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Economía
Las infancias en el capitalismo
El éxito del sistema económico radica precisamente en la destrucción de sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos.


En 1928, la poetisa Gabriela Mistral declaró en una ponencia sobre los derechos del niño: “La infancia servida abundante y hasta excesivamente por el Estado, debería ser la única forma de lujo –vale decir, de derroche– que una colectividad honesta se diera, para su propia honra y su propio goce. La infancia se merece cualquier privilegio”. Mistral no se refería a aquellos niños que lo tienen todo –la minoría–, sino a los hijos de la clase trabajadora. Sin embargo, la abundancia y privilegio que merece la niñez del mundo no se podrán realizar nunca en el capitalismo. 

El éxito del sistema económico radica precisamente en la destrucción de sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos. Pero rara vez se menciona que esta formación social se ensaña con las infancias. En cualquier sociedad, los niños y los ancianos son los elementos más vulnerables porque, por sus características físicas, necesitan cuidados de otros adultos (cuidados que históricamente han recaído en las mujeres). La diferencia es que los niños tienen una vida que recorrer y lo que deben entregar a la sociedad aún está en potencia, mientras que los ancianos están en el ocaso de su existencia. La infancia es una etapa de aprendizaje y desarrollo, donde la fragilidad física y cerebral condiciona su indefensión.

Una de las características de este sistema es la introducción de maquinaria en los procesos productivos, lo que reduce la necesidad de una fuerza física considerable para llevarlos a cabo. La automatización de los procesos facilita la incorporación de las mujeres y los niños al proceso laboral, a expensas del deterioro físico temprano del infante. Además, aunque la producción es cada vez más social, las necesidades de la familia trabajadora –lo que se conoce como la esfera de la reproducción social– se satisfacen de manera privada y atomizada, acudiendo con su salario al mercado a proveerse de bienes y servicios que necesita para vivir. Dado que el nivel salarial está determinado en gran medida por la correlación de fuerzas entre trabajadores y capitalistas, el debilitamiento de la organización obrera en las últimas décadas ha contribuido al aumento del trabajo infantil a nivel mundial. Hoy, uno de cada 10 niños en el mundo trabaja en lugar de asistir a la escuela. 

Pero no nada más mediante el trabajo infantil el capitalismo destruye las infancias. El neoliberalismo ha llevado al extremo la depauperación y la desigualdad social. Servicios esenciales de la reproducción social que antes proveía el Estado (como salud, educación y guarderías) se han privatizado; mientras que la disminución de los salarios obligó a la incorporación de una gran masa de mujeres a la producción de la riqueza social, sacándolas de las actividades de reproducción social que antes realizaban en el hogar. Como consecuencia, la calidad de vida de las familias trabajadoras ha empeorado, pues los problemas sociales que padece la clase trabajadora en la esfera de la reproducción social se individualizan en las familias privadas, bajo condiciones de precariedad. 

Frente a la vulnerabilidad natural de la infancia, el capitalismo la somete a su dinámica de una manera cruel e inhumana. Mientras más éxito tiene el capitalismo, mientras más avanza el imperialismo sobre los países del Sur Global, más se ceba con los hijos de los oprimidos. No es casual que el principal grupo etario asesinado en Gaza por el ejército israelí sean los niños: más de 40 infantes mueren diariamente por las bombas, la inanición y el frío, frutos de la codicia imperial. 

México no es la excepción. El proyecto neoliberal de Morena, con sus recortes presupuestales en áreas clave, ha dejado sólo al 27 por ciento de los niños con su esquema de vacunación completo (https://goo.su/QTkZz7F). Esto pone en riesgo su vida y la salud general de la población. Quienes pueden pagar vacunas en clínicas privadas (a más de 900 pesos por dosis) son una minoría privilegiada. Esta realidad confirma que los males sociales del capitalismo sólo podrán erradicarse con soluciones colectivas: un Estado controlado por la clase trabajadora, capaz de cumplir la exigencia de Gabriela Mistral de privilegiar a la infancia como único “lujo”legítimo de una sociedad justa. 


Escrito por Gladis Eunice Mejía

Maestra en Economía por la UNAM.


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