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Antes que todo, la respuesta debe darse y es contundente: No, México no camina hacia el socialismo en este proceso de la “Cuarta Transformación” (4T) bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Veamos. La palabra “socialismo”, junto con la palabra “comunismo”, ha sido satanizada por el imperialismo norteamericano para que los pueblos del mundo se opongan radicalmente a todo lo que “huela” a “socialismo” o a “comunismo”. De hecho, en la semana que corre, Donald Trump se lanzó nuevamente en la Organización de la Naciones Unidas (ONU) contra el comunismo, y a cada rato va contra Venezuela, contra China o cualquier país que combata el estado actual de cosas.
Un pueblo desinformado es manipulable, y de eso se valen los poderosos para controlar a los pueblos del mundo. Desde 1847, en el Manifiesto del Partido Comunista, los grandes teóricos de las clases trabajadoras, Carlos Marx y Federico Engels, señalaron que su movimiento se llamaría “comunista”, puesto que, digámoslo así, la palabra “socialista” era mal utilizada por muchos y, por lo mismo, no representaba los intereses de los trabajadores organizados del mundo. Ahora bien, conforme la sociedad se desarrolló y los países capitalistas avanzaban en sus ansias de dominar al mundo, en el marco de la Primera Guerra Mundial, todo iba bien hasta que apareció en el mapa internacional una fuerza social que impulsó una revolución obrera y de los campesinos: la de los rusos. Nadie se esperaba que fuerza alguna en el mundo saliera a desequilibrar las cosas; sin embargo, los trabajadores organizados por el partido Bolchevique de Vladimir Ilich Lenin, tomaron el poder político, dieron al traste al zarismo y, finalmente, comenzaron la construcción del socialismo con el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La consigna de los bolcheviques era “todo el poder a los sóviets”, es decir, a los trabajadores, a los creadores de la riqueza. En otras palabras, que los trabajadores humildes se hicieran cargo del gobierno y educaran a las nuevas generaciones en la ideología de la cooperación social, del humanismo, de la colectividad, es decir, educar al hombre para eliminar al egoísmo y pensar más allá de sí mismo en favor de la comunidad, creando al hombre nuevo. Por el contrario, la ideología capitalista hipócritamente habla en nombre de la humanidad, en nombre de la libertad, de la democracia, pero manda ejércitos a matar pueblos y promueve la ideología individualista, el egoísmo. Le ideología imperialista es experta en llamar por otro nombre a las cosas, en lugar de llamar al imperialismo por su nombre, se refiere a él como “economía de mercado”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los “aliados” dieron rienda suelta a Hitler para que combatiera al socialismo ruso; una vez derrotado éste, pensaban establecer una gran alianza capitalista para dominar el mundo. No contaban con que Hitler buscaba dominar el mundo entero, pero él solo, cuando lo descubrieron, buscaron “aliarse” con Stalin para combatir a los nazis. Pero esa alianza fue ficticia; mientras Stalin instaba una y otra vez a los “aliados” a abrir el segundo frente para rodear a Hitler, ellos permanecieron en el norte de África, donde sus tropas no corrían peligro alguno. El enorme sacrificio humano del ejército ruso no ha sido justipreciado; a pesar de los 27 millones de rusos muertos, los soldados soviéticos cargaron contra los nazis, avanzaron sobre Europa y tomaron Berlín; solo entonces los “aliados” cambiaron su estrategia, ahora sí, abriendo el segundo frente, pero ya no para detener a Hitler, sino para impedir que los socialistas rusos se alzaran con el triunfo. Por eso le han dado tanta difusión al “Desembarco de Normandía”, como si fuera la más grande acción de los aliados, pero en realidad fue una acción calculada para detener al socialismo.
Stalin salvó al mundo, pero también cometió errores al interior de su partido; no entregó el poder al pueblo, como planteaba Lenin con la consigna “todo el poder a los sóviets”, sino al partido comunista ruso, que se burocratizó y no dio la lucha ideológica local y mundial; y tampoco promovió el desarrollo de la economía rusa para satisfacer eficientemente las necesidades de su pueblo.
El mundo capitalista, por su parte, vio un peligro en el desarrollo de un gobierno basado en el pueblo organizado y arremetió con la famosa Guerra Fría contra el socialismo mundial. Utilizó de todo: películas de Hollywood, libros, conferencias; con la intervención de la CIA, se granjeó al débil Gorbachov, quien hoy vive de contar su traición al pueblo ruso; finalmente, recurrió a la violencia (ataques, desaparición de líderes, etc.) para desprestigiar al socialismo e inició un proceso de generación de programas de asistencia social para distraer a la población, haciéndole creer que resolvía sus males, cuando solo buscaba alejarla del socialismo para mantener el capitalismo y perpetuar su poderío.
A finales de los ochenta, con la caída del experimento socialista, la burguesía mundial trató de convencernos de que habíamos llegado al fin de la historia; como si el capitalismo fuera perenne; sin embargo, el desarrollo de China, incluso de Rusia, la lucha de Bolivia y Venezuela, el desarrollo de Cuba, donde murió Fidel, pero no el socialismo, etc., demuestran que el socialismo sigue vivo.
Pero el gobierno de la 4T está muy lejos de ser un movimiento social tendiente a construir el socialismo en México. La derecha acusa al nuevo gobierno de “socialista” para asustar a la población, pero hay que advertir que eso no es socialismo, que el Presidente no es un marxista-leninista, y que no va a instrumentar en México un modelo socialista.
A México le vendría bien un modelo de desarrollo que siente las bases para construir el socialismo, pero con la 4T aún no estamos en condiciones para ello, pues el combate a la corrupción y los programas de transferencias de dinero de AMLO están muy lejos de corresponder a un modelo socialista. Por lo tanto, advierto al pueblo que antes de ligar lo que está haciendo mal la 4T con el socialismo, se percaten de que en realidad se trata de un modelo neokeynesiano.
¿Puede construirse una sociedad socialista? ¿Una sociedad en la que la humanidad vea al hombre como hermano suyo y no como la actual, en que el egoísmo, el individualismo y el interés por obtener la máxima ganancia en el sacrosanto modelo de economía de mercado son la nota dominante? Creemos que sí, pero para llegar a esa sociedad, antes hay que desarrollar la organización del pueblo para educar, politizar y preparar a las masas para que ellas construyan la sociedad socialista.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.