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Para el líder nacional del Movimiento Antorchista, Aquiles Córdova Morán, el neoliberalismo que el expresidente Andrés Manuel López Obrador declaró muerto desde Palacio Nacional al inicio de su gestión sigue imperando; y en estos seis años acarreó pobreza mucho más aguda para millones de mexicanos que en la década de los setenta, cuando se fundó Antorcha, aunque admite cambios en el Estado para la centralización del poder presidencial. Cuestiona la deriva del país ante las reformas políticas que han eliminado, de facto, la división de poderes.
Convencido de que las mayorías en México no alcanzaron el bienestar prometido por la “Cuarta Transformación”, en entrevista para Canal 6, caracterizó el legado de López Obrador desde lo que considera luces y sombras, con la aprobación de reformas que llevaron a cambios en el sistema judicial; una política económica que “no garantiza la soberanía nacional” y una situación que enfila hacia una deriva que le tocará enfrentar a la presidenta Claudia Sheinbaum, resultado de un proyecto amorfo, herencia del obradorismo.
Francis Martínez (F): México ha pasado por una serie de cambios muy importantes y el antorchismo, como una fuerza social, ha venido analizando de manera crítica los fenómenos económicos y sociales. Desde la realidad que usted conoció en la década de los setenta, cuando fundó este movimiento, ¿cuál es la visión que hoy tiene del país?
Aquiles Córdova Morán (ACM): Cuando Antorcha nació, el problema fundamental del país, así lo conceptualizamos nosotros, era básicamente la desigual distribución de la riqueza nacional, que a su vez se traducía en las características de la economía mexicana de entonces. Es decir, el Producto Interno Bruto se traducía directamente en pobreza y desigualdad. Y claro, detrás de la pobreza, como todos sabemos, viene una serie de males que desde luego la sociedad mexicana padecía y padece en grado notable, elevado, como por ejemplo problemas educativos, de salud, alimentación, etcétera. Por esas razones nació el Movimiento Antorchista, tratando de luchar contra estos flagelos.
Al final del sexenio del expresidente López Obrador sigue habiendo, en esencia, el mismo problema: la riqueza se ha concentrado más. Y de acuerdo con la opinión del Movimiento Antorchista, de la desigualdad y la pobreza y los males que la propia pobreza acarrea no se han modificado en lo fundamental. Sin intención de exagerar nada ni de encontrar puntos inventados, puntos flacos para dar una opinión negativa, considero que la situación del país, como se ve actualmente, ha variado muy poco en lo esencial en relación con lo que nosotros creemos es el problema fundamental de México: la gran desigualdad, la gran concentración de la riqueza y el crecimiento de la pobreza, cuando menos en términos cuantitativos.
F: El movimiento antorchista es una de las organizaciones que ha señalado como un problema estructural al neoliberalismo que se aplicó en los gobiernos del PRI y del PAN; ahora toca evaluar si Morena, que se dice una fuerza de izquierda, combatió al neoliberalismo.
ACM: El neoliberalismo, desde la perspectiva de los que estudian el fenómeno, es un cambio en la economía, un nuevo diseño de la economía de carácter mundial. No es un problema exclusivo de México. Fue impuesto al Mundo Occidental, como le llaman ahora, es decir, a las economías de mercado, basadas en la empresa privada y en el trabajo asalariado, por Margaret Thatcher en Inglaterra y por Ronald Reagan, en Estados Unidos. Ellos fueron los que tomaron la iniciativa de imponer al mundo el modelo neoliberal que, en esencia, pide reducir al mínimo las prestaciones de las masas obreras, como los salarios, las pensiones, el seguro de enfermedades laborales y, desde luego, elevar la edad de la jubilación.
Todos sabemos que hay casi una guerra abierta para subir, para llevar la edad de la jubilación, primero de 60 a 63 y ahora de 63 a 65 años, con tal de gastar menos en beneficio de la clase obrera. Pero el neoliberalismo también pide recortar todos aquellos servicios sociales que la democracia liberal reconoce como obligación de los gobiernos respecto a sus pueblos, por ejemplo, la educación gratuita, la salud, las ayudas para mejorar la vivienda y otros servicios como el gas, la electricidad barata, el agua potable asegurada, etcétera; el neoliberalismo pide que todo eso se reduzca al mínimo. En el caso de los ingresos de los obreros y en el caso de los servicios sociales, que se privaticen para que el gobierno deje de gastar dinero en esos servicios, deje de requerir mayores ingresos y, por lo tanto, pueda bajar los impuestos a las grandes empresas, a los grandes capitales.
A fin de cuentas, el neoliberalismo termina siendo una redistribución de la riqueza al revés, pasar el dinero de los obreros y de las grandes masas populares a las clases altas. Ésa es la esencia del neoliberalismo. Esto fue implantado a nivel mundial y en México nos llegó, se nos impuso, en la época de Miguel de la Madrid, aprovechando la crisis con la que recibió el país después de la expropiación de la banca que hizo el expresidente José López Portillo y el mal uso de la riqueza petrolera que también hizo; entonces, como condición para poder ayudar al país a salir de este atolladero, de esta crisis económica, los norteamericanos pusieron como condición que en México se instaurara el neoliberalismo. Su fase culminante llegó con Salinas de Gortari; y poco tiempo después de que el expresidente López Obrador tomara el poder, declaró solemnemente, en Palacio Nacional, que el neoliberalismo en México quedaba anulado. Pero esto no podía convertirse en una realidad, no podía llevarlo a la práctica, porque el neoliberalismo no solamente es un fenómeno nacional, sino mundial. Y las medidas que el neoliberalismo exige para que haya un buen flujo de inversión, de préstamos de capitales del exterior hacia México, no las puede suprimir ningún expresidente de la República por un decreto. Entonces, aunque el expresidente haya declarado, mediante un decreto leído en Palacio Nacional, la supresión del neoliberalismo en nuestro país, éste sigue estando totalmente en funciones; existen cifras, indicadores económicos que así lo demuestran.
F: En numerosos pronunciamientos públicos y libros usted ha hecho un análisis exhaustivo del sexenio de López Obrador y lo ha caracterizado correctamente en términos políticos. ¿Cuáles son los cambios que impulsó y cuál es su naturaleza?
ACM:En el terreno económico el cambio es realmente mínimo. Es en el terreno político donde ha habido cambios serios en el país. Creo que es allí donde se manifiesta más claramente la mano del expresidente López Obrador, así como en los cambios que se han producido o que están en camino de producirse, porque su plan todavía comprende muchas reformas que pueden ser trascendentales para la vida de este país. Algunos de estos cambios ya son una realidad o, cuando menos, ya son ley; y otros que están por venir sí pueden repercutir en la vida del país de manera significativa. Ahí es donde los mexicanos deberíamos entender mejor qué es lo que está sucediendo.
Lo que ha ocurrido, básicamente, es la demolición del viejo Estado mexicano como venía funcionando hasta antes de la llegada de López Obrador al poder. ¿Cuál era la médula del Estado mexicano? La teoría democrática liberal creada en el Siglo XVIII, el siglo de la Revolución Francesa, cuyo pilar fundamental es la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El expresidente López Obrador piensa, quizás –sugiero yo, aunque no lo puedo asegurar– teniendo en mente lo que ocurrió en la Comuna de París, después de la invasión alemana a Francia en 1870, concentrar el poder en un solo órgano, en este caso en la personalidad del expresidente de la República –porque no sé si vaya a variar esta estructura más adelante o no–, pero hasta este momento, el Poder Ejecutivo lo representa en México el expresidente. El último golpe al sistema democrático mexicano fue precisamente la demolición del sistema judicial y la propuesta de que se integre de otra manera mediante el voto popular.
Entonces hay una superación, hay una demolición de la forma en que ha venido operando el Estado mexicano y, evidentemente, hay un proyecto para crear otro modelo de gobierno, ¿en qué va a consistir ese modelo? Hasta ahorita sólo podemos decir que se está concentrando el poder en manos del expresidente de la República, es decir, en manos del Poder Ejecutivo, pero no podemos decir si así van a quedar las cosas o va a haber otros cambios o si van a crearse otras estructuras para gobernar al país.
En esto se tiene un problema, porque si están demoliendo la antigua forma, el viejo Estado mexicano, la pregunta que se nos debe ocurrir a todos es ¿para qué?, ¿cuál es el objetivo de esta demolición del viejo Estado y de la creación de un nuevo Estado? La Comuna de París lo sabía, pero nosotros no. Se nos dice que es para poder llevar adelante, de manera más fluida, con menos tropiezos, la “Cuarta Transformación”, pero aquí tenemos que decir qué es precisamente la “Cuarta Transformación”, esto es parte del problema que se nos tiene que resolver o que tenemos que pensar todos los mexicanos. Nadie puede decir en qué consiste la “Cuarta Transformación”, nos hemos ido un poco resolviendo las cosas a bote pronto, como suele decirse, de manera inmediatista, pero no vemos, no sentimos, no conocemos un proyecto a largo plazo al que se le pueda llamar “Cuarta Transformación”.
F: Claudia Sheinbaum ya asumió como presidenta de México. Desde el análisis que realiza el Movimiento Antorchista podríamos decir que hay temas de atención prioritaria en el país. ¿Cuáles tendrían que ser las prioridades para la nueva administración?
ACM: Yo creo, sinceramente hablando, que sería un poquito artificial, un poquito forzado, señalar prioridades de la señora Presidenta, de la doctora Claudia Sheinbaum, porque el problema es integral, diría yo. El problema es de toda la estructura de la economía mexicana y eso no lo va a poder remediar ella. Sin embargo, es claro que sí va a seguir la política de las transferencias monetarias y me imagino que también de los incrementos salariales, porque los obreros son una parte muy importante de nuestra economía, de nuestra fuerza laboral, es decir, de la clase que sustenta la vida de todos los mexicanos, y deberán seguir atendiendo sus necesidades, entre otros, el incremento salarial; es decir, si piensan seguir con estas medidas y no quieren mirarse en una situación en que tengan que cancelar o disminuir estas ayudas, porque el presupuesto del país no se estira, no crece a voluntad de los gobernantes, entonces el principal problema que tiene que atender la doctora Sheinbaum es el crecimiento económico del país. Ella tendría que dedicarse en serio a impulsar hacia adelante el Producto Interno Bruto. México necesita crecer, según dicen los especialistas, más o menos el cinco o el seis por ciento anual; pero estuvimos creciendo al 0.81 por ciento en promedio en el sexenio de López Obrador. Entonces ahí está una prioridad. ¿Cómo saldríamos de ello? Necesitamos revisar el ahorro nacional, la inversión nacional, ¿qué está pasando con el ahorro nacional?, ¿por qué no crece la economía? ¿Cuál es el requisito esencial y la clave para que la economía crezca? La inversión.
F: Entonces, el problema de la doctora Claudia Sheinbaum es que tiene que hacer crecer la economía.
ACM: por una parte, creo yo que esto también implica que se incremente la inversión pública. Con López Obrador, la inversión pública cayó, no diré que escandalosamente, pero si no me equivoco era del 2.9 por ciento del PIB cuando él tomó las riendas del país y ahora está en 2.7 por ciento del PIB.
La medicina, los hospitales, el surtimiento de fármacos, la educación, la infraestructura educativa del país, la vivienda, están totalmente destruidos, abandonados o deteriorados. Por ello, en esas condiciones, yo creo que es difícil impulsar hacia adelante el crecimiento de la economía. Yo creo que, visto el problema globalmente, la verdad es que está difícil. Si no logran resolver ese problema y si no se atreven a implementar una reforma fiscal que aumente realmente los ingresos del gobierno, que no se siga apoyando en los contribuyentes cautivos, sino que hagan cotizar más a los grandes capitales, va a estar muy difícil que se pueda acrecentar el presupuesto, que se pueda llevar al presupuesto nacional a una magnitud que permita seguir haciendo los gastos que se han venido haciendo, más otros de los que no hemos hablado todavía.
F: En un contexto internacional complejo, sobre todo marcado por esta dependencia económica que tiene México con Estados Unidos. El expresidente López Obrador habló mucho de soberanía.
ACM: Yo creo que uno de los grandes problemas reales es la falta de soberanía. Mi intención no es hablar mal del gobierno del expresidente López Obrador como si yo tuviera alguna animadversión contra él, no tendría sentido. Yo soy el líder de una organización popular que lucha por los intereses del país; para mí, los políticos son los políticos, pero no mis enemigos personales, pero tengo que decir las cosas porque finalmente los errores o los aciertos los cometen las personas, ¿no? Y, sobre todo, mientras más responsabilidad tienen las personas, sus errores o sus aciertos son más grandes, más trascendentes y perjudican a más gente. Uno de los problemas graves que tuvimos con López Obrador es que su discurso, casi siempre, se mantuvo alejado de la realidad, su discurso no coincidía con la realidad. Como que el expresidente tenía una especie de confianza mágica en las palabras, en los discursos, en los argumentos que él manejaba, un tanto caprichosamente, porque algunos de ellos no tenían ni siquiera una lógica entendible, aunque él los manejara con mucha seguridad, con mucha sangre fría, con una actitud blindada contra las dudas, diríamos. Y pues con eso se quedaba satisfecho, aunque la realidad estuviera diciendo otra cosa. Nunca dijo ni cuáles eran “sus otros datos” ni de dónde los tomaba; y es información de las estructuras especializadas de su propio gobierno.
Todo esto tiene que ver con la soberanía nacional. El expresidente fue muy enfático, muy elocuente, a su manera, hablando siempre de que México no era colonia de nadie, de que somos un país soberano, independiente, que se gobierna por sí mismo y que él toma sus propias decisiones sin que nadie le imponga nada. A muchos les gustaba el discurso; es lógico, suena bonito y a quien tuviera cierto sentido de patriotismo, de un patriotismo sano, racional pero, al fin y al cabo, patriotismo, pues obviamente que le gustaba mucho ese discurso, pero quedaba un poco bloqueado para ver la realidad detrás del discurso.
No es que yo vaya a afirmar aquí, como si me diera orgullo, que México es una colonia, pero evidentemente la soberanía de un país –lo sabe todo el mundo– demanda una soberanía económica, política y, sobre todo, fundada en un poderío militar suficiente para garantizar la integridad territorial y la soberanía del país. México no reúne esas tres condiciones.
Sabemos perfectamente bien que, del total del Producto Interno Bruto, es decir, de la riqueza que producen los mexicanos en un año, más del 80 por ciento tiene como destino el mercado norteamericano; esto es una dependencia tremenda, muy significativa. ¿Qué haríamos sin poder vender nuestros productos a Estados Unidos?, ¿cómo hallarles mercado en otro lado? Eso es posible, pero no es una cosa que se haga en 24 horas; en cambio, los impuestos sí que se pueden poner en 24 horas. Ahí está una prueba de que no somos un país que pueda decir que tiene soberanía económica.
En cuanto a la soberanía política, significa ni más ni menos que los políticos mexicanos y que la clase política mexicana sea una clase política total y absolutamente independiente del resto de la estructura política del Estado mexicano. Es decir, como si no hubiera ninguna relación entre la política, la economía, el mundo militar y el exterior. Y no es así. Los políticos mexicanos también tienen limitantes, en primerísimo lugar, en sus intereses.
No quiero ser audaz, tienen que conciliar, porque si no, de otra manera, los señores del dinero tienen en sus manos palancas muy poderosas para poner en peligro, por ejemplo, el crecimiento de la economía o las inversiones, que son lo mismo. Los políticos mexicanos conocen perfectamente bien, sobre todo la Secretaría de Relaciones Exteriores, todas las limitaciones que el país tiene en sus relaciones con Estados Unidos y otras naciones que tienen influencia poderosa, sobre todo por la vía económica, en México. Y entonces, políticamente hablando, nuestras decisiones tampoco son tan soberanas y absolutas como dice el expresidente. Una prueba de ello es lo que pasó con la migración: el gobierno mexicano tuvo que hacer lo que el gobierno norteamericano dijo.
No podemos hablar de una soberanía política, ni de una soberanía económica. Y de la soberanía militar, pues yo me muestro hasta preocupado, porque sabemos bien, México no es de ninguna manera autosuficiente en la fabricación de sus propias armas. Ahora estamos mirando lo que está pasando con los árabes, por ejemplo, ¿por qué no se pueden defender de la masacre que está cometiendo Israel contra ellos? Porque no tienen armas, y las pocas que tienen se las venden los que están apoyando a Israel, Estados Unidos, la Unión Europea, etcétera. Entonces no hay manera de salir de eso.
Nosotros estamos en una situación parecida, aunque afortunadamente no tengamos un conflicto de esas dimensiones; además, estamos ligados al ejército norteamericano porque se hacen ejercicios militares conjuntos, etcétera. Lo único que nos diferencia de algunos países en la región de AL –como Colombia– es que no tenemos bases militares en nuestro territorio; pero eso no quiere decir que no haya presencia y espionaje militar al interior. Seguro que hay. Entonces, no, no podemos hablar en serio de soberanía, no existe la soberanía mexicana, entre otras cosas porque no hemos hecho los cambios económicos, y todo descansa en la economía.
No nos engañemos, la economía es la base de todo, como dijo Marx: la economía, la estructura, es el edificio social; todo el edificio social está levantado sobre la economía. ¿Por qué? Porque en la economía se producen los bienes, los satisfactores que el hombre y la sociedad necesitan para vivir. Si no hay economía, no hay sociedad, no hay estructura levantada, no hay edificio levantado sobre la base que no existe. Entonces la economía es la base de todo. Y nuestra economía sigue siendo una economía neoliberal dependiente, además de que no ha podido superar el problema del equilibrio entre los salarios y la productividad.
Decirlo así y peor aún, tomar decisiones basadas en esta ficción de soberanía, no solamente es falso, es un error, sino que está provocando conflictos peligrosos que pueden llevar a México a una situación muy delicada con Estados Unidos. Y aquí la pregunta que nos tenemos que hacer es ¿y si los norteamericanos se decidieran a apretarnos, por ejemplo, cancelando el TMEC en la revisión? Las cosas se van a poner difíciles si la tensión con Estados Unidos sigue creciendo, o si nos aprietan elevando los aranceles o si nos aplican una política parecida a la que le están aplicando a Venezuela, ¿los mexicanos estamos preparados para resistirlo? ¿El pueblo de México va a ser tan valiente, tan decidido, está tan consciente como el pueblo venezolano de Maduro? Muchos se deshacen en ataques contra Maduro porque son partidarios ciegos del capitalismo explotador mundial, pero la realidad, es que el pueblo venezolano es un modelo de pueblo batallador y ahora está defendiendo su soberanía. ¿Nosotros estamos en la misma situación?
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Escrito por Francis Martínez Mateo
Periodista y reportera multimedia. Ex corresponsal en China 2022. Desde 2020 conductora en Canal 6 Tv. Síguela en X como @FranMartinezMx