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Llega, con el invierno, una de las fiestas más importantes de nuestro calendario sincrético. Xantolo para los huastecos, Hanal Pixán para los mayas peninsulares, Día de Muertos para el centro del país, pocos escapan de la envolvente atmósfera de espiritualidad festiva. Todos los sentidos reciben el mensaje, se descuelgan los retratos y se cambian temporalmente de sitio, se exhuman los viejos recipientes y se llenan de flores, resinas aromáticas, especies e ingredientes se mezclan para reproducir ancestrales recetas y se decoran hasta el techo estancias recién desocupadas para traer de vuelta el pasado y con él a los que se han ido físicamente. Y estas costumbres, que sobreviven a la agitada vida moderna, tienen poderosas raíces, que se hunden tan profundamente como las de la ceiba que en el centro del mundo material conducía a Xibalbá, el reino subterráneo de los muertos en la cultura maya.
El Mictlán de los mexicas tiene su equivalente entre los mayas en Xibalbá, el lugar de la “desaparición”, del “desvanecimiento”, sitio al que se creía iban los muertos. Este “inframundo”, como suele llamársele, está descrito en el Popol Vuh, o Libro del consejo de los indios quichés; a él se descendía a través de varias estancias, llenas de peligros y pruebas para los mortales. Los primeros en fallar uno de estos retos y sufrir las consecuencias son los hermanos Supremo Maestro Mago y Principal Maestro Mago. La cabeza del primero, colgada de un árbol junto al juego de pelota, daría lugar a la aparición de la jícara, recipiente con forma de calavera descarnada, origen del mito del nacimiento de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, engendrados de la saliva de Supremo Maestro Mago y encargados de vengar a su abuelo, venciendo a los hombres de Xibalbá; éstos, turbados en su paz por el alboroto de los “engendrados” al practicar el juego de pelota en la superficie de la tierra, se reunieron en consejo para castigar tal osadía:
“Verdaderamente, no somos obedecidos por ellos: no hay obediencia, no hay respeto para nuestro ser. No hacen mas que batallar sobre nuestras cabezas”, dijo todo Xibalbá. Entonces todos celebraron consejo. Estos llamados Supremo Muerto, Principal Muerto, los Grandes Decidores de Palabra. He aquí a todos los jefes, a quienes éstos daban sus cargos de poder; cada uno jefe por orden de Supremo Muerto. Principal Muerto.
En Xibalbá, como en el mundo material, también existían las jerarquías; así, cada uno de los miembros del consejo recibe un nombre que sintetiza su rol; algunos de estos nombres muestran con elocuencia las enfermedades y las principales causas de muerte en esta cultura, así como sus creencias y costumbres.
He aquí, pues, los nombres de los jefes: Extiende Tullidos. Reúne Sangre: su cargo: los hombres que tienen flujos de sangre. He aquí también a los jefes Hacedor de Abscesos. Hacedor de Ictericia; su poder: dar a los hombres tumores, darles abscesos en las piernas y amarillearles el rostro, lo que se llama ictericia, y éste era el poder de Hacedor de Abscesos, Hacedor de Ictericia. He aquí además a los jefes Varilla de Huesos, Varilla de Cráneos, los de la varilla de Xibalbá; solamente de huesos [eran] sus varillas; su mayordomía: osificar a los hombres a fin de que, no siendo más que huesos y cráneos al morir, no haya que recoger más que sus esqueletos; tal era la función de los llamados Varilla de Huesos, Varilla de Cráneos.
Y la guerra tampoco podía quedar fuera de este monumento literario de la antigüedad mesoamericana. Los muertos en combate tenían un sitio especial en el inframundo maya y quienes morían quedaban a cargo de cada uno de los guardianes de Xibalbá, según los detalles de su deceso:
He aquí también a los jefes llamados Hacedor de Traición, Hacedor de Infortunio; he aquí sus cargos: chocar al hombre contra la traición; sea detrás de su morada, sea delante de su morada; que tuvo la mala suerte de caer, boca arriba, sobre el suelo: se moría; tal era el poder de Hacedor de traición, Hacedor de Infortunio. He aquí también a los jefes llamados Gavilán [de sangre], Opresión; he aquí su poder: el hombre moría en camino de lo que se llama muerte súbita, viniéndole la sangre a la boca; entonces él moría, vomitando la sangre; a cada uno [correspondía] el cargo de romper la garganta, el corazón del hombre, para que muriese en camino, haciéndole llegar de repente [la sangre] a la garganta mientras marchaba; tal era el poder de Gavilán [de Sangre], Opresión. He aquí que se reunieron en consejo para combatir, atormentar, a Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago.
Testimonio apasionante de las creencias, cosmogonía y en general la cultura de este antiguo pueblo, leer el Popol Vuh es imprescindible para entender la vida y el pensamiento de los antiguos pobladores de América.
Su pluma no solamente da muestra de lo más elevado que puede alcanzar el ser humano en la transmisión de ideas por medio de la escritura.
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En sus "Memorias", Agustín de Iturbide dice que siempre se rehusó a ser emperador de México y que fue el pueblo quien lo “obligó” a aceptar el cargo.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.