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Internacional
EE. UU. acosa a China y Rusia en el Estrecho de Gibraltar
Recuperar el dominio de mares y pasos estratégicos es el propósito estadounidense para restaurar su hegemonía.


Recuperar el dominio de mares y pasos estratégicos es el propósito estadounidense para restaurar su hegemonía. Así, mientras el mundo dirime su futuro entre descolonización o sumisión, Estados Unidos (EE. UU.) convierte al estratégico Estrecho en “tablero de juego” entre potencias, donde sus aliados acosan a sus rivales.

La Casa Blanca se propuso frenar a China y Rusia no sólo en lo económico, sino en el ámbito marítimo. Por ello, provoca a Beijing con navíos pertrechados cerca de Taiwán, priva a Moscú de su base naval de Tartus en Siria, tras expulsar a Bashar al Assad y azuza a Israel contra Irán para posicionarse en el Golfo Pérsico. 

Es menos visible su estrategia en el Estrecho de Gibraltar y su Peñón, vínculo excepcional entre espacios diferentes que conecta nortes y sures, al Atlántico con el Mediterráneo y a Europa con África. Es, pues, un complejo tablero donde las potencias proyectan sus rivalidades geopolíticas en sus fronteras marítimas y terrestres.

Ese pequeño paso tiene enorme importancia geoestratégica: en sus 58 kilómetros de extensión navegaron todas las civilizaciones ribereñas y hoy transitan sus escasos 14.4 kilómetros de ancho, unos 100 mil buques al año con petróleo y gas, todo tipo de mercancías, cruceros y migrantes que huyen de conflictos provocados por Occidente.

Dueño de los mares

Desde una mirada geopolítica, el Estrecho es la llave de una de las zonas con mas valor del planeta, cuyo control se disputan EE. UU., dos potencias europeas (Reino Unido y España) y una norafricana (Marruecos).

Desde una mirada militar y de seguridad, ése es un punto candente: lo vigilan y navegan barcos de las armadas británica y española, los portaaviones nucleares Charles de Gaulle, de la Marina Nacional francesa y el Harry S. Truman, de la Sexta Flota estadounidense, entre otros cruceros.

Tras la segunda posguerra mundial, Washington asignó a los países ribereños del Mediterráneo –todos aliados– la misión de garantizar la seguridad de navegación e intercambios comerciales en el Estrecho. Ahora se propone obstaculizar el tránsito de naves de sus rivales so pretexto de convertirse en amenaza.

Ése es el imaginario imperialista de EE. UU. con Donald Trump en la Casa Blanca. Por ello encomendó a la Comisión Federal Marítima (FMC) de su país investigar las condiciones desfavorables para el comercio en puntos marítimos importantes.

La Comisión enlistó a los principales choke points o cruces marítimos estratégicos: el Estrecho de Malaca (entre Indonesia y Malasia) el Paso del Mar del Norte, el Canal de la Mancha, el Canal de Suez, el Estrecho de Gibraltar y el Canal de Panamá. 

Aquí nace la prisa de Trump por “retomar” el control del istmo americano, porque –afirma– China opera desde ahí. Sin aclararlo, el magnate se refiere al gigantesco puerto de Chancay, en Perú, financiado y construido por China. 

Veto a China y Rusia

Tras asumir su segunda presidencia, Trump advirtió que estudia opciones militares para volver a Panamá. Fue tal su presión sobre el gobierno del Canal que, el seis de febrero, el presidente José Raúl Mulino anunció la cancelación de su acuerdo económico con China.

En reacción, Beijing declaró que Washington desacredita y socava su cooperación con Panamá “a través de la presión y la coerción”. Mientras esto ocurría, pasó desapercibido el interés del presidente estadounidense en el Estrecho de Gibraltar para estrangular el auge marítimo de China. 

Respalda su acción en el dictamen de la FMC describe que, al ser uno de los más transitados por grandes buques –en particular los del coloso asiático– el Estrecho corre riesgo de colisión, estancamientos y retrasos en los periodos de mayor circulación que aumentan por las fuertes corrientes, vientos y niebla.

Además, el análisis de la FMC sirvió a la intención de Trump por contener el dominio de China sobre su expansiva construcción naval. Por ello, hace semanas, el magnate anunció que creará una nueva oficina que, desde la Casa Blanca, organice esa tarea para “resucitar” la industria naval estadounidense, comercial y militar, refiere el Centro Nacional de Estudios Espaciales.

Además de empeñarse en esa tarea de largo plazo contra China, EE. UU. y sus aliados han expandido su acoso contra la marina rusa que, desde 2022, utiliza el Estrecho de Gibraltar para mover su logística. 

Esto es así porque la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desató su guerra proxy contra Rusia en Ucrania y cerró el paso de barcos rusos al Mar Negro. En busca de alternativas, los navíos rusos pasan por el Estrecho de Gibraltar desde sus bases en Kaliningrado y San Petersburgo sobre el Báltico, hacia el Mar Negro y su base naval siria en Tartus. 

Por el ilegal veto de Occidente y la OTAN, buques rusos ya no navegan por rutas marítimas tradicionales y deben cuadruplicar las millas náuticas durante sus recorridos. Ese larguísimo trayecto muestra el perverso resultado de las sanciones impuestas por EE. UU. a Rusia que, además de violar el Derecho del Mar, incitan a sus aliados europeos a ensañarse contra embarcaciones rusas.

Así lo refleja la campaña de difamación por el “aumento de 50 por ciento” de buques bélicos rusos en el Estrecho que este 2025 difundieron la prensa estadounidense y europea. Esa falacia dictada por el Pentágono y Ministerios de Defensa europeos a El País, The New York Times, The Financial Times y otros medios creó la percepción de amenaza.

Medios y expertos ofrecen “estadísticas” sobre el supuesto peligro. Sin embargo, una revisión de notas periodísticas de ese hecho entre 2021 y 2024 reporta que solamente 80 embarcaciones rusas navegaron a través del Estrecho en ese periodo; serían únicamente 20 por año; y la mayoría es de tipo comercial, no bélico. 

Contra el Derecho del Mar, la OTAN y Armadas de países ribereños al Estrecho se abrogaron el derecho de monitorear e interceptar todo barco ruso para revisarlo exhaustivamente. Alegan que es para “asegurarse” que transite rápido y sin detenerse por el Estrecho.

Se amparan en la falacia de la “amenaza rusa”. En febrero, el Estado Mayor de Defensa español desplegó fuerzas en dos buques de guerra al detectar un submarino ruso; una vez concluida la revisión, se confirmó que no era belierante.

Esa vigilancia escaló a acto hostil en mayo, cuando la fragata española Álvaro de Bazán zarpó del puerto de Cartagena para interceptar al convoy ruso de tres buques mercantes que navegaban en el Estrecho. Los españoles justificaron el abuso por sospechar sobre “una amenaza” rusa. 

El acoso español se incrementó en junio. La Armada activó una misión de inteligencia con el buque Furor y su equipo de élite para reforzar esa vía ante el “creciente paso de buques de guerra rusos”. El 17 desplegó al Grupo de Combate Expedicionario Dédalo 25-2, en un operativo de “alta complejidad” que concluyó el siete de julio con un objetivo: obstaculizar la navegación de naves rusas.

300 años de juego geopolítico

El Estrecho de Gibraltar tiene otro punto fundamental: el Peñón, una roca caliza de 426 metros de altura, con 6.7 kilómetros cuadrados de superficie donde viven 38 mil 500 personas, que ha causado disputas geopolíticas entre el imperio británico y el español. 

El dominio inglés sobre La Roca se concretó hace 312 años, tras el Tratado de Ultrecht de 1713 en la Guerra de Secesión de España. Salvo fricciones, el status quo del Peñón permaneció hasta febrero de 2022, cuando detonó el conflicto de la OTAN contra Rusia en Ucrania. Desde entonces, el Estrecho y su Peñón pertenecen a la estrategia de securitización marítima del Occidente Ampliado, con EE. UU. al frente.

El gobierno estadounidense respalda a Londres y desprecia el reclamo de España; tanto así que llegó a amenazar a Madrid con ya no rentarle la base naval de Rota y la base aérea de Morón si no aceptaba negociar con Londres. 

Ese apremio de Trump tenía una razón: el 12 de junio, cuando el régimen israelí asesinaba a funcionarios, científicos y civiles iraníes, Londres y Madrid firmaban un acuerdo de “prosperidad compartida” sobre el Peñón.

Ambos gobiernos convinieron en que era tiempo de acercarse y reafirmar sus intereses geopolíticos sobre ese espacio estratégico. Según el acuerdo, se “salvaguardan” las posiciones jurídicas de España y Reino Unido en materia de soberanía y jurisdicción.

Además de garantizar estabilidad, libre circulación de personas y mercancías, el pacto británico-hispano contempla un nuevo marco de seguridad, con intercambio de información y un mecanismo financiero que “alentará” el desarrollo económico-social. Al eliminar barreras físicas y controles a personas y mercancías entre España y el Peñón, se estrecha la cooperación aduanera. 

Por tanto, el flujo expedito de 300 mil andaluces de la zona y 15 mil personas que a diario transitan por el Peñón, por el retiro de la “última valla” europea (La Verja) que separó ese espacio de Europa continental por más de un siglo.

Los escépticos al acuerdo citan que se alcanzó por el interés del capitalismo corporativo de expandirse en toda la ribera del Estrecho de Gibraltar. Su plan es alentar la inversión de empresas internacionales a largo plazo sobre esa larga costa, según admitió el ministro de Exteriores británico, David Lammy.

Y pese al optimismo supuesto por tal pacto entre potencias, se desvía la atención de que el Peñón representa uno de los 17 territorios considerados como colonia por Naciones Unidas, la única en suelo europeo y cuyo proceso de descolonización es indefinido.

Para descolonizar ese territorio, la ONU propone tres vías: libre asociación, integración territorial o independencia. España pretende la libre integración y Reino Unido, la libre asociación por referéndum que le ha favorecido para seguir colonizando La Roca. 

 

El choke point DE Gibraltar

El Estrecho no escapó a la globalización, ahí navega a diario un promedio de 310 embarcaciones y 113 mil al año (más de 10 por ciento del total global). En la actual crisis de Medio Oriente, es “sensor” de la seguridad regional; y pese a las tensiones geopolíticas y episodios de piratería, es operativo y garantiza el libre tránsito hacia el Estrecho de Bab el Mandab o el Mar Rojo. 

Sus riberas tienen una enorme infraestructura portuaria: el puerto español de Algeciras y el próximo Tánger Med que planea Marruecos. La periodista Patricia Giersiepen señala la vía de transbordadores entre Tánger (Marruecos) y Algeciras (España), que se conecta mediante redes de modernas carreteras marroquíes. 

Sin embargo, esa singular puerta marítima no siempre está abierta: se cierra para miles de inmigrantes que huyen de conflictos ocasionados por la codicia occidental y buscan refugio en Europa. Ahí se origina el férreo blindaje del Tarajal marroquí contra el éxodo migratorio. En junio murieron más de dos mil en el mar intentando llegar a España; 342 eran niñas y niños, 112 eran mujeres que confiaron en cruzar la llamada Ruta Canaria, la más letal.

 

 

El Estrecho, la OTAN e Israel

Los intereses geopolíticos de países ribereños a Gibraltar son múltiples y variados. En el pasado ejercicio multinacional del Pentágono en Túnez, participaron 10 mil efectivos de 50 países miembros de la OTAN con la Brigada Golani de Israel. 

Esa incómoda presencia obedeció a la larga relación entre Marruecos y el régimen sionista, ambos son más que socios; desde 1948, tienen una relación intensa y muy discreta que incluye falta de visados mutuos. 

En 1965, el rey Hassan II invitó a agencias de inteligencia israelíes a la Cumbre de la Liga Árabe en Casablanca; se sabe que la información que ahí obtuvo Tel Aviv permitió su victoria en la Guerra de los Seis Días. A partir de su nexo con la inteligencia sionista, Rabat reorganizó sus fuerzas armadas; y en 1975 construyó el llamado Muro del Sahara Occidental. Desde 2020, ese reino aumentó sus compras de armas (drones) y otros sistemas en contratos millonarios.

Hace más de cuatro años, Marruecos escenifica protestas masivas contra el dominio sionista de los puertos estratégicos de ese país. “¡Rechacen el barco!” es el lema de sindicalistas, profesores, trabajadores portuarios, eruditos y religiosos que bloquean la descarga de insumos militares israelíes en los puertos de Tánger y Casablanca.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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