Hasta el momento, el saldo es de tres personas fallecidas.
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Las voces de los jóvenes alteraron mi descanso; timbres agudos me hicieron saber que estaba en una escuela; salí de mi cuarto y miré alrededor… efectivamente, se trataba de una escuela digna de serlo. Les cuento: esa mañana desperté en la preparatoria Lázaro Cárdenas del Río, ubicada en la calle Linderos, cerca del centro de la capital oaxaqueña. La escuela es grande; tiene jardines podados y árboles crecidos, así como un edificio de dos pisos con el diseño tradicional de una escuela pública y al fondo dos construcciones más de un solo piso; hay también dos canchas de basquetbol techadas y un salón amplio muy bonito, ubicado a un costado de la Dirección.
El dirigente político informó que próximamente ese salón será la cafetería, (me la imaginé al instante: una cafetería moderna, con una máquina profesional de café y un mostrador para que los alumnos desayunen cuernitos y sándwiches). Ésa es la escuela en términos generales.
Los habitantes son en su mayoría jóvenes cuyas edades oscilan entre los 15 y los 18 años; muchos de ellos pertenecen al albergue estudiantil “Villas de Monte Albán” que, este año, fue vandalizado en dos ocasiones por grupos de porros que, al parecer, fueron enviados por el mismo gobierno.
“Sabemos que son enviados del gobierno, porque el día que se metieron a robar, el presidente municipal se apersonó con ellos”, revela Crístofer, uno de los estudiantes desalojados.
El punto es que todos esos jóvenes tienen el derecho a desayunar, comer y cenar en la casa para activistas del Movimiento Antorchista Nacional (MAN). Ahí viven algunos profesores-activistas, como la propia rectora del instituto, la ingeniera Rubí, quien a diario consume sus alimentos en el mismo comedor que los jóvenes, incluso encabeza por las noches “la reta” de basquetbol.
Esta forma de convivencia social se convierte en fraternidad; todos cooperan; hacen faenas, cocinan, van a colectas económicas para solventar los gastos de su albergue, etc. Se integran a las actividades no por obligación, sino por voluntad; desarrollan círculos de estudio en donde hablan de política y de economía y tienen talleres culturales y deportivos totalmente gratuitos. Entonces, pienso en el presidente de Miahuatlán quien, mediante un video, cuando la prensa lo cuestionó por la invasión a un albergue estudiantil, del que más adelante hablaré, se atrevió a afirmar que los jóvenes de la casa estudiantil son borrachos y drogadictos; ahora sé que miente.
En el comedor también hay reglas que deben seguirse al pie de la letra, entre las que destacan: “Prohibido decir groserías”, “No traer el cabello suelto en el comedor”, “levantar su silla después de comer” y, sobre todo, la prohibición de usar el celular a la hora de los alimentos, para mejorar la comunicación entre alumnos promoviendo el respeto a todas las personas.
El cuatro de septiembre platiqué con Edwin Martínez, quien me contó que su motivación para entrar al albergue inicialmente fue la situación económica de su familia. “Sí, pues mi papá trabaja en la albañilería. Él, pues, trabaja de siete a siete, prácticamente de Sol a Sol. Mi mamá es ama de casa: ella cuida a mis hermanitos. En total somos seis integrantes de la familia: mis hermanos y mis papás (…) decidí salirme así, a la edad de 16 años, principalmente por la cuestión económica; no quise ser una carga para ellos y preferí que invirtieran más en mis hermanitos”.
Los jóvenes tienen dos virtudes por las que resultan peligrosos para el sistema: energía y ganas de aprender, virtudes que, con la necesidad, convierten al hombre en una bomba de tiempo contra el Estado. Eso es Oswaldo. “Anteriormente vivía en el albergue estudiantil Rufino Tamayo. Al principio lo hacía por la economía, quería ahorrarme el traslado hasta la preparatoria; pero al involucrarme en las actividades, me fue gustando; y me empecé a meter más de lleno: me nombraron encargado del albergue estudiantil y, cuando culminé mis estudios aquí en la preparatoria, decidí ir a vivir allá en el albergue cultural Villas de Monte Albán por diferentes problemas que se habían presentado; y como los estudiantes se encontraban solos, pues decidí meterme ahí.
Oswaldo tiene una hermana menor llamada Anahí que, pese a su corta edad, ha destacado académica y políticamente; ahora es la representante estatal de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez; a sus 17 años, ha encabezado los movimientos políticos en torno a los albergues estudiantiles de Oaxaca.
Ese mismo día platiqué con Renata, quien cursa su primer año de licenciatura en pedagogía en el Centro Universitario Tlacaélel (CUT) Campus Oaxaca, escuela de reciente creación en el estado, pero que da pasos agigantados para establecerse como una de las mejores universidades de la región. Renata puede hablar tanto como un merolico, pero plantea cosas interesantes; esa tarde platicamos sobre arte, danza, de la lucha política y sobre la familia.
Un día después decidí acompañarla a sus clases, debía hacer planeaciones, así que se levantó un poco más temprano de lo habitual: preparó su mochila, desayunamos y partimos. La ruta que toma para llegar es simple, aunque un poco larga, sobre todo por el tráfico y el mal funcionamiento del transporte público, bastante obsoleto y caro, como en la mayor parte del país.
Bajamos del urbano a unas cuantas calles del CUT; desde ahí tuvimos que caminar alrededor de unos 15 minutos.
La universidad cuenta con un terreno grande donde se ha edificado una cancha de basquetbol techada, bardeada y con gradas, así como un par de edificios de dos pisos y la rectoría, que se encuentra en el centro del campus. Las instalaciones son bonitas, pero su matrícula aún es algo escasa y en la escuela no está presente ese bullicio que me despertó el día anterior en la Lázaro Cárdenas. Al medio día comencé mi viaje a Miahuatlán, donde pude presenciar la otra cara de la educación en Oaxaca.
Es curioso cómo la abundancia y la miseria se encuentran frente a frente en el mismo lugar y a la misma hora todos los días. El infierno se oculta entre hectáreas de campos sembrados con preciosos magueyes, que no son verdes, sino azules, entre árboles de ciruelas rojas y granadas a punto de estallar. Vi un panteón, en el camino, con tumbas del tamaño de una casa de interés social, y casas del tamaño de una escuela, y escuelas del tamaño de una tumba.
Miahuatlán es paradójico. Aquí la comida es basta y deliciosa, los negocios están llenos de frutas maduras, verduras frescas y especias que aromatizan al mismísimo asfalto; pero a menos de 20 minutos del centro, luce triste y retadora la telesecundaria con clave 20DTV0506Z, situada en la calle La esperanza, para variar… sólo de verla se siente la desigualdad.
La cantidad de gente en el centro pone las calles bulliciosas, pero la falta de infraestructura educativa las silencia.
Una escuela hecha de madera, dividida en tres salones de 4 X 3 metros. Es un grado escolar por división. También hay un patio grande con una canasta de basquetbol en el centro y una portería de metal algo oxidada un poco más al fondo. Los niños toman agua de un tinaco rotoplás y juegan en la tierra.
Espero que aquellos adolescentes entiendan bien “el concepto del tiempo”, y sepan que la realidad nos devora a través de él; el tiempo, pues, es el medio por el que transita la vida y eso lo sabe el estudiante consciente y los padres de familia que, en ese momento, estaban en una junta de organización popular para tratar asuntos relacionados con la educación de sus hijos. Ellos nos permitieron pasar y nos hicieron prometer que les ayudaríamos a difundir sus necesidades, porque conocen la posición en la que están y la importancia de retratar la educación en Miahuatlán.
El camino para llegar al Colegio de Bachilleres del Estado de Oaxaca es de terracería, “últimamente, de lodo”, narra el dirigente político de la región. La realidad desmiente su lema: “Educación pública de calidad”.
“El trayecto para llegar aquí es peligroso y, sobre todo, de difícil acceso, los estudiantes se quejan de eso, pero las autoridades no hacen caso; la verdad se pone feo cuando llueve”. Me cuenta el dirigente.
En las mismas condiciones se halla el albergue estudiantil “Juan Manuel Célis Ponce” que, además, después de ser violenta e ilegalmente invadido por elementos de la policía municipal, tuvo que cambiar su domicilio. Ese albergue no contaba con infraestructura pública, era un lugar olvidado, pero no en el sentido que señalara el presidente municipal César Figueroa: no estaba olvidado por los estudiantes, sino por las autoridades.
Solamente la voluntad y fortaleza de los jóvenes sostiene ese albergue; llevan años gestionando la instalación de la luz y el drenaje para vivir mejor. Y me pregunto: ¿quién pone el alumbrado público?, ¿quién conecta el drenaje? ¿No deberían ser ésas las garantías para un albergue estudiantil? Por eso sostengo que, si el lugar está olvidado, no es por los estudiantes.
“Lo que se logró en infraestructura, (un edificio grande de color blanco, con el nombre del albergue en letras enormes, ahora ilegibles y pintadas de rojo) fue gracias al MAN; pero el gobierno actual no solamente se opuso a la inversión del albergue, sino que, además, sacaron a los estudiantes mediante la fuerza policiaca”.
De hecho, tras el desalojo, los estudiantes debieron cambiar su domicilio a una casa que rentan por ocho mil pesos mensuales, ubicada cerca del centro de Miahuatlán; es una casa de un piso con tres o cuatro habitaciones; los estudiantes duermen en colchonetas y viven con lo mínimo indispensable, pues no han podido recuperar sus pertenencias personales del albergue anterior; los invasores no les permiten el acceso.
Antes de conocer la situación estudiantil en Oaxaca por cuenta propia, leí un comunicado en el Diario Oficial del Estado el 1° de septiembre, a propósito del regreso a clases, en el que se lee:
“El Gobernador Salomón Jara Cruz destacó que la Primavera Oaxaqueña construye un modelo educativo marcado por el respeto a la diversidad cultural, lingüística y cercana a la realidad comunitaria de niñas, niños y jóvenes; que refleja el espíritu de justicia social y transformación para que la entidad salga adelante. El Mandatario estatal indicó que este retorno a clases se celebra con esperanza y responsabilidad, ya que el cambio empieza con la educación”.
Sobre el asunto, el director general del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, Emilio Montero Pérez, declaró: “como resultado de las gestiones del Gobernador Jara Cruz y con el apoyo del Gobierno Federal, durante los tres años de la actual administración estatal se ha realizado una inversión histórica en infraestructura, equipamiento y entrega de materiales educativos a favor de instituciones educativas de más de 400 municipios”.
Aquel boletín se reveló como una completa falsedad cuando visité el albergue de “Villas de Monte Albán”. Se trata de un predio que ha sido ocupado no sólo por los estudiantes, sino por otras familias que comenzaron a construir casas ahí. El lugar está lleno de pequeños cuartos, muchos son de madera; el terreno donde debería estar el albergue es lo suficientemente grande, pero el cuarto principal mide alrededor de un metro de ancho por tres de largo y está apenas iluminado con un solo foco que cuelga al centro de la habitación; las paredes son de un gris frío y húmedo; el resto de la casa está a medio construir, con apenas unos cuantos muros levantados.
El semblante de los jóvenes al llegar, no es el mismo que se percibe en la preparatoria, ellos saben que ése no es el albergue que se merecen; por eso siguen en la lucha. Uno de esos estudiantes se muestra frío, pero no por carencia de sentimientos, porque en sus ojos hay “fuego contenido”; más bien, me pareció una persona atenta a lo que perciben sus sentidos, siempre alerta. Duerme en una colchoneta que coloca en una esquina del cuarto orientada hacia la puerta. Las condiciones de ese albergue son realmente precarias, con una diferencia abismal si las comparamos con la preparatoria Lázaro Cárdenas del Río.
Es aquí cuando resulta una grosería el comunicado del gobierno oaxaqueño: no solamente se niega a los estudiantes el recurso que ya estaba etiquetado para ellos desde 2016 (los documentos legales a que nos dieron acceso lo constatan), sino que, además, desalojaron con lujo de violencia a unos jóvenes cuyo único delito ha sido luchar por un espacio que legítimamente les pertenece y que les ayudará a terminar sus estudios.
“No se ha construido el albergue, hicimos una sección con casitas para que funcionara como albergue provisional, o sea, para que tengamos dónde vivir. Por eso, nuestra protesta consiste en permanecer aquí, porque no tenemos otro sitio a dónde ir”, aseguran.
El asunto está peor que en Miahuatlán, porque las autoridades no han intervenido. “Es un pleito muy grande por intereses políticos y económicos de mantener esos 35 millones de pesos (…) Ahí ya es la familia del gobernador. No hay un diálogo, no nos reciben”, agregan.
El problema se ha complicado por la presencia de un grupo de comuneros que también reclaman ese terreno; el albergue no abarca todo el espacio, sino sólo una parte de él; el uso se sustenta en un contrato de comodato en poder de los estudiantes y que ha permitido su defensa legal; el gobierno se ha aprovechado de ese litigio para no ejercer los recursos federales que originalmente se etiquetaron para construir el albergue y que hoy están “extraviados” del erario.
“Ajá, pues estábamos en ese pleito (del comodato) cuando salen unos comuneros reclamando que ese predio en realidad es de ellos. El predio era muy grande y una parte de ese predio era del albergue. O sea, no era todo para el albergue… entonces, en ese pleito, donde se supone que el municipio debe defender lo que es propiedad del municipio, lo que hace es aprovechar el litigio y ahora dicen que, por ese pleito no se podía ejercer el dinero, seguramente con la intención de quedárselo”.
Camila tiene 17 años, vivía únicamente con su madre en un pueblo marginado de Miahuatlán cuyo nombre no recuerdo; pero sin duda tiene la valentía de quien no puede perder más tiempo en la vida y el ánimo de quién está dispuesto a vivirla; por eso se mantiene con el entusiasmo intacto en el albergue provisional “Juan Manuel Celis Ponce”.
El mensaje de Camila es contundente: “al gobierno quiero decirle que lucharemos y que éste no será un impedimento, sino una experiencia que nos llevaremos; y en algunas otras ocasiones, si pasa esto en diferentes estados de la República, tengan por seguro que cuando menos ya sabremos qué hacer y cómo actuar”.
Esa misma noche tomé el autobús de regreso a la Ciudad de México; en mi cabeza resonaban las voces de aquellos estudiantes revolucionarios que, si pudiera describir, serían como serpentinas de colores entre el caos de mi mente. Cuando me despedí, un joven me prometió que nos veríamos en un par de semanas, pues ya se alistaban para venir a la Capital del país y manifestarse afuera de Palacio Nacional, durante el horario de la famosa “conferencia mañanera” de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
¡Sí vinieron!, y la Presidenta los recibió con granaderos.
Hasta el momento, el saldo es de tres personas fallecidas.
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El jueves 23 de enero de 2025, un grupo de hombres armados entró al albergue cultural “Villas de Monte Albán”, ubicado en la calle Danzantes del municipio de San Martín Mexicapan, Oaxaca.
Universitarios exigen justicia por el asesinato de un estudiante del CCH Sur y mayor seguridad en los planteles.
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Suman 64 feminicidios en lo que va del año.
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A pesar de los 66 mil millones de pesos (mdp) invertidos, las autopistas Barranca Larga–Ventanilla y Mitla–Tehuantepec, en Oaxaca, se mantienen inconclusas, vulnerables, costosas e intransitables.
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Escrito por Fernando Landeros
Periodista