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La cinta que hoy reseño y comento fue realizada en 2011 en la patria del cineasta iraní Asghar Farhadi (importante realizador quien ganara, entre otros premios, dos óscares y un Globo de oro pero, dado su origen persa, en 2022 fue acusado por la prensa occidental de haber plagiado las ideas expuestas en sus películas, lo cual nunca fue demostrado. Se trata de Nader y Simín, una separación, cinta que retrata la vida de una pareja en proceso de separación matrimonial. La virtud de este filme radica, sobre todo, en que muestra no sólo la crisis de una pareja de clase media en el Irán contemporáneo, sino que se adentra en la sociedad iraní, para darnos una idea de cómo se desenvuelve cotidianamente.
El Shá Mohamed Reza Pahlavi fue un monarca persa que llegó al poder en Irán en 1953 debido al golpe de Estado orquestado por la CIA y los servicios secretos británicos, derrocando al gobierno de Mohammad Mosaddegh, que había nacionalizado el petróleo iraní, que se hallaba en manos de compañías británicas. Reza Pahlavi mantuvo el control político favoreciendo a Estados Unidos y Gran Bretaña, reprimiendo brutalmente a opositores, mientras el pueblo iraní padecía altos niveles de desempleo, pobreza, baja escolaridad y mala atención a la salud.
Como es sabido, la revolución islámica de 1979 expulsó al Shá Mohamed Reza Pahlavi e instauró en Irán un gobierno islámico, profundamente antiimperialista, cuyo principal propósito ha sido defender los recursos naturales iraníes e impedir el sometimiento de la nación persa al capitalismo occidental.
En el filme, la pareja de Nader (Peyman Moadi) y Simín (Leila Hatami), como ocurre en cualquier sociedad actual, entra en crisis. Simín desea irse de Irán argumentando que no quiere que la hija de ambos –Termé, adolescente de 14 años– viva en las condiciones en que se encuentra el país: Nader se opone a esta idea, por lo que Simín inicia los trámites del divorcio. Nader, además, tiene a su padre enfermo de Alzheimer. Simín se va a vivir fuera del hogar conyugal y comienza la disputa por la custodia de Termé. Nader contrata a una mujer pobre, llamada Razié (Saré Bayat), para cuidar a su padre.
La trama nos conduce por los vericuetos de un drama en el que están involucrados no sólo Nader y Simín, sino Razié y su esposo, Houjat quienes viven momentos muy difíciles.
Nader y Simín, una separación nos muestra cómo en Irán, siendo un país con costumbres propias de las naciones musulmanas, los habitantes, como en cualquier sociedad del mundo, tienen problemas derivados de las tradiciones, los convencionalismos sociales, la idiosincrasia propia, etc. El cine iraní, al igual que muchas actividades culturales, educativas y científicas, muestra que este país no se halla sumido en la ignorancia y el atraso económico y social. No olvidar que sobre Irán pesan sanciones económicas impuestas por los imperialistas para obstaculizar su desarrollo, lo que no ha impedido su crecimiento económico y social: el analfabetismo es de 10 por ciento; las mujeres son mayoría en las escuelas de nivel superior; hay profesiones, como la medicina, en las que las mujeres son mayoría. Irán es líder en trasplantes de órganos en todo el Medio Oriente.
Es difícil traducir el lenguaje literario al cinematográfico; y lograr que el cine –el buen cine– adapte una obra literaria de renombre mundial es algo todavía más difícil.
Un género cinematográfico que las plataformas de entretenimiento han explotado en los últimos años es el bélico.
El Brutalista nos muestra cómo para el orden social que se basa en el poder del capital, los artistas o personas que destacan en la ciencia, la cultura o cualquier actividad, son sometidos, muchas veces humillados y hasta abusados de diversas formas.
Nader y Simín, una separación, cinta que retrata la vida de una pareja en proceso de separación matrimonial.
Del 22 al 24 de octubre se realizó en la ciudad de Kazán, Rusia, la cumbre de los llamados BRICS, el bloque económico más grande del mundo.
El brutalismo, aunque parezca extraño el nombre, es una corriente arquitectónica que se caracteriza por dar preponderancia a la funcionalidad de los edificios, poniendo en segundo término la esteticidad.
El cine soviético, como ahora la cultura rusa, fue rechazado por Occidente.
El tren de los niños (2024), de la realizadora italiana Cristina Comencini, se ambientada en los primeros años, después de haber concluido la Segunda Guerra Mundial.
En 2015, el realizador ruso Andrey Vereshchagin filmó Mi segunda vida que es una historia de dos personas marcadas por la tragedia cuyas vidas, por alguna razón, se cruzan.
La inmigrante, del realizador James Gray es una cinta que refleja la tragedia que viven millones de seres humanos.
La historia discurre “normalmente”; sin embargo, llegado un momento, todos sus acuciantes problemas estallan como si en ella cayera en la “tormenta perfecta”.
Netflix presentó la miniserie mexicana Serpientes y escaleras (2025), del realizador jalisciense, Manolo Caro.
La miniserie está en una plataforma streaming y se llama Adolescencia; fue dirigida por el realizador británico Philip Barantini y consta de cuatro capítulos, cada uno de los cuales se filmó en un solo plano-secuencia.
Phillips nos presenta una historia llena de violencia y continúa pintando el retrato de Arthur Fleck.
En la madrugada del 13 de junio, Israel emprendió un bombardeo masivo sobre objetivos militares y de infraestructura en Irán.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA