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Ucrania será la primera batalla ganada en el mundo que está naciendo
Noviembre ha hecho públicas una serie de declaraciones que dan cuenta del estado putrefacto y en fase terminal en que se encuentra Kiev, sólo esperando por una extremaunción que tendrá repercusiones más allá de sus fronteras.
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Mientras en Palestina se produce un genocidio en vivo y en directo que ya dura más de un mes, auspiciado y alimentado militarmente por Estados Unidos (EE. UU.), Ucrania, la otra hija putativa de Washington, se debate en el olvido.

 

Noviembre ha hecho públicas una serie de declaraciones que dan cuenta del estado putrefacto y en fase terminal en que se encuentra Kiev, sólo esperando por una extremaunción que, sin dudarlo, tendrá repercusiones más allá de sus fronteras.

El primer día de este mes, el jefe del Pentágono, general Lloyd Austin, al intervenir en la audiencia del Senado sobre los fondos adicionales, afirmó con extraordinaria contundencia que Ucrania no podría ganar el conflicto con Rusia sin el apoyo de Washington. De esta manera se hizo patente algo sabido por los militares desde hace mucho tiempo, que los líderes políticos occidentales han pretendido ocultar. Dicho en pocas palabras, el esfuerzo militar de Ucrania depende casi exclusivamente del aporte que haga EE. UU. para sostenerlo.

Para hacer más evidente la aseveración y tal vez pensando en que podría haber algunas dudas al respecto, sólo tres días después, el cuatro de noviembre, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, advirtió que el gobierno de EE. UU. “se está quedando sin fondos para financiar los envíos de armas a Ucrania”. En algo que podría parecer risible si no estuvieran en juego miles de vidas humanas, la vocera afirmó que van a comenzar a entregar “paquetes más pequeños de ayuda” para ampliar la capacidad de apoyo al régimen de Kiev “durante el mayor tiempo posible”.

Vale recordar que el 20 de octubre, la Casa Blanca pidió al Congreso un nuevo paquete de ayuda para Kiev por un valor de 60 mil millones de dólares. Sin embargo, el pasado jueves dos de noviembre, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que prevé más de 14 mil millones de dólares en ayuda de emergencia para Israel, pero en el que no se menciona a Ucrania. La explicación vino del congresista republicano Mike Johnson, nuevo líder de la Cámara de Representantes, quien destacó que las necesidades de Israel son más “urgentes” que las de Ucrania.

 

Mike Johnson

 

Todo esto ocurre cuando el ministro de Finanzas de Ucrania, Serguéi Marchenko, informara a la opinión pública que su país se enfrenta a un déficit de 29 mil millones de dólares para 2024, por lo que sin la ayuda de sus aliados occidentales difícilmente podrá ser superado tal escollo. Marchenko aseguró que veía mucho “cansancio” y “debilidad” entre los socios de Ucrania, agregando que a los funcionarios occidentales “les gustaría olvidarse” de las acciones militares, aunque las hostilidades “siguen en curso, a gran escala”.

Agregando datos para avalar la situación, el propio comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, general Valeri Zaluzhny, admitió en una entrevista para la revista británica The Economist, que Rusia estaba en una mejor posición en el conflicto armado, describiendo la situación actual en el frente como “un punto muerto” en términos del nivel de tecnología.

La entrevista de Zaluzhny causó no sólo descontento y desmoralización en Ucrania, también terror generalizado entre algunos de sus aliados. En sentido contrario, el presidente Zelenski aseveró que su país no estaba en un punto muerto respecto de Rusia. Afirmó que lo que ocurría era que Moscú tenía una total superioridad aérea que los obligaba a cuidar a sus militares. A continuación esbozó una propuesta para superar tal situación, a partir de la entrega por parte de Occidente de los aviones caza polivalentes F-16 prometidos.

Echándole “más leña al fuego”, al día siguiente, cinco de noviembre, el exasesor del jefe de la Oficina Presidencial de Ucrania, Alexéi Arestóvich, señaló su conformidad con Zaluzhny al afirmar que Ucrania no podía –en las condiciones actuales– derrotar a Rusia en el campo de batalla. Argumentando a favor de su idea, Arestóvich aseguró que: “el enemigo es más poderoso en términos económicos, militares, de movilización y de organización, y nuestros socios, de los que dependemos, no están interesados en derrotar a la Federación Rusa”.

Lo interesante de esta declaración es que por una parte, fue la primera vez que se refuta públicamente desde Ucrania la idea de que el fracaso de las operaciones depende exclusivamente del aporte de Occidente en armamento y recursos financieros, al incorporar los grandes déficits en materia de recursos humanos y organización en los que la ayuda externa no tiene mayor influencia. Por otro lado, en esta declaración resulta explícita la dependencia de Occidente para sostener las acciones, como ya lo había señalado el general Austin.

Este debate, que cubre la noticia informativa interna del país, se inserta en una dinámica electoral de cara a los comicios presidenciales del próximo año. Pero Zelenski cerró cualquier posibilidad al respecto al decir que no se pueden hacer elecciones en una situación en la que impera la Ley Marcial.

Aunque se rumoró que el nuevo ministro de defensa Rustem Umérov, vinculado al expresidente Piotr Poroshenko, habría presentado una solicitud para destituir a Zaluzhny, tal información fue desmentida por el asesor de la Oficina Presidencial Serguéi Leschenko, quien la caracterizó como una “noticia falsa”. No obstante, el mal ya estaba hecho cuando se hizo patente que un sector de la sociedad desea que Zaluzhny se vaya.

 

 

Al respecto, la Oficina Presidencial emitió una dura crítica pública a Zaluzhny, pero el presidente no tomó la decisión de destituirlo. Zelenski debe haber tomado nota de las excelentes relaciones de Zaluzhny con los mandos militares de la OTAN y en especial con el secretario de defensa de EE. UU. No obstante, hay que entender la dimensión negativa de lo que significa para cualquier país que el jefe de Estado y el jefe de las fuerzas armadas emitan públicamente opiniones contradictorias, en particular al referirse a la situación del conflicto en su aspecto bélico. The New York Times señaló que tal situación es expresión de “una brecha emergente entre el liderazgo militar y civil en un momento ya difícil para Ucrania”, sobre todo porque “la fisura (entre Zelenski y Zaluzhny) se produce mientras Ucrania está luchando en su esfuerzo de guerra, militar y diplomáticamente”.

Una vez más, esta controversia fue motivo para la intervención de Arestóvich a fin de continuar “echando sal en la herida”. Para nadie es un secreto que el exasesor ha manifestado su aspiración a la presidencia. De alguna manera, eso explica su permanente aparición en los medios y en las redes sociales. En este contexto se explica su aparente interés en mediar en la reyerta que evidentemente atenta contra el espíritu de combate de las fuerzas armadas. Arestóvich ha hecho un llamado a Zelenski para que “muestre sensatez” y dirima sus discordias con Zaluzhny. Asimismo, le ha hecho saber que está en sus manos “la clave para cambiar la postura de la oposición, de los estadounidenses, de todo el mundo, del Ejército y de la sociedad”, aprovechando para decirle que los que generan inestabilidad en el país no son los que lo critican y lo instan a hacer las elecciones, “sino usted mismo, con sus políticas ineficaces que socavan la fe de los ciudadanos en la victoria, los sentimientos en el Ejército, la confianza de los socios y aliados”.

A esta polémica se han ido incorporando algunos de los más influyentes medios de comunicación occidentales. Por ejemplo, la revista Time, que ahora se ha tornado –sin tapujos– en fuerte detractora del gobierno de Ucrania, publicó un artículo en el que califica a Zelenski como una persona que vive al margen de la realidad. La aseveración resulta sorprendente sabiendo que este medio informativo está fuertemente ligado a la CIA, principal agencia de inteligencia exterior de EE. UU.

A este respecto, el periodista y expresentador de Fox News, Clayton Morris, se preguntó: “¿Por qué una revista respaldada por la CIA decide de repente mostrar el verdadero y sombrío panorama de la situación en Ucrania? ¿Para conseguir su apoyo o (para) sentar las bases de algo menos agradable?” Morris afirmó que para escribir el artículo, Time consiguió acceder al círculo íntimo de Zelenski y, como resultado de ello, se le pudo retratar como un “líder mentalmente inestable y no realizado”.

El artículo, publicado el pasado 30 de octubre, hace comentarios sobre Zelenski y su entorno, señalando que el excesivo optimismo fuera de la realidad del presidente ucraniano, incluso a pesar de los fracasos en las operaciones de combate, “obstaculiza los intentos de su equipo para realizar nuevas estrategias e ideas”.

Con extrema dureza, la publicación asegura que Ucrania ya no podrá contar con el recurso humano necesario para utilizar todo el armamento que Occidente le ha prometido. Al mismo tiempo afirma que también conspira contra ello que los funcionarios locales “roban como si no hubiera un mañana”.

En el trasfondo de esta disputa se manifiesta el desacuerdo entre Zaluzhny y Zelenski en la apreciación que cada uno tiene de la situación en el frente ante el fracaso de la contraofensiva. Sobre este asunto, The New York Times llegó a decir que las operaciones de los militares ucranianos no lograron tener “ningún avance”, provocando –por el contrario– un gran número de víctimas agregando que “Ucrania está enfrentando ataques intensivos rusos en el este”, mientras que el escepticismo en Europa y el partido Republicano de EE. UU. ha crecido.

Desde el cuatro de junio (fecha de inicio de la “contraofensiva”), las fuerzas armadas de Ucrania han tenido 90 mil bajas (entre muertos y heridos graves irrecuperables), así como 557 tanques y mil 900 vehículos blindados han sido destruidos. Para dar una idea del significado de esta cifra baste decir que, hasta el momento, Occidente ha enviado a Ucrania 595 tanques (de los 830 comprometidos) y mil 550 vehículos blindados.

 

 

Rusia, por su parte, está realizando operaciones de defensa activa que significa la ejecución de acciones ofensivas a pequeña escala en algunos sectores, centrando sus ataques a través de golpes contra los medios aéreos, los lugares de concentración de tropas y la logística. Debe recordarse que –desde el punto de vista bélico– para Rusia este conflicto tiene básicamente las características de una guerra de desgaste que ya rebasó las posibilidades de Ucrania, afectando también a EE. UU. y sobre todo a Europa.

En este contexto se comienzan a apreciar manifestaciones de desesperación en la élite ucraniana. Así, se ha comenzado a verificar un llamado a la “comprensión” de Occidente porque, según Zelenski, las tropas ucranianas están defendiendo “valores comunes” como la democracia, atacados hoy por la autocracia rusa. En el imaginario colectivo se trata de instalar una nueva bipolaridad “democracia vs. autocracia”. El desasosiego de Zelenski invoca a Occidente a luchar contra el peligro ruso que podría “matar a todos”, con lo cual le quedaría la puerta abierta para atacar a los países de la OTAN, en cuyo caso “…ustedes enviarán a sus hijos e hijas (a la guerra). Y el precio será más alto. Es muy importante no perder la voluntad, no perder esta fuerte posición, y no perder su democracia”.

En el colmo de su frustración, el pasado lunes seis de noviembre, el agobiado presidente ucraniano solicitó a “EE. UU., la Unión Europea y los países asiáticos” enviar a su país sistemas de defensa aérea o “al menos alquilarlos durante el invierno”.

Lo cierto es que la tal “contraofensiva” de las Fuerzas Armadas de Ucrania no estuvo a la altura de las esperanzas de Occidente y probablemente haya sido la última oportunidad para Ucrania, porque ya no tiene recursos para realizar una operación de envergadura importante en el frente.

Toda esta situación está colocando sobre el tapete la posibilidad de una salida negociada al conflicto, si es que la hubiera a estas alturas. El propio Washington Post ha señalado que hubo una posibilidad de resolver diplomáticamente el conflicto ucraniano, pero ya ha desaparecido, toda vez que Rusia tiene una ventaja en el frente y es poco probable que se congele.

Aunque Zelenski se niegue a tal idea, la misma se ha ido extendiendo cada vez más. Por ejemplo, el ministro de Asuntos Exteriores y Europeos de Eslovaquia, Juraj Blanar, afirmó sin ambages que el conflicto en Ucrania no tiene solución militar.

 

Al centro, el Ministro de Asuntos Exteriores y Europeos de Eslovaquia, Juraj Blanar

 

Hasta Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y sempiterno belicista, ha tenido que reconocer que la crisis en Asia Occidental ha tenido fuerte impacto en la política hacia Ucrania. En un arranque inusual de honestidad, Borrell afirmó: “seamos francos, la crisis de Oriente Medio ya está teniendo un impacto duradero en nuestra política en Ucrania”. Borrell llamó a buscar una solución al conflicto en Oriente Medio pero no olvidarse de Ucrania porque: “si Ucrania pierde, nosotros perdemos. Tenemos que mantener nuestra unanimidad y nuestra unidad en el apoyo a Ucrania”.

Como ha dicho el diplomático y analista político internacional indio MK Bhadrahumar: “la guerra de Ucrania está en piloto automático”; argumenta esta declaración al afirmar que los objetivos estratégicos fijados por el Presidente Vladimir Putin en febrero del año pasado se mantienen incólumes. Pero ahora, “Rusia siente que ha tomado la delantera en la guerra y que eso es irreversible”.

Aunque Rusia no ha iniciado una gran ofensiva, la preparación para ella es ostensible. Sin embargo, desde hace un mes, lo que ocurra en Ucrania estará irremediablemente amarrado al conflicto en Asia Occidental. Esta situación no podrá estar ausente de las apreciaciones políticas y militares. La simultaneidad en el tiempo de ambos acontecimientos y muchos otros que están ocurriendo en variados rincones del planeta, tienen relación con la crisis de Occidente y de EE. UU. y la incapacidad de mantener su hegemonía unilateral en el globo.

Parece difícil que EE. UU. logre lidiar con los dos conflictos al mismo tiempo, sobre todo porque no son los únicos. En paralelo, debe contender con China en el plano económico, manejar su propia crisis interna, sostener el poder colonial que hoy se tambalea en África y generar respuestas a la rebelión silenciosa que se comienza a manifestar de diferentes formas en América Latina y el Caribe, sobre todo porque Cuba, Nicaragua y Venezuela han sido capaces de resistir y mantener en alto sus banderas.

 

 

Por lo pronto, pareciera extenderse en EE. UU. la convicción de que Ucrania no le va a ganar la guerra a Rusia; el pesimismo cunde y el pánico inunda los intersticios del poder imperial. No lo sabemos aún, pero tal vez Ucrania sea la primera batalla ganada en el mundo que está naciendo.


Escrito por Sergio Rodríguez Gelfenstein*

Consultor y analista internacional venezolano


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