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El tipo de cambio es un indicador macroeconómico fundamental para las relaciones comerciales internacionales, que se produce en un mercado global del que forma parte México, cuya economía aún es neoliberal a pesar de que este gobierno diga lo contrario solo porque, en 2018, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) cambió sus siglas a T-MEC (Tratado México-Estados Unidos y Canadá).
Es decir, el neoliberalismo sigue vivo y, por lo tanto, el tipo de cambio de la moneda desempeña un papel relevante para nuestra economía; ya que del precio del peso dependen los intercambios comerciales con nuestros vecinos. Para dar un ejemplo de lo anterior, diremos que cuando el tipo de cambio del peso con respecto al dólar es bajo, los importadores de mercancías se benefician porque pagan menos pesos por lo que compran, contrario a la situación de los exportadores que reciben menos dólares por lo que venden.
Para ilustrar mejor este asunto, veamos lo que ocurre con el intercambio del maíz, el alimento básico de la mayoría de los mexicanos. En el caso de los importadores, si una tonelada cuesta 205 dólares y el tipo de cambio es de 20 pesos por dólar, deben pagar cuatro mil 100 pesos por tonelada; pero si el tipo de cambio corresponde a 17.2 pesos por dólar (la cotización vigente en la semana que escribo), entonces únicamente deben cubrir tres mil 587 pesos, es decir, 513 pesos menos (14 por ciento menos).
Para el caso de los exportadores es adverso, como adelantamos líneas arriba; ya que si venden una tonelada de maíz a 300 dólares y la moneda estadounidense se cotiza en 17.2 pesos, recibirán cinco mil 160 pesos; pero si el precio del dólar fuera de 20 pesos, entonces les pagarían seis mil pesos por tonelada, es decir, 840 pesos más que con la cotización más alta.
La historia del tipo de cambio entre el peso y el dólar ha tenido episodios dramáticos. Cuando México inició su apertura comercial, durante el gobierno del expresidente Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), el tipo de cambio era de 12.5 pesos por dólar; y al término de su sexenio, el precio de esta moneda fue dos mil 290 pesos, ¡un incremento de 18 mil 220 por ciento! Pero con la reforma monetaria de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), al “nuevo peso” no le fue mejor, porque del tipo de cambio de dos mil 290 pesos subió a tres mil 441 pesos por dólar, un incremento de mil 151 pesos (50 por ciento).
En la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), este aspecto no mejoró, pues su sexenio se inició con un tipo de cambio 3.44 pesos por dólar y terminó en 9.40 pesos; con Vicente Fox Quesada (2000-2006), de esta cotización saltó a 11 pesos por dólar; con Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), pasó de 11 a 12.9 pesos; con Enrique Peña nieto (2012-2018), subió de 12.9 a 20.453 pesos; y con Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), de este último precio, en algún momento, el dólar llegó a costar 25 pesos y en estos pocos meses ha disminuido a 17.2 pesos.
Este resultado resulta positivo, desde luego, pero también es coyuntural; porque si la economía nacional no crece robustamente, es decir, con base en inversiones públicas y privadas, nuestra moneda no tendrá el escenario adecuado para mantener esa cotización. Además, es necesario explicar que los factores que han influido en la revaluación del peso (la demagogia gubernamental lo llama “superpeso”) no fueron propiciados por las políticas de este gobierno sino por factores externos, entre los que destaca el incremento en los precios internacionales del petróleo.
En junio del año pasado, el precio del barril de la mezcla mexicana era de 115 dólares; y en junio de este año, el barril aumentó a 65.67 dólares. Aunque en el segundo semestre de 2022 se redujo un poco, la mezcla mexicana ha mantenido estable ese precio por barril. En 2022, los ingresos petroleros de México alcanzaron un nivel récord: 31 mil 85 millones de dólares (mdd), 27 por ciento superiores a los de 2021[1].
Un segundo factor que ha influido –entre muchos otros– en la revaluación del peso es el nivel de las reservas internacionales. Al inicio del presente sexenio, éstas sumaban 173 mil 800 mdd; y ahora acopian 198 mil 700 mdd, es decir, se han incrementado en 24.9 mil mdd (14 por ciento más).
Un tercer factor confluyente son las remesas de nuestros paisanos que trabajan en el extranjero, cuyo monto se eleva constantemente cada mes, porque impone nuevos récords. Este hecho, por supuesto, no es una muestra de que las cosas anden bien en México; por el contrario, es un signo de la debilidad de nuestra economía porque ésta no genera los empleos suficientes, ni ofrece los salarios atractivos que pudieran retener en suelo nacional a nuestros connacionales, que se ven obligados a huir del país para mandar más dinero a sus familiares.
De acuerdo con información del Banco de México (Banxico), el nivel de reservas internacionales en 2021 fue de 51 mil 586 mdd (cuando los montos máximos de las remesas oscilaban entre los 20 mil mdd); en 2022 ascendieron a 58 mil 497 mdd, es decir, tuvieron un incremento del 13.4 por ciento respecto a 2021.
Con más dólares en nuestra economía, su precio es más bajo o barato. Y si a esto agregamos los factores relacionados con la inflación y la tasa de interés, resulta que, en la medida que la inflación suba en EE. UU., tanto nuestra moneda como nuestra inflación se mantendrán bajas. La política de la Reserva Federal del país vecino ha consistido en aumentar la tasa de interés, con lo que ha propiciado que el costo del dólar sea mayor allá, mientras que en México tiende a bajar. En nuestro caso; además, el Banxico ha seguido una política “espejo” para contener la inflación, es decir, cada vez que suben las tasas de interés en EE. UU., también suben en México.
Pues bien: lo que parece ser un “superpeso” es, en realidad, el augurio de una crisis económica en nuestro país derivada de las malas políticas de este gobierno. Esto lo podría describir gráficamente así: la actual reducción del precio del dólar es como la retracción de las olas del mar cuando sobreviene un tsunami. Pero lo más preocupante es que quienes más sufrirán las consecuencias del nuevo tsunami económico serán las clases desfavorecidas, los más humildes de nuestra patria. Para que las cosas cambien de manera significativa en el país, la política económica debe priorizar los problemas socioeconómicos de los desprotegidos de siempre; y no como ha ocurrido hasta ahora: privilegiar los intereses de los más poderosos.
Está en manos de la fuerza popular, del pueblo de México, que las cosas cambien. El pueblo unido, organizado y educado es invencible; desorganizado, es víctima de los atropellos por las decisiones de las clases poderosas. Cuidado con el nuevo tsunami económico, cuyo primer indicador es, paradójicamente, el “superpeso”.
[1] Caen 21.5% ingresos por exportaciones de Pemex durante febrero (eleconomista.com.mx)
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.