destino de estas exportaciones.

Todos estos estados exportan más o menos el mismo tipo de manufacturas. Chihuahua exporta sobre todo equipo de computación y diversos componentes electrónicos, así como equipo de transporte. Las exportaciones de este tipo de mercancías representaron 68 por ciento del total de las exportaciones de ese estado en 2023. Las de Coahuila se concentran en equipo de transporte. Dos de cada tres pesos de las exportaciones provenientes de Nuevo León son de equipo de transporte, componentes electrónicos y maquinaria. De las exportaciones de Baja California, la mitad son de componentes electrónicos y equipo de transporte.

En las ciudades de Tijuana, Tecate, Mexicali y Ciudad Juárez, todas ellas fronterizas, se conformó un nodo de productos médicos, aunque también se producen aparatos electrónicos, así como piezas y componentes de la industria aeroespacial. Las principales empresas son líderes mundiales en esos ramos: Foxconn, General Dynamics, Honeywell, Bose y Panasonic. En Monterrey está un núcleo de industria automotriz, industria aeroespacial y de electrodomésticos. Las empresas emplazadas en esta ciudad son Caterpillar, Delphi, John Deere y Mercedes Benz, empresas también líderes internacionales en los sectores implicados.

Más al sur, en Puebla, está un núcleo de la industria automotriz y se producen, además, textiles, alimentos y bebidas; las empresas más importantes son Audi, Brose, Rassini, Volkswagen y ThyssenKrupp.

En el Bajío, que abarca Querétaro, Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato y San Luis Potosí, también hay un nodo de las industrias automotriz, aeroespacial y de electrodomésticos; las empresas principales son Nissan, Mercedes Benz, Volkswagen, Mazda, BMW y Toyota. En Zacatecas está otro clúster de la industria minera y parte de la producción de piezas para automóviles y agroindustria; las principales empresas son Fresnillo, Goldco, Linamar, YUSA, entre otras.

Los aranceles declarados por el presidente Trump a las exportaciones mexicanas con una tasa de 25 por ciento tendrán un potente impacto en la economía mexicana, dado el grado de apertura y el carácter mayoritariamente ensamblador.

Las estimaciones de especialistas, como Kayhan Koleyni, de la Universidad de Nuevo México, indican que un arancel de 10 por ciento a las exportaciones mexicanas impactaría en la actividad económica de México con una reducción de más del cuatro por ciento del PIB. Y si México responde de manera similar –lo que traería el encarecimiento de los insumos importados–, el impacto sobre la economía nacional sería la reducción de otro dos por ciento de la actividad económica, además del efecto sobre la inflación, de por sí descontrolada; pero el impacto sustancial será sobre el empleo. Las estimaciones sugieren que el desempleo abierto se incrementaría hasta cuatro por ciento, es decir, habrá casi tres millones de empleos menos.

Por la magnitud y el carácter maquilador de la industria de exportación mexicana, es evidente el grado de dependencia que tiene con respecto a la economía estadounidense. Las asimetrías entre México y EE. UU. dejan el mango de la sartén en manos del gobierno de este último país. La cuestión es, pues, la necesidad de construir un modelo distinto de desarrollo económico; buscar equilibrar el motor de nuestra economía entre el sector de exportación con el desarrollo del mercado interno. Para eso se requiere repensar de fondo el modelo de producción y distribución de riqueza que hay. Por lo pronto, habremos de pasar bastantes tragos amargos contra los que no valdrá ni plan A, ni B, ni C de la presidenta Sheinbaum, porque el problema es estructural. 



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