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“Versificadores de la conquista” es la etiqueta que la crítica literaria ha dado a un conjunto de poetas descendientes de españoles que en el “nuevo mundo” intentaron hacer la crónica en verso de los hechos de la conquista y posterior colonización de los pueblos y territorios de América. En esta clasificación entran Francisco de Terrazas, con su Nuevo mundo y conquista, o al menos los fragmentos antologados por Bartolomé Dorantes de Carranza en Sumaria relación de las cosas de la Nueva España; y Antonio de Saavedra Guzmán (1506-1610), con El Peregrino Indiano.
Del primero, dice Raymundo Lazo en su Historia de la literatura hispanoamericana que, siendo un poeta de vocación lírica, “Para Terrazas, la Conquista fue solo un tema de época que se le convierte en ocasión para desplegar su inspiración lírica, y aún para incorporar su voz al coro de los inconformes con la injusta retribución de los conquistadores y de sus descendientes, prosaica materia que no duda en intercalar en su Nuevo mundo y conquista”. Del segundo señala: “El Peregrino Indiano, que en más de dos mil octavas reales relata con histórica minuciosidad el proceso de la Conquista, desde las primeras expediciones anteriores a la de Cortés y la salida de éste de Cuba hasta la prisión de Cuauhtémoc y caída de Tenochtitlán, es una prosaica narración, en general lenta y sin brillo; pero, en justicia, casi todos sus defectos pueden señalarse, con reiteración, en el tipo de literatura a que pertenece, aun en obras que como La Araucana, de Ercilla, por excepción, se elevan sobre el conjunto de estas narraciones”.
En 1599, Antonio de Saavedra Guzmán fue a España; el viaje duró 70 días, que le bastaron para componer su “crónica en verso”. Dice Joaquín García Icazbalceta, en el prólogo a la edición con que rescatara del olvido a El Peregrino Indiano en 1879: “Era entonces frecuente que los criollos supieran la lengua de los indios, menos despreciada o más necesaria que ahora, y Guzmán no es el único ejemplo de ello. Solían también pasar a España, fuera por deseo de conocer la patria de origen o para solicitar mercedes que juzgaban debidas a los servicios de sus padres, en lo cual no andaban, a la verdad, remisos; y esas continuas pretensiones daban no poco qué hacer a los vireyes, y aun al rey mismo, porque con aptitud o sin ella, no había hijo o nieto de conquistador que no se creyera con derecho a ocupar un empleo o a disfrutar una encomienda, teniendo por indigno de su noble alcurnia (y Saavedra se preciaba mucho de la suya) cualquier otro género de vida más útil al Estado”.
Ya en la metrópoli, Antonio de Saavedra dio a la imprenta el poema, dividido en 20 cantos y compuesto en octavas reales y solicitó la recomendación de dos grandes, Lope de Vega y Vicente Espinel, quienes lo elogiaron en verso.
Ejemplo de la ingeniosa poesía cortesana del Siglo de Oro es el siguiente soneto del Monstruo de la naturaleza, Lope de Vega, en el que además del elogio (entendible para la época, pero que hoy la crítica juzga desmedido) a El Peregrino Indiano desliza una defensa del valor de los poetas para inmortalizar las hazañas de los héroes.
Un gran Cortés y un grande cortesano
autores son de esta famosa Historia:
si Cortés con la espada alcanza gloria,
vos con la pluma, ingenio soberano.
Si él vence al Indio, debe a vuestra mano
que no venza el olvido su memoria;
y así fue de los dos esta victoria,
que si es César Cortés, vos sois Lucano.
Corteses sois los dos, que al Cristianismo
dais vos su frente de laurel cercada
y él vuestra Musa bélica Española:
Y aún más Cortés sois vos, si hacéis lo mismo
que Cortés con el corte de su espada
siéndolo tanto con la pluma sola.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.