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Desde hace 46 años, el Movimiento Antorchista Nacional (MAN) se percató de que, en el sistema de producción capitalista, el trabajador de la ciudad o del campo, en la inmensa mayoría de los casos, trabaja más de ocho horas al día y que al fin de la jornada recibe una paga miserable que no le alcanza para satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia. Antorcha se percató también de que, en México, se produce una gran cantidad de riqueza; pero que ésta se concentra en unas cuantas manos y que el trabajador, quien, a final de cuentas, es el motor de la producción, vive en condiciones deplorables, que sus hijos no tienen buena alimentación, ni buena salud, ni escuelas donde estudiar dignamente y que, por todo esto, en nuestro país hay una injusta distribución de la riqueza nacional; desigualdad extrema caracterizada por la existencia, por un lado, de 90 millones de mexicanos sumergidos en la pobreza y, por el otro, de un reducido grupo de mega millonarios –el uno por ciento de la población– que concentra en sus manos lo que el 99 por ciento restante requiere para vivir.
En este panorama de pobreza, desigualdad, insalubridad, falta de vivienda y de servicios básicos en las comunidades populares y rurales es donde surgió el MAN, bajo la guía clara de un hombre culto, nacido de la entraña del pueblo mismo y profundamente identificado con las causas del pueblo de México: el ingeniero Aquiles Córdova Morán, egresado de la Escuela Nacional de Agricultura (ENA) –Universidad Autónoma Chapingo (UACh)– de la cual salió como uno de los mejores estudiantes de su carrera, industrias agrícolas.
El ingeniero Aquiles Córdova puso al descubierto las condiciones de pobreza en la que vivía la gente, pero también descubrió que, en esta gran masa, gracias a su trabajo tesonero, se halla el motor que crea la riqueza social y, asimismo, la fuerza social capaz de construir una nueva forma de distribuir la riqueza y de gobernar a esta patria, razón por la que debe ser educada y organizada para que luche por una sociedad mejor.
El problema al que nos hemos enfrentado desde el nacimiento mismo de la organización está representado por los hombres del poder económico; es decir, por los ricos y por quienes defienden sus intereses desde el Estado, quienes a la fecha están a favor de sus patrones.
Por ello los poderosos de México –como el mal curandero que cree que rompiendo el termómetro acaba con la fiebre– están convencidos de que atacando a Antorcha o intentando desaparecerla acabarán con la pobreza y la desigualdad. Pero se equivocan, porque esa creencia viene del pasado y surgió desde el nacimiento mismo de Antorcha, con la diferencia de que mientras esta organización avanza en su objetivo de luchar por el pueblo trabajador, los más recientes testaferros políticos de los ricos se engolosinan con su propia demagogia y se encaminan hacia una dictadura.
Sí, es ésta la razón por la que el nuevo gobierno busca desaparecer la influencia del pueblo organizado y solo se quiere a un pueblo agachado que no proteste y solo manifieste sus conformidades o inconformidades por la vía del voto, sin considerar que la democracia mexicana, aunque ha tenido muchos avances, también se ha prostituido al propiciar que los actores políticos partidistas se aprovechen de la ignorancia y la pobreza de la gente.
Ahora bien, no se trata de lanzar un llamado al aire y creer que con eso la gente va a responder uniéndose al MAN. De ninguna manera. Hay mucha manipulación de por medio, presiones sociales de todo tipo, obstáculos morales y económicos que frenan la organización efectiva de las masas. Sin embargo, hemos podido sortear toda clase de peligros y hemos llegado hasta este momento. Somos la organización política mejor estructurada y de mayor capacidad de movilización en el país entero y, por lo mismo, la campaña de la “Cuarta Transformación” (4T) se inició cuando en sus giras el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) nos atacó y habló de la “Antorcha mundial” para después escamotear los recursos del Estado destinados a las obras públicas que benefician a la gente pobre, a fin de financiar obras inútiles como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas.
Desde que AMLO inició su campaña hicimos ver a los mexicanos que era un error votar por él, pues no tenía un proyecto claro de país; también dijimos que los gobiernos anteriores no habían hecho grandes cosas para acabar con la desigualdad social y que de ahí provenía el descontento. Ese momento no era el adecuado para un giro súbito y sin rumbo, pero pocos nos hicieron caso, aunque hicimos ver a los mexicanos que había una solución y que ésta se hallaba en el propio pueblo mexicano organizado y educado, tal como el MAN lo plantea.
Para avanzar hacia este objetivo, sin embargo, el pueblo debe prepararse a conquistar el poder político nacional mediante su organización en una fuerza social imparable: las elecciones se ganan con votos y si los votos los aporta el pueblo, el pueblo humilde y desamparado, que es la mayoría, ¿por qué no podría gobernar este país? El problema es que, hasta ahora, las fuerzas políticas organizadas en los partidos políticos reconocidos legalmente no representan los intereses del pueblo; por el contrario, abanderan los intereses de grupos poderosos empresariales. Entre ellos destaca AMLO, quien ha favorecido a Carlos Slim, a Manuel Bartlett, a Ricardo Salinas Pliego, a la camarilla de Ingenieros Civiles Asociados (ICA), al empresario Alfonso Romo, entre otros. Esos partidos y sus políticos solo buscan a la gente cuando hay votaciones, cuando hay elecciones, olvidándose de ella en los periodos de inactividad electoral. Por ello León Trotsky decía que cuando el pueblo no está organizado es solo “polvo social”.
Los grandes cambios que requiere México no pueden derivarse de ocurrencias o de la creencia de que el problema principal de este país es la corrupción y que, por lo mismo, solo hay que combatir ésta para acabar con la pobreza, la marginación, el hambre, la insalubridad, la pandemia, etc. Eso es falso; sí debe combatirse la corrupción con energía; pero con más energía debe combatirse la pobreza, que es el mayor mal que afecta a los mexicanos.
Antorcha, estudiando cuidadosa y científicamente la realidad nacional, y a sabiendas de que no debemos aventurarnos en “revoluciones” o “transformaciones” radicales –ya que un cambio de régimen social requiere que las condiciones materiales del régimen anterior se hayan agotado, lo cual no ha sucedido en nuestro país– ha planteado un modelo económico basado en cuatro puntos que por supuesto divergen con lo que actualmente se intenta hacer en México.
Con respecto a este tema es necesario destacar que la 4T se equivoca al creer que su modelo de cambio de “régimen” es correcto. La historia reciente lo demuestra: cero crecimiento económico (y caída del nueve por ciento por la crisis del Covid-19); desinformación de la gente por las mañanas; vuelta a las energías contaminantes; cancelación de apoyos para las obras del pueblo; cancelación de aeropuertos avanzados y sustituirlos con otros inviables, con lo que está “saliendo más caro el caldo que las albóndigas”, etc.
Los cuatro puntos que plantea Antorcha, sin destrozar el modelo actual, pues aún no está agotado, son:
Generación de empleo para todos los mexicanos que quieran trabajar; de esta manera generaremos riqueza que podrá ser mejor distribuida e impulsaremos el crecimiento económico y el consumo.
Que los salarios recibidos por los trabajadores sean remuneradores; es decir, que alcancen para satisfacer las necesidades de los mexicanos; sin lujos, pero que alcancen con suficiencia para ti y para tu familia.
Para que el Estado se haga de recursos se propone una reforma fiscal progresiva, es decir, que paguen más impuestos quienes tengan más dinero, pues hasta hoy todos los gobiernos, incluido el de la 4T, han favorecido a las grandes empresas nacionales y trasnacionales no cobrándoles los impuestos que deberían; pero al pueblo sí que le cobran impuestos de todo tipo.
Finalmente, de lo recaudado se requiere una reorientación del gasto social, de manera que se beneficie a las clases más desprotegidas, pero no dándoles dadivas, dinero en efectivo o limosnas oficiales, como hace la 4T sino, por el contrario, dirigiéndolos a obras y servicios que beneficien al pueblo: hospitales, vivienda, carreteras, transporte público, etc., que darán empleo a muchos mexicanos y activarán el desarrollo.
Pues bien, la instrumentación de este modelo tiene, como requisito, que el pueblo lo respalde, se organice, luche y logre alcanzar el poder político nacional. El instrumento para obtenerlo ya existe, y ese instrumento es el Movimiento Antorchista Nacional y su proyecto económico. Es hora de que el pueblo lo haga suyo; confía en su unidad, que es su fuerza y su conciencia, y en su claridad para lograr sus propósitos. ¡Adelante antorchistas, hasta triunfar!
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.