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Declive de las potencias es propicio para América Latina
EE. UU. controla 76 bases militares: 12 en Panamá, 12 en Puerto Rico, nueve en Colombia, ocho en Perú y está por reabrir su base aérea en Manta, Ecuador.
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El “encuentroˮ entre europeos y americanos de hace 528 años aún produce secuelas sociopolíticas y económicas en los Estados y territorios que hoy constituyen América Latina y el Caribe.

Esta región, que aún vive de exportar sus ricos recursos naturales, hoy experimenta la evolución del sistema mundial unipolar al multipolar, el triunfo de las resistencias al neoliberalismo y los efectos de la pandemia del SARS-COV-2. Una visión optimista de esta nueva realidad geopolítica pronostica gobiernos de las mayorías en nuestros países y el fin de bloqueos comerciales como el que Estados Unidos (EE. UU.) ha impuesto a Cuba y Venezuela.

Del río Bravo a la Patagonia y del océano Pacífico al Atlántico, América Latina goza de una ubicación estratégica e inmensos recursos naturales que son prioridad en la agenda geopolítica imperial. Así como la Europa semimedieval expolió al continente recién descubierto, hoy las multinacionales alientan conflictos, atizan la emigración y la muerte de las personas por apoderarse de esos recursos.

El subcontinente latinoamericano aloja, entre México y el Cabo de Hornos, un tercio de las reservas de agua dulce del planeta, el “petróleo del Siglo XXI” para los estrategas. Aquí está el 65 por ciento del litio –el “oro blanco” indispensable para producir sistemas de telecomunicaciones y aeroespaciales– así como los yacimientos de coltán, el “oro azul”, fundamental para fabricar desde videojuegos hasta armas inteligentes.

En Latinoamérica se encuentra, asimismo, el 49 por ciento de la plata del mundo, 44 por ciento mundial del cobre, 33 por ciento global del estaño, 22 por ciento de las reservas de hierro, la quinta parte de los bosques naturales y más del 14 por ciento de la tierra cultivable del mundo. El subcontinente tiene, además, el 24 por ciento de los hidrocarburos; su biodiversidad alberga ecosistemas claves para mantener el hábitat global, y su ubicación geográfica y pasos interoceánicos lo hacen atractivo para inversiones y golpes militares.

Así como en los primeros 150 años del proceso conquistador fluyeron hacia España 17 mil toneladas de plata y 200 mil de oro para potenciar el incipiente desarrollo comercial y manufacturero europeo; hoy, las riquezas americanas sostienen el desarrollo del norte industrializado, con lo que aumenta su dependencia.

Sin embargo, Europa es cada vez más frágil debido a la segunda ola de la pandemia, y los márgenes de maniobra en EE. UU. se han reducido tanto para el presidente Donald Trump como para su rival electoral Joe Biden, estima el analista de la inversora suiza Lemanik, Maurizio Novelli.

Perú

Por primera vez en su historia, América Latina puede aprovechar el declive de las potencias. La debilidad económica de EE. UU. y su enfrentamiento político con sus socios hacen vulnerable al centro del capitalismo mundial.

Robo y silencio

No extraña que los problemas de seguridad regional se asocien históricamente al control de sus recursos, territorios y rutas. Hoy, esa puja está detrás de los diferendos geográficos y la alta delincuencia, que crecerá en tanto aumente la demanda mundial de agua y minerales básicos, indica el analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, Miguel León Garrido.

Pese a su disponibilidad de recursos de gran valor mercantil, América Latina no ha sido capaz de transformar esa riqueza para favorecer su desarrollo en el largo plazo. La dependencia colonial frenó el cambio estructural que se asocia a la innovación y acentuó la marginalidad, el drenaje de su renta y la regresión industrial, explica la Comisión Económica para América Latina (Cepal).

La histórica pérdida de soberanía sobre sus riquezas ocasionó la dramática reducción del 89 por ciento de especies de fauna en Centro y Sudamérica entre 1970 y 2018, informa la organización Planeta Vivo.

Esta expoliación silencia el importante rol mundial de la diversidad biológica-agrícola (DBA) de América Latina y el Caribe, que alimenta al 90 por ciento de la población mundial.

Sin embargo, hoy, esta estructura evolucionó con el cambio de propiedad de grandes extensiones de tierra a gobiernos extranjeros.

Por ello, países tradicionalmente productores de alimentos como Brasil, Argentina, Perú y México viven un serio problema de seguridad pública y alimentaria. A ello se suma el grave peligro que representa el interés de los actores locales y extrarregionales por apropiarse de las enormes reservas de agua subterránea.

En las últimas décadas aumentaron las tensiones asociadas a los recursos hídricos en Bolivia, Nicaragua, Panamá, Colombia, Brasil y México, según la cronología de Conflictos del Agua del Instituto del Pacífico. Esos incidentes incluyeron asesinatos de activistas, ataques y daños a instalaciones, envenenamiento del suministro, protestas, violencia policial y choques entre propietarios.

Monroe en el Siglo XXI

Hace cinco siglos, la superioridad militar de Occidente venció la resistencia de los pueblos americanos y los sometió a la expoliación europea; hoy, el control de los recursos se afianza con una vasta red de bases aéreas y terrestres de EE. UU. Es una forma de intervención sofisticada: militar, política, ideológica y económica.

Así lo ilustró, en junio de 2013, el presidente de la organización no gubernamental (ONG) Inter-American Dialogue, Michael Shifter: “Algo está ocurriendo en la región y EE. UU. quiere ser parte de ello”. Esta expresión traduce el afán de Washington por dominar nuestra región desde que ideó la Doctrina Monroe (América para los americanos, 1823).

Flags

De ahí transitó a la estrategia del Siglo Americano (militarización de su política exterior, 1990) que confirió al Comando Sur el rol de guardia local contra el avance de actores extracontinentales.

Y a pesar de ser el mayor socio comercial de la región, con pactos inequitativos por los que factura al año más de 800 mil millones de dólares (mdd), EE. UU. aumenta su presencia militar en el continente, según el informe Estructura de las Bases Militares del Departamento de Defensa.

Con el argumento de que combate al terrorismo y al narcotráfico o que garantiza la seguridad hemisférica, sus tropas se despliegan en bases de Guantánamo (Cuba), Honduras, El Salvador, Colombia y Perú. Solo en Honduras, las fuerzas armadas estadounidenses poseen 144 activos propios en 24 mil 878 metros cuadrados, cuyo valor asciende a 207.2 mdd, refiere el propio Pentágono.

EE. UU. controla 76 bases militares: 12 en Panamá, 12 en Puerto Rico, nueve en Colombia, ocho en Perú y está por reabrir su base aérea en Manta, Ecuador. Entre agosto y septiembre, hubo protestas en Perú por esta creciente presencia militar, que pasó de 125 elementos a tres mil 200.

La oposición local denunció que la base médico-militar NAMRU6 está en el corazón de la amazonía peruana, dice el analista Hubo Cabieses. El Pentágono admite que sus activos en suelo peruano ascienden a 14.2 mdd.

El objetivo de las bases militares en América Latina es tener presencia ante movimientos potencialmente conflictivos y estratégicos para su política exterior. Con los años, EE. UU. sustituyó al comunismo con el combate a las drogas, al crimen organizado y al terrorismo en la justificación de las bases, explica el académico peruano Sebastián Bitar.

Aunque las oligarquías dieron la bienvenida a esa red de bases, en los albores del Siglo XXI hubo sobresaltos. EE. UU. perdió la base aérea Howard en Panamá (1999) y Venezuela le negó el uso de su espacio aéreo; en 2009, perdió la base de Manta, Ecuador y desde entonces fracasaron muchas negociaciones para expandir su influencia militar en la región.

Ante esos fiascos EE. UU., Europa y las oligarquías volvieron al esquema desestabilizador para mantener su influencia regional. Con el conservadurismo continental tejió una ofensiva política, judicial, económica y mediática que cierra las vías democráticas para impedir la emergencia o retorno de las fuerzas progresistas al poder político, afirma Marco Teruggi.

Su objetivo es impedir que gobiernos populares cambien el status quo que concentra y extrae riqueza mientras excluye a las mayorías. Por eso, el apoyo hasta el ridículo a la derecha venezolana, a Jair Bolsonaro, Lenin Moreno, Mauricio Macri y el hostigamiento genocida a Cuba, Nicolás Maduro y Luiz Inácio Lula da Silva, seguido de los golpes contra Manuel Zelaya y Evo Morales.

Resistencia creativa

El golpe contra el gobierno de Evo Morales, en noviembre de 2019, siguió la misma ruta que la derecha venezolana intenta realizar en su país. Por ello, para los analistas, los comicios bolivianos del pasado 18 de octubre, fueron una elección “bisagra”, donde un triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) sería el retorno de las fuerzas derrocadas por el golpe. Pero si triunfaba Carlos Mesa, el golpe se consolidaría no solo en Bolivia sino en la región con derechas aún más radicalizadas.

Daniel

Por eso, la victoria del MAS envía dos señales: la capacidad de las fuerzas del proceso de cambio y un golpe contra las fuerzas más retrógradas y dependientes del neocolonialismo extranjero. Los sucesos en Bolivia darán la clave de las tendencias para esta época, un gran espejo donde se mira el continente, sentencia el analista argentino Marco Teruggi.

No hay que confiarse. Mientras el expresidente Evo Morales voceaba jubiloso ¡Jallalla Bolivia! (vocablo quechua-aymará que une conceptos de esperanza, festejo y buenaventura), hay que esperar la reacción de la ultraderecha boliviana. La interrogante es si se resignará a dejar el gobierno a quienes derrocó, humilló y reprimió.

Detrás de la pacífica elección boliviana de hace una semana, está la nueva forma de resistencia de las fuerzas sociales. Tras un proceso de aprendizaje, hoy vuelven a cuestionar la lógica imperial y sus propuestas buscan modificar estructuralmente la relación de dominio, apropiación, despojo y sumisión prevalecientes en la región.

El gran debut de esa nueva resistencia también fue en Bolivia, cuando entre abril y mayo de 2000, la población de Cochabamba se alzó contra la privatización del agua de lluvia. Luego se vio en 13 años de gobiernos del Partido de los Pobres en Brasil, cuando sacaron de la pobreza a más de 28 millones de personas.

Hoy están presentes en la protesta de los jóvenes de clase media chilenos contra la privatización de la educación y el persistente modelo pinochetista que impone el neoliberalismo. Es lo que la politóloga Ana Esther Ceceña llama la nueva sintomatología de la resistencia que con creatividad, desafía los paradigmas tecnológicos, políticos, conceptuales e institucionales de la fase neoliberal del capitalismo actual.

Las fuerzas sociales se reapropian de la política y ven a la democracia como algo más que la representación formal. Al revelar la incapacidad del sistema para construir acuerdos sociales, exhiben la torpeza de los partidos que incumplen su función de representación política.

Y vuelve la idea de la integración regional a través de mecanismos y alianzas como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Alianza Bolivariana para América (ALBA). Algo es claro, la Unión Europea tardó décadas en consolidarse, así que la integración regional sigue hacia adelante.

Pandemia y futuro

Así como, en el Siglo XVI, Europa impuso a nuestra América la genocida guerra biológica, ahora la pandemia por Covid-19 profundizó la dependencia, desigualdad y precariedad de la región, donde las oligarquías controlan el ciclo energético y alimentario, advierte el analista ruso Daniel Estulin. Ante ese reto, solo Estados con proyecto nacionalista como Cuba lograron contener el avance del patógeno y atenuar el daño económico generado por la emergencia.

Diez meses después de que se presentó el primer caso de Covid-19 en China, América Latina y el Caribe superaron los 10 millones de casos. El Producto Interno Bruto (PIB) regional sufrió un desplome sin precedentes, al caer 7.9 por ciento, “la mayor crisis económica en un siglo”, según la Cepal. Aunque los decesos por la enfermedad resultan preocupantes y la ocupación hospitalaria se mantiene en el 90 por ciento, en tres semanas descendió 20 por ciento la media de contagios; se estima que la pospandemia será menos dramática de lo esperado.

Según la Unidad de Inteligencia Económica de The Economist, Chile y Uruguay se recuperarán rápidamente, pero México superará sus problemas hasta 2024 por el peso que le impone el pago de su deuda, la cual equivale a casi el 53 por ciento del PIB.

 

 


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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