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Sin duda, uno de los elementos que más atrajo a los electores que votaron por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue el perfil académico de los miembros de su equipo de trabajo, entre quienes se cuentan varios con posgrados de las mejores universidades del mundo y con amplias trayectorias en el servicio público. El reconocido historiador económico Carlos Marichal habló incluso, optimista, de la formación de una “república de profesores y profesionales”.
Las consecuencias de esto serían evidentes: todas las decisiones económicas se tomarían con suma responsabilidad, estarían basadas en evidencias y harían el mejor uso posible del presupuesto público. Pero a dos meses de gobierno tenemos ejemplos de sobra para asegurar que esas esperanzas han saltado por la borda.
Para ofrecer un panorama general de la magnitud del problema, vale la pena referirnos a un reporte de la asociación Gestión Social y Cooperación (Gesoc) sobre el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF 2019), en el que se señala que además de aumentar el número de programas sociales de 119 a 134, a los más eficientes en lugar de incrementarles su presupuesto se les redujo y que los opacos sobrevivieron prácticamente con el mismo pese a que no han resuelto los problemas que les dieron origen.
Si esto fue preocupante, resultó aún más sorprendente la noticia –que pasó casi desapercibida– del fin de Prospera, programa que beneficiaba a cerca de siete millones de familias. Independientemente de los problemas asociados a su funcionamiento, las razones para cancelarlo y sustituirlo por un programa de becas a estudiantes de bachillerato son todo, menos convincentes.
El argumento utilizado para eliminarlo, coincidente con lo repetido hasta el cansancio por el Presidente de la República, fue que grupos políticos intermediarios le daban un carácter clientelar y que los apoyos no llegaban completos a sus beneficiarios. Sin embargo, existen datos que afirman que el clientelismo no afectaba siquiera al cinco por ciento de los beneficiarios. Es decir, este argumento solo fue usado como excusa para llevar a cabo cambios bruscos en la política social sin que haya un sustento empírico de fondo. Y, como era de esperarse, hasta ahora no hay información sobre el funcionamiento específico del programa de becas que sustituirá a Prospera.
Una situación similar se observó en la reducción del 8.5 por ciento del presupuesto de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que contradice la retórica oficial que reiteradamente habla de la importancia que la presente administración dará a las investigaciones en ambos rubros; y, asimismo, en la reducción del 50 por ciento del presupuesto destinado a las estancias infantiles, que cuidaban aproximadamente a 350 mil niños y que habían recibido evaluaciones positivas del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval).
Estos recortes tienen como objetivo liberar recursos para financiar la ambiciosa política social del nuevo gobierno. El programa emblema de éste es, sin duda, Jóvenes Construyendo el Futuro, que consiste en la entrega de becas a estudiantes y su capacitación en empresas.
Este programa ha recibido al menos dos críticas relevantes. Una procede de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que subraya su principal falla: no haber ninguna clase de obligación patronal hacia los jóvenes, el programa solo ofrece experiencia inmediata pero no perspectivas laborales a largo plazo. La segunda crítica, proveniente de la izquierda, sostiene que este programa es esencialmente una transferencia masiva de recursos del sector público al privado en forma de subsidios a los salarios.
En conclusión: las decisiones económicas del nuevo gobierno se han tomado de manera apresurada y en casi todos los casos sin justificación o mediante el uso de argumentos falsos. Frente a este hecho, es importante advertir que un gabinete preparado y con buenas intenciones (en caso de existir) no es suficiente para distraer a los sectores sociales marginados de lo que realmente necesitan para satisfacer sus problemas de sobrevivencia más urgentes.
Por ello es indispensable que en tanto el pueblo no conquiste el poder en los ámbitos económico, político e ideológico, esté atento a la aparición de los vendedores de espejitos que siempre aseguran tener la solución a todos nuestros problemas.
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Escrito por Jesús Lara
Licenciado en Economía por El Colegio de México. Doctorante en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst de EE.UU.