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Los fundamentos del presidencialismo mexicano se fijaron en la escena posrevolucionaria. Los generales del Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza, secundados por hombres muy competentes de la política, como Adolfo de la Huerta, José Vasconcelos, Alberto J. Pani, entre otros, instauraron la Constitución de 1917 y desde su andamiaje crearon un régimen de tres poderes relativamente autónomos: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial; pero en la administración política real, muy pronto y progresivamente, el Ejecutivo impuso sus designios sobre los dos últimos.
Esto fue altamente visible entre 1917 y 1928, durante los regímenes de Carranza, De la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Con ellos nació el presidencialismo. Todos “los personajes del teatro político” operaron en aras de la voluntad presidencial. Las cámaras legislativas, el Poder Judicial, el Ejército, los sindicatos, tuvieron que decidir si estaban de acuerdo o no con la voluntad presidencial, aunque ésta dependía también de si el Ejecutivo y los miembros del gabinete provenían de los estados mayores del Ejército, ya que las administraciones estaban garantizadas por las fuerzas armadas.
Al disidente se le impuso una amenaza doble: la supresión o el reinicio de la guerra civil. De esa manera, el ejercicio de la política mexicana se enfrascó en una dinámica parecida a la que expone Carl Schmitt, filósofo y jurista alemán de la ultraderecha. Palabras más, palabras menos, él afirma que el ejercicio de la política implica distinguir al amigo del enemigo; el amigo es quien apoya comprometidamente, sin cuestionarlo, el desarrollo de la voluntad del poderoso; y es enemigo quien se opone a ésta de forma abierta o tácita. Siempre y cuando los deseos de la clase en el poder puedan imperar sobre la sociedad civil, esa dinámica supone la contemporización simultánea con amigos y enemigos. No obstante, el sujeto político nunca debe perder de vista quién es hostil al régimen –ya en secreto, ya en público– y con qué fuerzas cuenta para que, llegado un momento de circunstancias adversas, pueda dirigir todos los elementos a su alcance, como la coerción armada, la propaganda, etc., contra el adversario, ya sea para neutralizarlo o para suprimirlo físicamente. Solo así se puede reafirmar el dominio del poderoso sobre los demás en medio de la incertidumbre.
Con el paso de los años, ese presidencialismo mexicano de amigos-enemigos impuso su voluntad a través de sus favoritos, ubicados en las secretarías y curules legislativos, lo que no impidió la coexistencia de amenazas significativas: atentados, conspiraciones y tentativas de golpes de Estado. A veces, la disidencia triunfó, aunque fuera solo parcialmente, como en el caso de los asesinatos de Carranza, en 1920 y de Obregón, en 1928. Pero, por lo general, la distinción clara de los adversarios y la movilización pronta de las fuerzas presidencialistas permitieron una rápida represión de las amenazas de envergadura mayúscula, como la rebelión de los partidarios del candidato opositor De la Huerta en 1923. Ese año, los obregonistas cerraron filas en torno a Calles, candidato del Presidente; doblaron a la prensa discrepante; hicieron desaparecer a algunos diputados delahuertistas y sometieron militarmente la rebelión.
Esa política de hostilidades se desdibujó con el paso de los años o, más bien, quedó disimulada bajo una gruesa capa de maquillajes publicitarios. La aparición de algunas oposiciones oficiales frente al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en foros políticos federales durante la segunda mitad del Siglo XX y algunas entidades federativas, así como el cambio de partido en el Poder Ejecutivo a partir del año 2000, pueden hacer pensar ingenuamente en el desvanecimiento del sistema presidencialista. Pero eso es ilusorio ya que, por el contrario, todavía constatamos, año con año, que las discusiones y decisiones salidas de los tres poderes tienden a plegarse a la voluntad del gobernante, representada, en su más pura forma, por el Ejecutivo.
Hoy, en el gobierno de la “Cuarta Transformación (4T), se reafirma descaradamente esa forma de gobernar. Por un lado, encontramos la obediencia servil de las mayorías morenistas en las cámaras legislativas y un sometimiento angustiante de los organismos judiciales; estos poderes libran todos los recursos del Estado mexicano al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para cumplir sus deseos y sin preguntarle a quién va a beneficiar. Además, el señor de las mañaneras de Palacio Nacional señala con desdén a sus enemigos, emprende con afán su persecución y busca neutralizarlos o suprimirlos. Un ejemplo a la mano: el pasado 18 de noviembre, el Senado aprobó la “ley Nieto”, que dotó a la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) –que encabeza Santiago Nieto, un ciego sabueso de la voluntad lopezobradorista– de la capacidad para congelar a discreción las cuentas de cualquier ente negativo que su olfato partidista detecte. Se amenaza nuevamente a la oposición visible: a los damnificados del morenismo, a las organizaciones sociales y a los enemigos declarados de la 4T.
Fuertes ronquidos
De acuerdo con la organización Causa en Común, en México se comete un homicidio múltiple o masacre cada 19 horas.
Adela Piña Bernal anunció que este martes sesionarán para dictaminar la Reforma Educativa.
“Estamos hablando de un acto propagandístico, es un enfrentamiento entre grupos, pero también es un acto de provocación”.
Tras el cambio de sede de último momento para la discusión y aprobación del presupuesto para el siguiente año, añadió que se mantendrá en plantón hasta el último minuto.
nada ocupa ni preocupa a AMLO, ni a los funcionarios del gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T), ni a los dirigentes de Morena.
“La Cámara de Diputados no hizo una sola mención en el presupuesto sobre este proceso de participación ciudadana".
El modelo de la mal llamada Nueva Escuela Mexicana es impreciso, muy ambiguo y no tiene nada de comunista, nada. Y sí deberíamos preocuparnos de la ausencia de las ciencias y múltiples aberraciones en los libros de texto.
La ciudad con mayor incremento de precios fue Monterrey con 8.9 por ciento, seguido de Guadalajara con 8.8 por ciento.
La corrupción no es la causa, es la consecuencia del modelo económico neoliberal que, aunque se diga lo contrario, sigue existiendo de manera vigorosa y generalizada.
Sicilia consideró que es tiempo en que se haga algo para detener la barbarie que vive el país porque de no hacerlo, no habrá marcha atrás.
Paul Milgrom formuló una teoría más general de las subastas que no solo permite valores comunes, sino también valores privados que varían de un postor a otro.
Contrario a lo prometido sobre dejar de depender de EE. UU. en materia energética, López Obrador dejará al país con una deuda, de acuerdo con el IMCO, cercana a los 1.80 billones de pesos, mayor a la de 2011.
El problema de comercialización para la mayoría de los productores agropecuarios subsistió y se hizo más agudo; la inseguridad alimentaria, con toda su complejidad, se agravó.
Las Universidades para el Bienestar “Benito Juárez García” no cumplen con los objetivos para los que fueron proyectadas, esto es, brindar educación de calidad en zonas marginadas, y, en contraste, su funcionamiento es opaco, coinciden especialistas.
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Escrito por Anaximandro Pérez
Doctor en Historia y Civilizaciones por la École de Hautes Étus en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia.