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¿Primero los pobres? Crecen las grandes fortunas
Sus fortunas son el inexorable resultado de un modelo económico diseñado al efecto. Hacen su parte, y al amparo de las leyes.
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El discurso presidencial de “primero los pobres” suena bien. Con tanta pobreza resulta natural que atraiga amplias simpatías y genere gran expectativa. Pero el problema es complejo y para resolverlo es condición entender sus causas estructurales profundas y las leyes que lo determinan, y cómo ha evolucionado, desde que se atenuó un poco durante el Estado de Bienestar, para agudizarse luego con el neoliberalismo desde inicios de los años ochenta. Solo así pueden orientarse las políticas públicas, superando la simple retórica, traduciéndolas en acciones fructíferas, encuadradas en una estrategia racional y funcional, cuyos resultados acrediten, efectivamente, auténtica preocupación por la pobreza. Un año ha transcurrido ya de este gobierno, tiempo suficiente para empezar a ver algunos resultados tangibles, por modestos que fueran. Y no vemos precisamente que se esté redistribuyendo la riqueza; al contrario, sigue acumulándose.

​En 2019, las fortunas de los multimillonarios se agigantaron. Según Bloomberg, Carlos Slim ocupa el 11º lugar mundial; hace un año tenía 54 mil 800 mdd; ahora 60 mil 200, cinco mil 400 más. Tomando como ejemplo, para un simple cálculo, la fortuna más grande de México, ésta aumentó a razón de 14.8 mdd diarios, 278.5 millones de pesos al tipo de cambio de hoy ¡en cada día del año! Pero no es el único caso. Según Forbes, la fortuna de Ricardo Salinas Pliego aumentó en cuatro mil millones de dólares en un año. Una bonanza en tiempos de la 4T. En suma, la fortuna conjunta de los cuatro mexicanos más ricos aumentó 15.7 por ciento, 14 mil 500 mdd (Información de Bloomberg y Milenio). Estamos en línea con el neoliberalismo mundial, pues: “Las grandes fortunas del mundo nunca han acumulado tanto dinero como a fines de 2019” (Infobae).

​Agrava el asunto que esto ocurra en estancamiento económico. No hubo aumento en la creación de riqueza, como para que ellos se lo apropiaran, y entonces el crecimiento en las fortunas solo pudo ocurrir reduciendo el ingreso y patrimonio de pequeños y medianos empresarios, clases medias y pobres. En otros términos, solo es posible que haya ricos más ricos a condición de que la pobreza crezca. Un extremo presupone necesariamente al otro. Veamos algunos ejemplos.

Aunque el salario mínimo aumentó en 20 por ciento, a 123 pesos, algo positivo sin duda, si lo dimensionamos, es bastante limitado: casi el 60 por ciento de la población ocupada labora en el sector informal; igual ocurre con los campesinos, que no viven de un salario mínimo pagado por un patrón. Vino luego una serie de aumentos de precios e incremento de impuestos, como el IEPS a cigarros, bebidas alcohólicas y refrescos. Hace nueve años que no se actualizaba la cuota del impuesto a los cigarros, pero a partir de este mes los consumidores pagarán 49 centavos de impuestos por cada cigarrillo (una cajetilla de cierta marca costaba en noviembre 50 pesos, en diciembre, 58; ahora, 64, más de la mitad del salario mínimo incrementado); en refrescos se pagará ahora un impuesto de 1.2 pesos por litro; desgraciadamente son parte fundamental de la dieta popular. Aumenta el precio de la gasolina (ésa que no iba a subir), lo que traerá el consiguiente incremento en el transporte de personas y mercancías, y lo que de ahí se derive. Adicionalmente, es sabido que gobiernos estatales, al recibir menos ingresos de la Federación, preparan paquetes fiscales más gravosos para la población. Con la desaparición del Seguro Popular, millones de mexicanos quedaron indefensos en atención médica; se dijo que ésta sería gratuita, pero menudean las quejas por cobros incluso mayores que antes. El ingreso real de las familias caerá, al restar al salario nominal, aún incrementado, los aumentos de impuestos y precios y la reducción de subsidios, como el de servicios médicos.

El régimen fiscal regresivo (proporcionalmente pagan menos quienes más ganan) es factor de acumulación, y el gobierno se sostiene en no elevar impuestos a los grandes contribuyentes, trasladando así la carga a pobres y clases medias. A nivel mundial, en lo cual destacamos, Oxfam dice que “los más ricos se benefician no solo de una fortuna en plena expansión, sino también de los niveles impositivos menos elevados desde hace décadas”. La riqueza está particularmente infragrabada; de cada dólar de impuestos a los ingresos, solo cuatro céntimos provienen del impuesto a la riqueza. Y a esto hay que agregarle la evasión impositiva. Se estima que los más ricos esconden al fisco 7.6 billones de dólares” (Infobae, seis de enero de 2020).

No es ésta una crítica moral a las personas ricas o muy ricas, sino el simple análisis de datos económicos reales, producto de la acción de leyes económicas cuya naturaleza está por encima de nombres y apellidos. Sus fortunas son el inexorable resultado de un modelo económico diseñado al efecto. Hacen su parte, y al amparo de las leyes. Suponiendo sin conceder que no haya corrupción, ellos salen ganando. Tampoco es una idea a ultranza igualar el ingreso de todos; las diferencias son parte consustancial en una sociedad capitalista; pero aquí no hablamos de la natural brecha del ingreso, sino de un verdadero abismo entre lo que perciben los más ricos y lo que gana la mayoría empobrecida. Y esto tiene raíces estructurales, concretamente en el modelo neoliberal; consecuentemente, la solución es sustituirlo por otro más equitativo, y ello es posible. En China, donde el neoliberalismo no es el paradigma económico, el presidente Xi Jinping anunció el 31 de diciembre que el gobierno se ha propuesto ¡terminar con la pobreza este año! y alcanzar la meta de una sociedad “modestamente acomodada”. Algún atisbo de ello esperaríamos ver aquí, luego de tanta promesa, aunque fuera a largo o mediano plazos, o al menos en una sólida teoría o una estrategia coherente que permitiera albergar esperanzas; pero en los hechos vamos en el sentido opuesto y no se avizora la luz al final del túnel.

Lo aquí expuesto confirma que el principal problema es la polarización en el ingreso. Y es precisamente esto lo que no se atiende, porque según el gobierno todo está en la corrupción, visión excelente para los magnates. Solo queda, pues, que la mayoría afectada comprenda y actúe en defensa de sus intereses y no siga pasivamente en espera de ser redimida por un gobernante. La solución solo puede ser obra de los propios afectados. No pueden seguir esperando que llueva maná, o llenarse el estómago con discursos. 


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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