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El próximo 26 de enero se celebrarán elecciones presidenciales en la República de Belarús. Esto nos permite prever algunos posibles escenarios como, denuncias de fraude por parte de la “oposición democrática”, tanto en el país como en el exterior, como así también el desconocimiento de un resultado favorable al presidente Alexandr Lukashenko, por parte de las “democracias occidentales”. Tampoco resultaría sorprendente la organización de protestas fomentadas desde varias capitales europeas, favoreciendo un clima de agitación e inestabilidad, en busca de una nueva “revolución de color” en un país que no se somete a los deseos de Washington, Londres o Bruselas, y que, además, es uno de los principales aliados de Moscú.
La propaganda occidental hace décadas que se dedica denodadamente a demonizar la imagen de Bielorrusia y del presidente Alexandr Lukashenko, apelando al mote de “último dictador de Europa”, por ejemplo, siendo que los dirigentes del llamado “occidente colectivo”, ni siquiera pueden soñar con tener la popularidad entre sus compatriotas, como con la que cuenta Lukashenko, entre los bielorrusos. Sin embargo, este aspecto, justamente es uno de los que ocultan, para que los incautos, incluso muchos de ellos provenientes de los llamados sectores progresistas o de izquierdas, también se sumen al coro de loros que repiten sin cesar la propaganda que busca arrebatar su soberanía al pueblo bielorruso y entronizar en el poder a un agente de occidente, que termine destruyendo al país eslavo para luego venderlo a los intereses extranjeros.
El viajero que llega a Bielorrusia se encuentra con un país muy hermoso, ordenado, limpio y seguro, en el que se siente la pujanza económica y la excelente administración y planificación gubernamental, siendo que el 80 por ciento de la economía es estatal y funciona de modo eficiente. Incluso me arriesgaría a afirmar que, de no haberse desmembrado la URSS y habiendo seguido un rumbo virtuoso, muy posiblemente habría tenido una evolución parecida a la que se puede observar al día de hoy en Bielorrusia, teniendo esta exrepública soviética un Estado con marcadas características socialistas en los sectores económico, productivo (planificación mediante planes quinquenales) y fundamentalmente en lo referente al desarrollo social de sus ciudadanos. Justamente es por esta razón que se ocultan estos logros, incluso por parte de sectores supuestamente de izquierdas que, al final del día, siempre son funcionales a los deseos e intereses del capitalismo occidental, seguramente cobrando por estos servicios.
En las próximas elecciones presidenciales en Bielorrusia, sin duda el presidente Alexandr Lukashenko será el claro ganador. Para hacer esta afirmación me baso en la historia y la idiosincrasia de los eslavos orientales, y no en una supuesta falta de garantías democráticas en el sistema electoral bielorruso, como diría la burda propaganda occidental, mientras no dice nada ante las farsas electorales en Rumania o Moldavia. Pero analicemos estos aspectos, el histórico, y qué es lo que busca el pueblo de Bielorrusia al elegir a su presidente.
En occidente, a menudo los ciudadanos parecen votar a sus representantes, guiados por la apatía, la frivolidad o el esnobismo, generando cambios de rumbo radicales que los conduce a una eterna inestabilidad. Por el contrario, los pueblos que forman o formaron parte de la historia milenaria de Rusia, la cual se inició como Estado con la Rus de Kiev, buscan y necesitan gobernantes fuertes, con los que puedan sentirse protegidos. La historia de Rusia nos muestra que, debido a numerosos factores, como su geografía, siempre ha sufrido invasiones y ataques con un alto costo para su población y en última instancia siempre fue el Estado, a través de sus gobernantes, el que finalmente debió defender a su pueblo, del mismo modo vemos que cada vez que el zarato, el imperio, la URSS o la federación tuvieron gobernantes débiles, el pueblo sufrió mucho y el país estuvo al borde de ser destruido.
Por supuesto que esto también aplica al pueblo bielorruso, el cual encontró en Lukashenko, a su líder, en un momento dramático, como fue el de la disolución de la URSS. Recordemos algunos detalles de esta época.
Merced a las desastrosas medidas de Gorbachov, a traiciones internas y a la ofensiva para socavar a la Unión Soviética por parte de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Papa Juan Pablo II, el país ya se comenzaba a resquebrajar al final de la década de 1980. Sin embargo, El 17 de marzo de 1991 se realizó un referéndum para decidir el futuro de la URSS, con la siguiente pregunta: ¿Considera necesario preservar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como una federación renovada de repúblicas soberanas iguales en la que se garantizarán plenamente los derechos y libertades de una persona de cualquier nacionalidad?
El 80.03 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar participó de la consulta y el 76.4 por ciento votó a favor del mantenimiento de la URSS. En algunas repúblicas como Turkmenistán el apoyo al sí fue abrumador con el 98.3 por ciento. En Rusia y en Ucrania la opción de mantener la unión fue más baja con 71.3 y 70.2 por ciento, respectivamente, siendo aun enorme el apoyo a la continuidad del país. En Bielorrusia el número en favor de la unión fue del 82.7 por ciento.
A pesar de esta contundente decisión del pueblo soviético por mantener la unidad estatal, el 8 de diciembre de 1991 los presidentes de las repúblicas socialistas soviéticas de Rusia, Borís Yeltsin; de Ucrania, Leonid Kravchuk y de Bielorrusia, Stanislav Shushkévich, firmaron el Tratado de Belavezha, que separaba a los tres países de la URSS, avasallando la voluntad popular de los soviéticos.
Hay que recordar otros aspectos que considero importantes, como que Shushkévich al igual que Yeltsin y Kravchuk eran prominentes miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética y no dudaron ni ocultaron su felicidad a la hora de destruir a su país, lo que evidencia la infiltración y la traición interna que sufrió la URSS y su pueblo.
Las últimas elecciones que se hicieron para el Sóviet Supremo de la República Socialista Soviética de Bielorrusia fueron abiertas a todas las fuerzas políticas, participando el Partido del Frente Popular Bielorruso (separatista) que abogaba por la independencia de Bielorrusia, obteniendo el 10 por ciento de los votos, lo que reafirmaba lo expresado en el referéndum de marzo, así como lo poco populares que eran estas ideas en la república soviética. A pesar de todo esto, Shushkévich, que había sido elegido presidente del Sóviet Supremo, el día 19 de septiembre de 1991 realizó los cambios del nombre oficial del país por el de República de Belarus, el escudo nacional y la bandera, reemplazándola por la blanca con una franja roja horizontal en el centro, bandera de la efímera República Popular Bielorrusa y usada por los nacionalistas de aquel país, quienes colaboraron con las fuerzas nazis durante la ocupación alemana de la URSS, la cual le costó a Bielorrusia la aniquilación de una cuarta parte de su población.
Parece bastante claro cuáles eran las simpatías de Stanislav Shushkévich y el pueblo bielorruso se lo cobraría menos de tres años más tarde.
El 14 de diciembre de 1993, un informe de Alexandr Lukashenko, por entonces presidente de la comisión anticorrupción del Parlamento, acusaba a 70 altos funcionarios del gobierno, incluido el presidente Shushkévich, por casos de corrupción, entre ellos, la apropiación de fondos públicos en beneficio personal. Debido a esto se llevó adelante una moción de censura que culminó con la destitución del presidente, el 26 de enero de 1994.
A pesar de todo esto, el destituido presidente se presentó como candidato en las elecciones del 23 de junio de ese año. Shushkévich no solo era impopular entre los bielorrusos por su gobierno corrupto y su política, que en tiempo récord socavó el nivel de vida del pueblo y amenazaba con destruir la otrora poderosa industria del país mediante privatizaciones de corte neoliberal, sino también por su postura prooccidental y hostil hacia Rusia, posición enfrentada con los sentimientos de la inmensa mayoría de los bielorrusos. Como resultado de todo esto, Shushkévich obtuvo el 10.1 por ciento de los votos en la primera vuelta, quedando en cuarto lugar, mientras que Alexandr Lukashenko fue el más votado con un 45.8 por ciento, debiendo ir a una segunda vuelta con Viacheslav Kébich, por entonces primer ministro, que había obtenido 17.7 por ciento de los votos y no tenía la misma postura antirrusa del expresidente, lo cual también podría explicar su segundo lugar en la primera vuelta. En la definición, el 10 de julio, la victoria fue contundente para Lukashenko con el 80.6 por ciento.
Para concluir, veamos algunos números de la economía bielorrusa.
Inflación: La tasa de inflación anual en Bielorrusia se redujo al 5.5 por ciento en noviembre de 2024, la más baja en cuatro meses, desde el 5.9 por ciento en octubre. Los productos no alimentarios (37 frente al 4.1 por ciento) y los servicios (5.8 frente al 6 por ciento). En términos mensuales, los precios al consumidor aumentaron un 0.3 por ciento, tras un aumento del 0.5 por ciento en octubre.
Inflación de alimentos: El precio de los alimentos en Bielorrusia aumentó un 6.7 por ciento en noviembre de 2024 en comparación con el mismo mes del año anterior. La inflación de los precios de los alimentos en Bielorrusia fue en promedio del 9.31 por ciento desde 2014 hasta 2024, alcanzando un máximo histórico del 22.9 por ciento en septiembre de 2014 y un mínimo histórico del 2.3 por ciento en junio de 2018.
Crecimiento salarial: En noviembre de 2024, los salarios en Bielorrusia aumentaron un 18% en comparación con el mismo mes del año anterior. El crecimiento salarial en Bielorrusia fue en promedio del 25.64 por ciento desde 2003 hasta 2024, alcanzando un máximo histórico del 115.9 por ciento en mayo de 2012 y un mínimo histórico del 5.72 por ciento en octubre de 2016. Nótese el mayor crecimiento de los salarios en comparación a la inflación del IPC.
Desempleo: La tasa de desempleo en Bielorrusia se incrementó drásticamente desde 1991, alcanzando un pico histórico del 24.4 por ciento en 1996, comenzando ese año un constante descenso que logró ubicar este número en un dígito (9.44 por ciento) en 2004, continuando constantemente a la baja, para ubicarse en el 3.57 por ciento en 2023.
La composición por sectores económicos del producto bruto interno del país es: agricultura 9.2 por ciento, industria 46.2 por ciento y comercio y servicios 44.6 por ciento
El 33 por ciento de las exportaciones totales de Bielorrusia son combustibles y lubricantes.
Bielorrusia es uno de los principales proveedores de vehículos para minería, tractores y maquinaria agrícola a nivel mundial.
Bielorrusia posee una fuerte industria alimenticia, siendo un gran exportador de productos lácteo, cárnicos y habiendo industrializado a las granjas colectivas estatales para que se realice la producción de las materias primas y la posterior comercialización de las mismas a través de las propias cooperativas.
Bielorrusia exporta fertilizantes potásicos además de una gran variedad de productos químicos.
Para finalizar, Bielorrusia exporta madera aserrada, acero y otros metales, productos agrícolas como papa, lino, cáñamo, remolacha azucarera, centeno, avena y trigo. También exporta muebles, vidrio, fibra de vidrio y cemento.
Entonces, la pregunta sería: ¿Qué motivos tendría el pueblo bielorruso para querer cambiar su situación actual y escuchar los cantos de sirena de un occidente cada día más decadente?
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Escrito por Christian Lamesa
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro La paternidad del mal. Los cómplices de Hitler.