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Arte y pandemia
Los mexicanos debemos aprender que el arte es un difusor de los problemas y de propuestas de solución.
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El Covid-19 ha infectado y causado la muerte de miles de personas porque aún no tiene cura; pero culpar a esta enfermedad de otros males que aquejan a nuestro país es una vil mentira digna de chapuceros que pretenden lavarse las manos, como Poncio Pilatos.

La injusta distribución de la riqueza, y con ella todos sus males –pobreza, desempleo, ignorancia, inseguridad pública, violencia delictiva extrema, etc.– existen en México mucho antes de que apareciera la pandemia. Pero ésta ha hecho más evidentes los venenosos problemas ancestrales que, como siempre, pasan la factura a los mexicanos más pobres.

Una de las medidas aplicadas por el gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) para evitar la propagación del Covid-19 consiste en evitar la aglomeración de personas y recomendarles que se queden en casa para que no se contagien mutuamente; es decir, para que no mueran ni maten a otros.

Si en las condiciones cotidianas o “normales”, el arte en México está negado a la inmensa mayoría de la población, en un periodo de cuarentena como el actual esa verdad atroz se ha acentuado con la presencia del nuevo virus.

Es innegable que, para el hombre, el alimento físico es primero y que después está el espiritual; pero también es cierto que el arte es una necesidad vital porque, como ha dicho un pensador, “la existencia del arte es la demostración más clara de que al hombre la vida biológica no le alcanza”.

Sin embargo, no puede perderse de vista que muchos hombres deben conformarse con la satisfacción de su primera necesidad; pues tienen que trabajar para poder vivir. Así ha sido siempre en los sistemas de explotación de una clase sobre otra.

Hoy son muy pocas las personas que pueden encerrarse en sus casas y leer a Altamirano, Neruda, Martí, Cervantes, Zweig, Goethe, Tolstoi y muchos otros genios de las letras y el pensamiento. Hoy solo un pequeño porcentaje de la población puede aprovechar los regalos artísticos que brindan grandes compañías teatrales o dancísticas por Internet, porque no todos tienen computadora, Internet y tiempo.

Las figuras más destacadas del quehacer artístico en nuestro país intentan poner su granito de arena que, como muchas otras veces, es insuficiente en tanto se ignore que para que los mexicanos puedan degustar sus excelentes interpretaciones musicales y escénicas, primero necesitan adquirir el pan.

Frente a esta situación, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció su decisión de eliminar los fideicomisos con que operan algunas de las instituciones culturales, entre las que se encuentra el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), uno de los estímulos más importantes para la producción artística en nuestro país.

AMLO ha sido criticado por servir a algunos de los empresarios más privilegiados. Este hecho, por demás cierto, podría dar ocasión a que el Presidente corrija ese error y pida a sus amigos oligarcas que financien la producción y difusión artística en nuestro país.

Pero es claro que si nuestro gobierno se ha mostrado incompetente para proporcionar salud y alimento a la población, no pueden esperarse de él mejores resultados en el terreno artístico y cultural.

Los mexicanos debemos aprender que el arte es un difusor de los problemas y de propuestas de solución; un acercamiento a la vida de individuos y grupos sociales; una abierta invitación a elevar nuestra mente; a ser más libres, empáticos y solidarios.

Por ello, en esta pandemia, y sobre todo fuera de ella, debemos luchar por integrar y consolidar una nueva forma de hacer arte de masas, para que lo mejor de las artes llegue a todos los mexicanos; porque el arte generado por los genios de la humanidad nos educa, politiza y solidariza.

 ¿Y no es solidaridad lo que le hace falta hoy a la humanidad? Yo creo que sí.


Escrito por Vania Mejía

COLUMNISTA


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