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La Secretaría de Educación Pública (SEP) aplicó, el 11 y 12 de junio de 2019, las pruebas Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea) a alumnos de educación básica con el objetivo de “conocer en qué medida los estudiantes logran dominar un conjunto de aprendizajes esenciales al término de la educación secundaria en dos campos de formación: lenguaje y comunicación, y matemáticas”. Los resultados no fueron alentadores. En el caso de matemáticas, el 55 por ciento de los estudiantes reprobó la prueba y solo el nueve por ciento obtuvo resultados sobresalientes.
Estos resultados vuelven a poner sobre la mesa el grave problema de la calidad educativa en México y es que, aunque sea verdad que la cobertura es aún insuficiente en los niveles medio superior, superior e inicial (cero a tres años), en primaria y secundaria es alta y cubre el 94.6 y 96.5 por ciento, respectivamente. El problema, entonces, no está en la cobertura, sino en el aprovechamiento.
¿Por qué está fallando el sistema educativo? Tal pregunta merece una respuesta rigurosa y detallada que aquí no puedo ofrecer. Sin embargo, apuntaré algunos problemas importantes.
En primer lugar, y esto está ampliamente documentado por los estudios sobre desigualdad y educación, el desempeño escolar está influido de manera importante por la disposición de recursos económicos y culturales en los hogares. Los hijos de las familias de las clases sociales mejor posicionadas económicamente tienen condiciones que otorgan ventajas educativas y mejores desempeños. Por el contrario, las desventajas asociadas a las clases bajas acarrean desempeños pobres. Así, pues, ¿qué desempeños podemos esperar en un país como México donde –a decir de la Organización de las Naciones Unidas para la Atención de la Infancia (UNICEF)– el 54 por ciento de los niños menores de cinco años viven en pobreza? La respuesta es clara: que aunque es verdad que la disposición de recursos no se traduce directamente en buenos aprovechamientos, también es cierto que la carencia de éstos representa un obstáculo real para obtenerlos. Los estudiantes pobres tienden a obtener resultados pobres.
Otro problema importante son las deficiencias del personal docente. Y quiero tener precaución aquí, porque esta situación no es culpa directa de la mayoría de los profesores, quienes también son fruto del sistema educativo deficiente en el cual, además, deben enfrentar el reto de educar en condiciones muchas veces adversas y en las que ellos también son víctimas de la precariedad y la pobreza. ¿Qué mejora sustancial podemos esperar de los profesores cuando la docencia se encuentra en estas circunstancias? Claro que la docencia es deficiente en nuestro sistema educativo y claro que éste es un gran problema. Pero seríamos muy ciegos si no vemos que tales deficiencias son, en parte, una consecuencia de las condiciones laborales e institucionales en que están insertos los profesores.
Lo mencionado hasta aquí nos dice que si no reducimos la desigualdad y la pobreza, los avances en aprovechamiento escolar serán limitados. Esto es cierto. Pero, dejar el análisis aquí sería sacarle la vuelta al problema ¿Acaso las escuelas no pueden hacer nada para corregir los problemas educativos?
Para educar mejor, las escuelas deben ser capaces de nivelar las desventajas económicas y culturales de sus estudiantes y ello solo es posible creando, por una parte, un sistema integral de cuidados que incluya comedores, becas, transportes, útiles e incluso alojamiento; y, por la otra, crear un sistema integral de asesoría y andamiaje que considere programas permanentes y complementarios de regularización, capacitación docente, inclusión de proyectos culturales y deportivos, así como de tutores para asistir académica, psicológica y socialmente los casos que así lo ameriten.
Para realizar lo anterior es necesario, por supuesto, incrementar significativamente el presupuesto para la educación. La labor es titánica y sigue sin hacerse.
Las políticas educativas del nuevo gobierno, en lugar de incrementar el presupuesto lo han reducido. Las políticas de profesionalización docente pasaron de erradas a prácticamente inexistentes y la política de becas, incrementada en detrimento de la obra pública escolar y en sustitución de otras transferencias, no representa cambio alguno. Parece ser que los malos resultados observados hoy en Planea no solo nos hablan del presente, sino que nos advierten sobre un futuro que, posible y lastimosamente, resultará muy similar.
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Escrito por Redacción