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El fanatismo, la expresión más absurda de la fe, ha sido, en distintas épocas de la historia, el refugio de la felicidad que surge de la ignorancia. La Edad Media fue el ejemplo más evidente de los efectos de la ignorancia que las élites inculcaban al pueblo. Durante más de mil años se persiguió a todo aquél que se atreviera a pensar diferente; se le condenaba a las torturas y vejaciones públicas más viles; se acusaba de tener tratos con el diablo o con algún ser sobrenatural a quienes hacían uso de la razón; porque, de otra forma, no se explicaba su sometimiento absoluto a los imaginarios mundos de la fe. De esta manera nacieron los Faustos y las brujas que, en esa época de oscuridad e idolatría, fueron símbolos del pensamiento y la razón.
Se pensaba que esa época de ignorancia y oscurantismo había fenecido hace más de 500 años, cuando la luz de la razón impuso el pensamiento sobre la fe y el lema kantiano sapere aude sustituyó el creer por el saber. Hoy, sin embargo, la realidad ofrece pruebas suficientes de que ese fenómeno de enajenación se ha superado por el fanatismo moderno en muchos sentidos.
La ideología ha sido siempre un arma de dominación usada por las clases dominantes, pero el capitalismo la ha transformado en su arma predilecta. El control de las ideas sustituye, por su eficacia, al control coercitivo de los hombres; las redes sociales y la Internet son el medio perfecto para propagar las ideas de la clase en el poder.
México, como todos los países del orbe, es víctima de este proceso de sometimiento ideológico; sin embargo, por el proceso histórico que atraviesa tiene características que lo hacen todavía más propenso a sufrir los efectos del fanatismo. Durante los más de 300 años de colonización, la Iglesia Católica, arraigó sus ideas en cada momento de la vida cotidiana. La creencia cristiana en el “salvador” se consolidó en la idiosincrasia del mexicano, quien hoy en día es uno de los pueblos más creyentes del mundo, a pesar de que la nueva bandera del capitalismo ha transformado a los fanáticos religiosos en fanáticos del escepticismo y la indiferencia. Las tres centurias de dominación ideológica no pueden obviarse con solo tratar de entender la conducta política de las grandes masas, pues la historia no es un ente muerto que almacene hechos, sino un proceso vivo que se expresa en todo momento, aun cuando no se le entienda ni se le conozca.
Hoy, nuestro país saca a relucir su lado más fanático e irracional. En el empeño de defender la esperanza profetizada en el “salvador”, se han formado verdaderas legiones de defensores del obradorismo que se obstinan en desconocer la realidad y cualquier fenómeno objetivo que demuestre la inutilidad y el fracaso de la política del proclamado mesías. El chairismo, como coloquialmente se conoce al fanatismo lopezobradorista, no es esencialmente incorrecto por su forma, sino por su contenido. Apasionarse por una idea y defenderla es propio de la condición humana, pero defender una idea cuyo contenido se ha demostrado erróneo y que, además, a cada paso en la realidad, demuestra lo equivocado de su planteamiento, es propio de fanáticos. Otra característica de este fenómeno de enajenación, provocado por la necesidad de la esperanza ideológicamente encausada por el poder político, es el odio venal a los críticos del partido político en el poder. Cualquier crítica, por muy bien estructurada y elaborada que esté, es recibida por las hordas morenistas como un ataque personal y refutada no con argumentos, sino con rabia, insultos y calumnias, siguiendo la estrategia de su mesías. Finalmente, y como un último ejemplo de este fenómeno político, aparece la defensa a ultranza de un líder cuyo acceso al poder se debió a la ausencia de otras alternativas, no a sus propuestas de solución y que cada día confirma las críticas de sus detractores que en él observan una ignorancia supina como figura presidencial; pero lo peor de todo es que este señor está imitando al emperador romano Calígula quien, en su delirio de poder, se sentía Dios, creía lo que sus hordas gritaban y al pararse frente al espejo no se veía tal como era, sino como sus feligreses lo habían pintado.
Este momento de enajenación y fanatismo vive nuestro país y si no queremos que la realidad sea la que despierte con crudeza a los encantados, es preciso comenzar a despertar conciencias.
Entre los principales responsables de que en las dos últimas décadas la política mexicana se halla degradado están los partidos políticos, que carecen de candidatos con la mínima capacidad para formular propuestas congruentes con las necesidades básicas de la población.
La mayoría de los especialistas coincide en que, durante el sexenio, el modelo de comunicación aplicado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Entre las asociaciones delictivas que se han conformado en la 4T del presidente Andrés Manuel López Obrador están el Cártel de Caborca, en Sonora; la Unión de León en Guanajuato; y Pueblos Unidos en Michoacán.
La relación entre el Estado y la banca privada en México, tan estrecha y de franca subordinación del primero a la segunda.
Las organizaciones detectaron reducciones en otros cuatro programas: uno que ofrece leche fortificada; otro orientado a la atención en clínicas y hospitales.
Hizo un llamado a rechazar este planteamiento, y no conformarse con la pobreza y el hambre, que es a donde llevará la medida del presidente.
La centralización del poder practicada por el Presidente de la República atropella y coarta los derechos de los mexicanos más pobres; incluso, lo más lamentable, la aplican también algunas autoridades estatales y municipales.
Lo que pueda venir contra nosotros, lo digo desde ahora con todo énfasis, será una mentira descarada, una arbitrariedad sangrienta y una represión pura.
La morenista dijo que el proceso debe “hacerse entre secretarios salientes y entrantes”.
La ilusión de la 4T como “la esperanza de los pobres contra los desmanes de los ricos”, se ha diluido en poco tiempo; hoy, la única forma de evitar que México se fracture a causa de la incompetencia de Morena es la organización política del pueblo.
El Coneval reconoció que uno de los retos más urgentes para el sistema de salud en México, es atender las secuelas del Covid-19.
Uno de los elementos que más atrajo a los electores que votaron por López Obrador fue el perfil académico de los miembros de su equipo de trabajo
Los seis programas que representan la política social del presidente Andrés Manuel López Obrador tienen aprobado un presupuesto para este año de casi 180 mil millones de pesos, con el que busca beneficiar a 16 millones de mexicanos.
Por encima de esta ley está la autoridad moral... No va a venir cualquier gente que porque es del New York Times y nos va poner en el banquillo de los acusados: Presidente de México.
López Obrador, aunque salga a sus giras en los próximos días no podrá tener en el 2021 la misma cantidad de votos que el 2018.
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Escrito por Abentofail Pérez Orona
Licenciado en Historia y maestro en Filosofía por la UNAM. Doctorando en Filosofía Política por la Universidad Autónoma de Barcelona (España).