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Internacional
América Central, entre EE. UU. y lo multipolar, a 187 años de su independencia
Después del dominio español, Centroamérica vivió el saqueo imperialista de otras potencias occidentales.


Después del dominio español, Centroamérica vivió el saqueo imperialista de otras potencias occidentales; su rezago se profundizó y, hoy, más de 183 millones de sus habitantes enfrentan el acecho del neocolonialismo a su soberanía y los graves problemas que el subdesarrollo socioeconómico genera en sus países. 

 El 15 de septiembre de 1821, las cinco naciones de América Central iniciaron sus movimientos de independencia y los concluyeron en 1838. Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica, que hasta entonces habían pertenecido al Virreinato de la Nueva España, a diferencia de los países sudamericanos integrados al Virreinato de Nueva Granada –cuyo gobierno central estuvo en Perú– en el Siglo XVIII se dividió para formar el Virreinato de Río de la Plata. 

Centroamérica busca hoy, 187 años después, superar la herencia de su violento pasado colonial. Su lucha acierta en el contexto global “dinamitado” por las disputas entre las potencias que pelean por recursos naturales, espacios comerciales e innovaciones tecnológicas. 

La superpotencia militar, Estados Unidos (EE. UU.), está a menos de tres mil kilómetros. En el Siglo XX, la Casa Blanca envió marines y acorazados a esa región para imponer a dictadores como Jorge Ubico en Guatemala, Maximiliano Hernández en El Salvador, Tiburcio Carías en Honduras y Anastasio Somoza en Nicaragua. 

Todos sirvieron al Estado liberal oligárquico para que sus grandes empresas trasnacionales convirtieran a sus países en productores de monocultivos como el café, azúcar, frutas, entre otros bienes, cuya distribución y venta internacional les rindió enormes ganancias. En el Siglo XXI, ese modelo resulta insostenible porque ahora hay un nuevo orden multipolar y actores que ofrecen condiciones de “ganar-ganar” y cooperación soberana a la región. 

Rica, pobre y codiciada 

América Central mide 522 mil kilómetros cuadrados (km2), cuenta con 11 ecorregiones de agua fresca, montañas y volcanes; estos últimos se ubican en el llamado Anillo de Fuego. La habitan 183.4 millones de personas, de las que el 50.4 por ciento forma parte de comunidades indígenas, cuyo estatus socioeconómico es muy bajo, sus recursos naturales y minerales, así como su biodiversidad, son enormes. El subsuelo aún da oro, plata, petróleo, níquel, cobre, hierro, carbón, caliza, dolomita y otros elementos sólidos; su fértil suelo produce frutos tropicales, café, cacao, palma de aceite y la pesca variada de sus mares se exporta. 

Corporaciones mineras, agroindustriales, turísticas y de infraestructura marítima compiten por el control de esta riqueza. De su saqueo quedan solamente migajas para la región, una de las más pobres del planeta y expuestas a la destrucción ecoambiental por la explotación capitalista. 

El legado colonial y el modelo económico neoliberal en América Central resultó en mayor pobreza, subdesarrollo, racismo, desplazamiento forzado, emigración, neofascismo y auge de una delincuencia organizada trasnacional cada vez más agresiva. 

La oligarquía imperialista estadounidense ha profundizado la pobreza, desigualdad, dependencia, monoproducción y la corrupción de esa región hacia el exterior, señala Velia Govaere. Conflictos como el desplazamiento forzoso, se detuvieron debido a la extracción de minerales críticos utilizados por las empresas tecnológicas, que no pagan impuestos suficientes. 

En contraste con esta avaricia del capital corporativo destaca el enorme aporte de las remesas que los trabajadores centroamericanos en el exterior envían a sus familiares y que representan el pilar económico de sus respectivos países. 

En el llamado Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras), las remesas sumaron 18 mil millones de dólares (mdd) durante mayo de este año; cifra superior en dos mil 734 mdd a la del mismo lapso en 2024, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En EE. UU., donde trabaja la mayoría de los migrantes, éstos reciben un trato indigno sin alguna esperanza de regularizar su estancia. 

La reconquista 

En medio de la disputa entre las potencias de Occidente causada por EE. UU.se encuentran los países de América Central, debido al control de recursos naturales y los mercados de otras áreas del continente, el Medio Oriente, África y Oceanía. Esta competencia impacta en la región y su futuro es impredecible. 

En América Central existen cuatro amenazas para los intereses de la tecno-política estadounidense: el crimen organizado, el terrorismo, los gobiernos progresistas y la creciente presencia comercial de China, Rusia e Irán. 

En busca de recuperar su protagonismo regional, Washington ha fortalecido su alianza con socios y aliados, y conformado redes militares y de inteligencia bajo las órdenes del Comando Sur (SouthCOM), con la misión de “enfrentar esa amenaza”. 

Tal estrategia encubre un juego de poder geopolítico mundial porque, desde los gobiernos de Joseph Biden y Donald Trump, el imperialismo estadounidense se halla dispuesto a “volver a ganar el terreno perdido”, como lo afirmó el almirante Kurt Tidd en el bienio 2016-2018 cuando lideró el Comando Sur. 

Es decir, la reconquista depende del SouthCOM, al que el Departamento de Defensa responsabilizó por la cooperación de seguridad en 45 territorios de otros países, asentados sobre 16 millones de millas cuadradas (41 millones 439 mil 809 km2). 

El citado comando no sólo se enfoca en “cuidar” el Canal Interoceánico, sino también sus activos estratégicos para contener a los gobiernos progresistas y cerrar espacios a China. Sin embargo, los jefes de Estado observan el contraste existente frente a los proyectos hegemónicos estadounidenses –que antaño se basaron en intervenciones militares y el apoyo a regímenes autoritarios– y las iniciativas de poder blando de China, Rusia e Irán, que recurren a pactos comerciales muy atractivos y planes de infraestructura e inversión. 

El capitalismo estadounidense sabotea su plan de reconquista. Los altos aranceles que impuso Donald Trump a Centroamérica únicamente confirmaron la percepción de que EE. UU. es un mal socio al que urge abandonar para intentar asociarse con actores extra-regionales mucho más atractivos. Sólo con la idea viable de mejorar su economía y seguridad, la región resolverá los problemas derivados de la pobreza, emigración y delincuencia. 

Caso por caso 

La nueva estrategia de control regional no es extraña porque ya se aplica en Guatemala, explica la investigadora social Melanie Müellers. Es el país más poblado de esta región y con mayor desarrollo, por lo que ha resultado fundamental para proteger “la retaguardia” estadounidense. 

El crimen organizado trasnacional desempeña un papel importante en ella, pasó de ser un problema de seguridad interna en el pasado para convertirse en un actor político que mueve a millones de personas. Consciente de ello, Donald Trump intensificó “su cooperación” con el presidente Bernardo Arévalo en tres rubros: control de flujo migratorio, combate al narcotráfico y a redes criminales trasnacionales. 

En la definición de esta nueva política exterior influye el choque comercial de EE. UU. contra China y el expansionismo sionista en Medio Oriente, según denuncia el profesor de Princeton, Mark Lewis Taylor, quien afirma que Gaza no es el único lugar donde Israel ha cometido masacres. 

Taylor asegura que Israel lo hizo en los años 80, como operador de la estrategia anti-insurgente de EE. UU. y dio entrenamiento a gobiernos militares como el de Efraín Ríos Montt para reprimir a los indígenas mayas guatemaltecos. 

Entre 2016 y 2024, los presidentes Jimmy Morales y Alejandro Giammatei afirmaron lazos con Tel Aviv, que demostró ser aliado de los peores gobernantes del país, con efectos desastrosos. El régimen de Arévalo compró armas a Israel por 10.3 mmd para la Brigada de Infantería “General Luis García León”, según el Memorándum de Entendimiento de Cooperación Militar de 2023. 

Se beneficiaron Elbit Systems y Marom Dolphin, que conformaron la “economía del genocidio en Gaza”, según informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), explica Oswaldo J. Hernández. 

Así que, mientras el mundo condena al sionismo por su genocidio contra los palestinos y algunos gobiernos rompen relaciones con Tel Aviv, Guatemala sostiene un Tratado de Libre Comercio que viola el derecho internacional, particularmente el de Roma. Este acuerdo da acceso preferencial oculto a Israel para el uso de recursos hídricos y otros bienes estratégicos. 

Algunos vientos favorables al cambio soplan ahora. Aunque Guatemala mantiene relaciones con Taiwán, cada vez le atraen más las condiciones de Beijing y podría establecer vínculos mutuos. 

Gobierno proyanqui en Honduras 

Honduras se encuentra en una posición geopolítica compleja. Esta situación es consecuencia de su militarización derivada de las exigencias del capital corporativo y las prácticas coloniales corruptas del poder trasnacional, como denunció la activista Bertha Cáceres antes de su asesinato en marzo de 2016. 

Después del golpe militar de 2009 contra el presidente Manuel Zelaya, llegó la ofensiva ultraliberal que se apoderó de 300 proyectos hidroeléctricos (presas) y 870 mineros; se allanó la vía a las “ciudades modelo” (zonas económicas exclusivas) y miles de km2 de la plataforma continental se entregaron a empresas energéticas como la British Gas Group. 

También se autorizaron megaproyectos turísticos, permisos a agroindustrias que alentaron el monocultivo de azúcar y la palma africana en 35 por ciento del territorio hondureño, según organizaciones sociales. Estas acciones se ejecutaron contra los derechos de los pueblos garífunas y campesinos. 

Entre julio de 2009 y diciembre de 2021, la invasión trasnacional en Honduras fue masiva. Las compañías mineras y agrícolas acapararon tierras y las élites terratenientes transformaron la propiedad en provecho de grupos delictivos vinculados al narcotráfico, denuncia la experta en trasnacionales Mariel Aguilar Steen. 

Este capitalismo bélico-policial afectó también a la seguridad alimentaria, salud de la población y las condiciones laborales, lo que cuestionó el papel del Estado y sus alianzas con grupos “sospechosos”. 

Hoy, el gobierno de Honduras se proclama de izquierda, pero alberga bases militares de EE. UU. Su privilegiada ubicación atrajo la visión estratégica del militarismo estadounidense que, desde el seis de mayo de 1982, mantiene en Palmerola Comayagua la base aérea “José Enrique Soto Cano”. Desde ahí, Ronald Reagan lanzó su lucha anticomunista y contra el sandinismo. Por ello, entonces se llamó a Honduras la “República del Pentágono”, recuerda Joseph Nevins. 

Para algunos, esa base sería la moneda de cambio de la presidenta Xiomara Castro si Trump expulsa a hondureños del territorio estadounidense. La mandataria advirtió: “tendríamos que considerar un cambio en nuestras políticas de cooperación, en especial en lo militar, pues por décadas han mantenido bases militares en nuestro territorio sin pagar un centavo”. 

La base tiene capacidad para albergar aviones C-5; aloja a 500 civiles hondureños y a 500 efectivos de la Fuerza de Tarea conjunta-Bravo (FCT-Bravo), además del 612º Escuadrón Aéreo y la 12ª Fuerza Aérea de Control de Tráfico y Logística. En fecha reciente, la visitó el jefe del Comando Sur, quien ordenó a las tropas: “Estar listas para usar todo su poder”. 

Bukele, beneficiario de las élites  

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se afana en servir y agradar a su homólogo estadounidense, quien ofreció llevar inversiones. Sin embargo, la economía del país está descendiendo con el 36 por ciento de hogares en pobreza y uno de cada diez sin electricidad; el desempleo se incrementa y la inversión en infraestructura ha resultado nula. 

A pesar del triunfalismo oficial, propios y extraños perciben al gobierno de Bukele como un “libertario” o un beneficiario de las élites, no de los ciudadanos de abajo. Es un poder incapaz de velar por la felicidad del pueblo, pues ésa no es, no ha sido ni será su misión, sentencia el argentino-salvadoreño Raúl Llarull. 

Llegaron al gobierno para hacerse del poder y desde allí arrasar con el Estado, despojar al colectivo nacional en favor del círculo familiar, sus asociados y amigos. Estos objetivos son cumplidos con precisión matemática, alerta magistralmente el también miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). 

La comunidad salvadoreña en EE. UU. es la mayor fuera de su país, con dos millones de emigrantes que sostienen la débil economía centroamericana y envían remesas desde California, Texas, Nueva York, Virginia y Maryland. En el primer semestre de este año generaron cuatro mil 837 mdd, estima la cancillería salvadoreña. 

Entretanto Bukele, que en 2012 debutó en política desde las filas del FMLN –la guerrilla que, en los 80 ganó simpatía mundial por su oposición y resistencia a la ultraderecha servil del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena)– fue expulsado después y hoy insiste en proyectarse como gobernante populista. 

En marzo de 2024, el FMLN anunció su reorganización. No ganó ninguna de las 252 alcaldías, su candidato Manuel Flores fue derrotado y Bukele se reeligió. El excomandante Eugenio Chicas admitió su falta de trabajo territorial, visión estratégica y la división interna que lo llevaron al borde de su extinción. 

En el otro extremo está Arena, con débil presencia en el Congreso y con políticas y posturas de ultraderecha que Bukele le arrebató. En los planes escolares ya no existe la perspectiva de género ni derechos laborales, explica la directora de Opinión Pública, de la Universidad Centroamericana, Laura Andrade. 

Nicaragua defiende su soberanía 

Desde su independencia hasta bien entrado este Siglo, la violencia política ha sido constante en el país de Augusto César Sandino. Hoy defiende su soberanía ante las provocaciones de sus vecinos y del Occidente. 

Ante las agresiones neocoloniales contra su política interna, Managua se retiró del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en este caso, por otorgar el premio a la Libertad de Prensa a un diario opositor que opera en el exilio con patrocinio extranjero. 

En ese contexto, el dos de abril, Donald Trump impuso aranceles de 18 por ciento sobre importaciones procedentes de Nicaragua. Esa cifra casi duplicó la impuesta a otros países centroamericanos como Costa Rica, Guatemala y El Salvador, que recibieron 10 por ciento. 

En lo político, los estrategas estadounidenses aún ven al país como incómodo socio comercial, por lo que el futuro de la relación oscila entre lo pragmático, la voluntad política de las élites en Washington y su contienda con Beijing. 

Nicaragua y China diversifican su relación. Construyen una base portuaria en Corinto, así como el complejo habitacional Nuevas Victorias y la planta fotovoltaica de El Hato (con inversión de 66 mdp); además de que Beijing donó 100 autobuses para transporte público. 

El Canal de Panamá resulta fundamental para EE. UU., porque desde ahí recibe gran parte de las mercancías que consume. El control sobre esta extensa cadena de suministro internacional es clave para la superpotencia; de ahí los ejercicios conjuntos de sus Fuerzas Especiales en la base Cristóbal Colón, bajo vigilancia del Comando Sur. 

China y Rusia en el Istmo 

Pese a su coincidencia histórico-cultural, los centroamericanos difieren de su política hacia China. Por muchos años, los Estados del Istmo enfocaron su relación a través de Taiwán hasta 2007, cuando Costa Rica reconoció a la República Popular China (RPCh). Ello detonó una ola expansiva similar en Panamá y El Salvador (2017), Nicaragua (2021) y Honduras en 2023. 

La presencia china se expresa mediante imperativos geográficos y políticos. Para posicionarse en la región, Beijing recurrió a su poder suave: con base en la diplomacia, la academia y la oferta comercial. Sin embargo, hay sospechas. Evan Ellis, del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra de EE. UU. sostiene que China aspira a controlar áreas importantes de la región. 

Una sería el Golfo de Fonseca –compartido por Nicaragua, Honduras y El Salvador–, estratégico para EE. UU.; por ello su acercamiento con Bukele, aunque haya pactado con China la construcción y donación del Estadio Nacional mediante la firma China State Construction. 

La presencia y acción regional de Rusia ha sido denunciada por numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG), entre las que se cuenta la profascista Fundación Friedrich Naumann. Es la típica estrategia de descrédito y usual rusofobia. Sin embargo, América Central aún está cooperando, confirmó en 2023 el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov. 

El futuro de Centroamérica está condicionado a que los gobiernos de sus países rebasen la división interna impuesta por el capitalismo corporativo. Este desafío debe superar la falta de diálogo y buscar la oportunidad de expresarse, ya que “somos vecinos que no se hablan”, como ha señalado el salvadoreño César E. Martínez.  

 

 

 

República bananera 

El 12 de mayo de 2024, en el juicio por el presunto encubrimiento de pagos vinculados a relaciones extramatrimoniales, Donald Trump estalló y declaró: “esto es más propio del Tercer Mundo o de una república bananera y no de un país como EE. UU.” 

Él usó la expresión peyorativa “república bananera” con igual intención que su autor, el cuentista William Sydney Porter (O. Henry), quien acuñó la frase para calificar a un gobierno inestable, corrupto y servil en favor de intereses trasnacionales a cambio de sobornos. 

La expresión se generalizó en Centroamérica, donde operó la pionera trasnacional United Fruit Company –a la que sucedió la Chiquita Banana–, ambas respaldadas por la Casa Blanca, que desplegó a la Agencia Central de Inteligencia y al Pentágono, hoy Departamento de Guerra. 

El apoyo militar fue descrito por el general del Cuerpo de la Marina estadounidense Smedley Butler, en su libro La guerra es un latrocinio (1935), en el que confiesa que, después de 30 años y cuatro meses de servir en los marines, tenía la sensación “de haber actuado como bandido altamente calificado al servicio de las grandes empresas de Wall Street y sus banqueros”, y de haber actuado como un “pandillero” al servicio del capitalismo. 

En 1923, después de “enderezar” los asuntos en Honduras al interés de compañías fruteras estadounidense, y en 1927 después de actuar a favor de la Standard Oil en China, declaró: “viendo hacia atrás creo que pude darle algunas sugerencias a Al Capone; él, como gánster, operó en tres distritos de una ciudad. Yo, como marine, actué en tres continentes”. 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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