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En las recientes semanas la Ciudad de México, gobernada por la morenista Claudia Sheinbaum, ha sido foco de atención por varios sucesos, pero dos son los más destacados y preocupantes; el primero es sobre la inseguridad reflejada en los hallazgos de menores que fueron asesinados y descuartizados en pleno centro de la Ciudad, además de la pelea por territorios entre los cárteles dentro la metrópoli.
El segundo y quizá el más preocupante es sobre las alarmantes cifras de contagios y de muertes en la Capital y un 56 por ciento de ocupación hospitalaria según datos oficiales; y es que la maniobra oficial de la Ciudad de México (se ha comentado incluso que por órdenes expresas de López Obrador) es estar jugando con el semáforo de naranja a rojo, que en realidad ya está más rojo que la propia sangre de las víctimas que han perdido la vida.
Y es que, al no declarar semáforo rojo en la Ciudad de México, -a pesar de que el número de contagios por día ha rebasado las 10 mil personas y una cifra de más de 800 muertos diariamente-, podría estarse cometiendo un crimen de Estado, porque a la gente prácticamente se le estaría dejando morir sin que se tomaran medidas más concretas y masivas para evitar contagios y más muertes.
Por ejemplo, en la semana pasada, un día antes del "Buen fin", la autoridad capitalina organizó pruebas en algunas plazas y kioskos de la capital, el resultado fue que, como la gente se siente con más confianza, -aunque usted no lo crea amigo lector, en esas clínicas rodantes, que en los hospitales-, sólo se reflejó que entre la población sí existen miles y miles de contagios, incluso en algunos lugares del total de la gente a la que se le aplicó la prueba más del 60 por ciento resultó contagiada, obviamente, las cifras ya fueron maquilladas por el gobierno dejándolas en todos lados con el 20% o por debajo.
Las cifras oficiales en la Ciudad de México se ocultan; la CDMX no está en semáforo anaranjado sino en rojo, le guste o no la mandataria Claudia Sheinbaum, lo declare o no. Sin duda, hay mucho "sospechosismo" en quién está dando la orden para que así sea y para que no se hable claro a los millones de habitantes de una de las más grandes metrópolis del mundo.
Claudia Sheinbaum ha dicho que en el gobierno "no quieren rebasar la capacidad hospitalaria", pero que también entiende, "la difícil situación económica que todavía viven muchas familias"; ¿es en serio?, y entonces por qué no apoyan más a las familias de escasos recursos de Iztapalapa, Xochimilco y otras alcaldías; o, por ejemplo, a los habitantes antorchistas del Predio Tempiluli en Tláhuac, a quienes les fueron destruidas sus casas en febrero de este 2020.
Para la población, saber que crece el número de hospitalizaciones es sinónimo de muertes, pues se sabe, con datos oficiales, que una de cada tres personas que se hospitaliza por Covid-19 fallece; Sheinbaum hace bien en llamar a la participación ciudadana, y es casi seguro que la población no se negará a apoyar, pero la acción de su gobierno debe ser más precisa, bien pensada y real.
Por ejemplo, cerrar por algún tiempo lo que implique aglomeraciones; apoyar económicamente a las familias durante uno, dos o tres meses, para que no aumente la crisis de hambre y, desde luego, cubrir con pruebas masivas al menos un 80 por ciento de la población, una meta casi imposible para el gobierno, pero que sería buena acción acercarse y así detectar, con más precisión, el número de contagiados y posteriormente tomar medidas necesarias.
Decir que hasta este miércoles 25 de noviembre había 3 mil 599 personas internadas o que son cifras similares a los primeros días de mayo cuando hubo 3 mil 574 hospitalizados y el semáforo estaba en rojo, no ayuda en nada. Sheinbaum se ha caracterizado por ser muy cercana a López Obrador, incluso como la preferida para ser su candidata y sucederlo en el 2024, pero todo indica que antes debe obedecer "ciegamente" a las decisiones de su jefe, sólo así se explicaría, con altas posibles de ser cierto, que no declare al corazón del país en semáforo rojo, pues eso le pegaría también al corazón político de López Obrador, un golpe que lo haría terminar muy mal el año y más cuando está a unos días de cumplir 2 años de haber tomado el poder.
Ante la inseguridad y la crisis por la pandemia, Sheinbaum pierde fuerza en la CDMX y se vuelve la principal responsable de las muertes y contagios; por otro lado, al no aceptar y colocar el semáforo en rojo, junto con López Obrador, estarían cometiendo un crimen de Estado, que, aunque no tenga repercusiones legales, sí tendrán un fuerte descenso en la popularidad de ambos políticos y de sus gobiernos, algo que las otras corrientes morenistas le sacarán raja política. Lo bueno en el ring político apenas vendrá, atentos amigos de Esténtor. Por el momento, querido lector, es todo.
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Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).