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Nació el 20 de septiembre de 1928 en Handem, Connecticut, Estados Unidos (EE. UU.). Se le considera uno de los más importantes poetas de su generación. Publicó su primer libro a los 16 años. Desde entonces, constantemente, escribió ensayo, teatro, libros de texto, antologías, estudios y crítica, narraciones, libros deportivos, obras para niños y 22 volúmenes de poesía. Se graduó por la Universidad de Harvard en 1951 y amplió sus estudios en Oxford hasta 1953. Al principio de su carrera se convirtió en el primer editor de poesía de The Paris Review (1953-1961), la revista literaria trimestral, y se destacó por entrevistar a poetas y otros autores sobre su oficio. Se lo considera un “poeta rural de lenguaje sencillo”, y se ha dicho que, en su obra, “explora el anhelo por un pasado más bucólico y refleja una reverencia permanente por la naturaleza”. Murió el 23 de junio de 2018, a los 89 años, en Wilmot, EE. UU.
Traducción: Juan José Vélez Otero
En el luminoso mes de junio
se ponía en el fregadero con un vaso de vino,
y escuchaba a los zorzales,
y machacaba ajos bajo la luz del crepúsculo.
Yo le veía cocinar desde mi silla.
Apretaba los labios
mientras andaba con los cacharros,
y probaba la salsa con la punta de sus dedos.
«Ya está lista. Vamos», decía.
«Enciende tú la vela».
Comíamos y charlábamos, y nos íbamos a la cama,
y dormíamos. Era un milagro.
Un olor penetrante, casi
dulce salió de su boca abierta. Vio cómo su pecho dejaba
de moverse y con el pulgar cerró sus
enormes ojos marrones.
Incluso cuando danzaba erguida
por los jardines del Nilo
construía Necrópolis.
Diez millones de células laboriosas
transportaban piedras por mi sangre
para levantar un blanco museo.
Macabro, repugnante y terrible
es el alegato de huesos,
muslos y brazos mermados
en enjutas bolsas de carne
que cuelgan de un esqueleto
que sostuvo músculos y grasa.
Reposo en la cama pintada
consumiéndome, atenta
al viaje que emprendo
para descansar sin dolor
en el palacio de las tinieblas,
mi cuerpo junto a tu cuerpo.
cuando mi padre llevaba muerto una semana
me desperté
con su voz en mi oído
me senté en la cama
y contuve la respiración
y miré fijamente la pálida puerta cerrada
manzanas blancas y el sabor de la piedra
si me llamara de nuevo
me pondría el abrigo y las botas de lluvia.
Los unicornios envidian de sus primos
los caballos una frente lisa.
Los caballos lloran porque les faltan los cuernos.
Los montes mantienen el deseo
de convertirse en ecuaciones
diferenciales parciales
que a su vez quieren ser poemas, o perros,
o el Océano Pacífico,
o whisky, o un anillo de oro.
El hombre con la horca al cuello
envidia al otro que acaricia
una pistola en la habitación de un hotel de carretera.
Me hice fuerte durante el verano y el otoño
y ahora puedo cargar con tu muerte. Le doy de comer,
la baño, la acuno, y le cambio los pañales.
Levanta su pequeña calavera, sosegada
y trémula. Sonríe, escupe, hace caca
en el váter, aprende a leer y a multiplicar.
La veo crecer, prosperar, desarrollarse.
Es la niña preferida de su madre.
Cinco de la mañana. Cuatro de julio.
Salgo por Eagle Pond a pasear con el perro,
llevo puesto el abrigo de cuero
para combatir el frío de la mañana,
miro los nenúfares que se agarran unos a otros
como fríos puños amarillos
mientras afronto el nuevo día
doce semanas después de aquel martes
cuando nos dijeron que te ibas a morir.
Esta tarde liquidaré las facturas pendientes
y le escribiré a un amigo sobre su libro
y veré el partido de béisbol de los Red Sox.
Sacará de nuevo a pasear a Gussie.
Pondré algo de Stouffer’s en el microondas.
Una señora va a venir desde Bristol
para ver el Ford de tu madre
que está aparcado junto a tu Saab
en el aparcamiento de coches de segunda mano
de mujeres muertas.
Esta noche, los fuegos artificiales de Andover
tendrán que celebrarse sin mí,
porque me voy a ir pronto a la cama a leer
The Man Without Qualities
sin mucha concentración
porque sigo viéndote morir.
Mañana me despertaré a las cinco
para empezar el décimo miércoles
siguiente al miércoles que te enterramos.
Cuando me enamoro
dirijo mi caballo
hasta el establo en llamas.
Reservo un camarote
en el resplandeciente Titanic.
Fastidio al oso pardo.
Leo el Monitor
y ojeo las necrológicas
buscando mi nombre.
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Y de pronto apareció por ahí ese maldito Iceberg llamado Poesía o Literatura o Aburrimiento o lo que fuera, con la única condición precisa de no devenir en Aburrimiento ni por un instante.
Su obra ha sido incluida en diversas antologías y traducida a varios idiomas.
Fue uno de los grandes escritores de la literatura inglesa, destacó en diferentes géneros literarios: en el periodismo, la novela, la poesía, la biografía, el libro de viajes y el ensayo.
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Escrito por Redacción