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JULIO HERRERA Y REISSIG
Se le considera el iniciador del modernismo en su país y uno de los cuatro “delfines” de Rubén Darío.
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Poeta uruguayo, nació en Motevideo el nueve de enero de 1875. Se le considera el iniciador del modernismo en su país y uno de los cuatro “delfines” de Rubén Darío. Debido a su precaria salud abandonó los estudios formales y se volvió autodidacta. En 1898 publicó su primer poema, Miraje, que tuvo muy buena recepción entre los críticos literarios de su país, entre ellos Samuel Blixen, quien lo incentivó al año siguiente para publicar La revista, periódico quincenal.

Su obra poética comenzó con tendencias románticas cuya temática es el patriotismo y el heroísmo y de la que solo existe un poemario, Canto a Lamartine (1898). En 1900, gracias a su integración al círculo literario del país, dio un giro hacia las vanguardias surrealista y modernista. Neruda lo describiría como “un clásico de toda la poesía”. En esta segunda etapa publicó 10 poemarios. Su obra fue recopilada póstumamente en Poesías completas (1913) y Prosas herrerianas (2011). Falleció a los 35 años, víctima de un infarto, el 18 de marzo de 1910.

LAS CLEPSIDRAS

I. Reina del arpa y del amor

Evocadora de Jerusalenes

de las graves Afroditas místicas,

de Salomón el creador de harenes

y sumo pájaro de las lingüísticas...

Duermen tus manos de prerrafaelísticas

insinuaciones todos mis vaivenes;

manos que son custodias eucarísticas

para las regias hostias de tus sienes.

¡Vamos a Dios! Entre floridos cánticos,

piquen tus dedos, pájaros románticos,

el Arpa antigua del vergel de Sión...

Y alzando a ti mi beso, en un hipnótico

rapto de azul, como en un cáliz gótico

beberé el vino de tu corazón.

 

II. Epitalamio ancestral

Con pompas de brahmánicas unciones,

abrióse el lecho de tus primaveras,

ante un lúbrico rito de panteras

y una erección de símbolos varones...

Al trágico fulgor de los hachones,

ondeó la danza de las bayaderas,

por entre una apoteosis de banderas

y de un siniestro trueno de leones.

Ardió el epitalamio de tu paso

un himno de trompetas fulgurantes...

Sobre mi corazón, los hierofantes

ungieron tu sandalia, urna de raso,

a tiempo que cien blancos elefantes

enroscaron su trompa hacia el ocaso.

 

III. Liturgia erótica

En tus pendientes de ópalos malditos

y en tu collar de rojos sacrilegios,

fulgió un Walhalla de opulentos mitos

y una Bagdad de Califatos regios...

Ante los religiosos monolitos,

al mago influjo de tus sortilegios,

grabé a tus plantas, zócalos egregios,

la efigie de mis besos eruditos.

Y fui tu dueño... Entre devotas pomas,

sacrifiqué gacelas y palomas...

Después, en una gloria de fagotes,

surgiste hacia los tálamos votivos,

sobre una alfombra, negra de cautivos,

bajo el silencio de los sacerdotes.

 

 

IV. Odalisca

Para hechizarme, hurí de maravillas,

me sorprendiste en pompas orientales,

de aros, pantuflas, velos y corales,

con ajorcas y astrales gargantillas...

Sobre alcatifas regias, en cuclillas,

gustaste el narguilé de opios rituales

mientras al son de guzlas y timbales

ardieron aromáticas pastillas.

Tu cuerpo, ondeando a la manera turca,

se insinuó en una mística mazurca...

Luego en un vals de giros extranjeros

te envaneciste en milagroso esfumo,

arrebatada por quimeras de humo,

sobre la gloria de los pebeteros...

 

AMOR SÁDICO

Ya no te amaba, sin dejar por eso

de amar la sombra de tu amor distante.

Ya no te amaba, y sin embargo, el beso

de la repulsión nos unió un instante...

Agrio placer y bárbaro embeleso

crispó mi faz, me demudó el semblante,

ya no te amaba, y me turbé, no obstante,

como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte

anochecer en el eterno luto,

mudo el amor, el corazón inerte,

huraño, atroz, inexorable, hirsuto,

jamás viví como en aquella muerte,

¡nunca te amé como en aquel minuto!

 

DECORACIÓN HERÁLDICA

Señora de mis pobres homenajes.

Débote siempre amar, aunque me ultrajes.

Góngora

Soñé que te encontrabas junto al muro

glacial donde termina la existencia,

paseando tu magnífica opulencia

de doloroso terciopelo oscuro.

Tu pie, decoro del marfil más puro,

hería, con satánica inclemencia,

las pobres almas, llenas de paciencia,

que aún se brindaban a tu amor perjuro.

Mi dulce amor que sigue sin sosiego,

igual que un triste corderito ciego,

la huella perfumada de tu sombra,

buscó el suplicio de tu regio yugo,

y bajo el raso de tu pie verdugo

puse mi esclavo corazón de alfombra.

 

IDEALIDAD EXÓTICA

Tal la exangüe cabeza, trunca y viva,

de un mandarín decapitado, en una

macábrica ficción, rodó la luna

sobre el absurdo de la perspectiva...

Bajo del velo, tu mirada bruna

te dio el prestigio de una hurí cautiva;

y el cocodrilo, a flor de la moruna

fuente, cantó su soledad esquiva.

Susceptible quién sabe a qué difuntas

dichas, plegada y con las manos juntas,

te idealizaste en gesto sibilino…

Y a modo de espectrales obsesiones,

la torva cornamenta de un molino

amenazaba las constelaciones...


Escrito por Redacción


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